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ESTE NO ES UN OFICIO, ES UN VICIO: PELÁEZ

ESTE NO ES UN OFICIO, ES UN VICIO: PELÁEZ
Por Pablo Arbeláez Restrepo
En la vida de Hernán Peláez Restrepo se confabulan la radio, la televisión, el fútbol y la música. Durante 20 años, ha sido el conductor de la Luciérnaga de Caracol, programa que se puso al aire con motivo del recordado apagón que tuvo Colombia en 1992.

¿A quién extraña de la legendaria Luciérnaga?

“No, a nadie, yo creo que con eso de extrañar es dramatizar. Yo debo pensar en los que están, sin dejar de reconocer que lo de antes eran buenos. A mí se me han muerto personas que yo llevé como Rubén Rafa que era el hombre de los tangos, como el Turco París, como Jaime Olaya que en su momento nos ayudó y nos colaboró, como Juan Harvey Caicedo por su poesía; gente que en su momento aportó muchísimo al programa. Los recuerdo más personalmente, pero no hago que me afecten en el programa sus ausencias”.

¿Recuerda cómo fue el primer día de La Luciérnaga, hace 20 años?

“A nosotros nos avisaron por la mañana y entonces se hizo una rápida mesa de trabajo, porque el apagón empezaba a las cinco de la tarde. En ella estaban Darío Arizmendi y Marco Aurelio Álvarez, se resolvió que había que hacer un programa diferente, porque la gente no iba ni a poder leer ni a ver televisión, ante la falta de luz.

Por eso había que entretener a la gente. Nos preguntamos qué ejercicio había que hacer. Entonces dijimos, poesía, geografía, música que son memoria, apelando entonces a que el oyente estaba en una mecedora al oscuro y que la única forma de entretenerlo era diciéndole dónde queda el río Guatapurí, la poesía de Becker. Era un ejercicio para animar a la gente, buscando el entretenimiento del oyente”.

¿Pasados 20 años, qué es lo que más impacta de este fenómeno radial?

“El programa empezó como entretención, un poco de humor, música y otros elementos. Cuando terminó el apagón a los tres meses, resolvieron en Caracol que el programa debía seguir. Entonces nos tocó desmontar los elementos de los tres meses, poesía y lo demás, para buscar un programa más de información, crítica, el humor y el sarcasmo. Hoy en día, 20 años después, yo diría que es un programa más crítico, más mordaz y sin proponérselo, un programa que genera más opinión, pues con lo que se dice y se mezcla con otras cosas. Ha tenido una metamorfosis, realmente”.

¿Añora la presencia de Guillermo Díaz Salamanca, con sus decenas de voces?

“Sí, pero en su momento él decidió irse para RCN y en estas cosas tu tienes que respetar el deseo de la gente. El confió que le iba a ir bien, que iba a ser una competencia nuestra; lo intentó hacer y se fue. En vez de ponernos a pensar qué hacíamos, dimos el viraje de incluir a Gardeazábal que traía otro concepto más fuerte, más de opinión. Sí se extraña, porque el hombre aportó muchísimo. Realmente, lo importante, era que a él no se le podía cortar la carrera ni nada por el estilo”.

¿Cómo definiría La Luciérnaga?

“Es muy difícil definirla, pero es un programa que no se propuso realmente llegar a donde ha llegado, pero con el tiempo y con lo que ha hecho, el programa se convirtió en eso en que hoy es un referente en la tarde, que no es habitual, de información, de cosas nuevas, siempre estamos buscando algo para entretener al oyente, sea con una canción, con una observación. Es la única forma de sostenerlo, para no caer en la rutina. Hay personas que se repiten y tal, pero yo logré, por ejemplo, que los humoristas se alternen. Que un día venga Alerta, otro día venga Pedro don Jediondo), porque es la única forma de darle aire y eso produce inmediatamente la interacción con el oyente. Hoy atendemos reclamos y denuncias que nos toca confirmar sobre la marcha; quejas, porque la gente cree que contándolo el tema se va a arreglar. Por lo menos aireamos los temas con la ventaja de no tener compromisos. El que lleva, lleva, incluso entre quienes participamos en el programa se hace el contrapunteo, porque lo que dice Gardeazábal, lo puede controvertir Pascual o a los humoristas. Dentro de nosotros mismos hay esa autocrítica y eso le gusta al oyente, porque toma partido. Dice sí, ese tal por cual. En esto hay que tener cuero duro, para aguantarse los regaños, porque es una manera de ganar terreno con el oyente. Estos tipos son capaces de cantarle la tabla a los de afuera y a los de adentro”.

¿A quién se soporta más, a Alerta, a don Jediondo o a Risaloca?

“En el caso de Risaloca, hay protestas, pero la gente no cree que su risa es así y yo sé que es así; él maneja voces y además es cantante. Pedro González (Don Jediondo) es desordenado y alborota todo; Alerta es otra cosa. En la mesa, cuando empezó, no se reían de sus chistes y yo le dije que contara los malos y por eso nació el Cuentahuesos, que es una marca”.

¿Con qué se queda? ¿Con el fútbol en blanco y negro o con el color de hoy?

“El fútbol de antes era de tipos que sabían jugar, así fueran lentos. Siempre hay un recuerdo con la gente del 70 y del 80. Hoy es correr como un verraco; los de antes hacían cosas divertidas para ver. Hoy es más monótono, con pocos jugadores que se destacan como Dorlan Pabón. Los equipos, en general, son planos”.

¿Cómo le parece la llegada de Pékerman a la selección de Colombia?

“Él hizo la lógica y llamó a los mismos que venían con Leonel. Lo importante dentro de este fútbol de figuras y artistas, es que le crean al hombre. Él ha manejado selecciones juveniles. La clave es la credibilidad”.

¿Volvió a escribir en las columnas de fútbol de su esposa Beatriz?

“Ese personaje era un gancho dentro de mis escritos. Yo ponía las preguntas que se podría hacer un hincha en boca de ella. Este recurso se lo aprendí a Diego Lucero, un destacado periodista argentino de Clarín. Con Beatriz no hablo de fútbol, lo mismo con mis hijos. Incluso el menor, cuando tenía diez años, le contaron en el colegio que yo trabajaba el televisión. El tema del fútbol está vedado. Con Beatriz hablo, pero de La Luciérnaga y me hace algunas observaciones”.
¿Qué son 42 años de periodismo y radio?

“Este no es un oficio, sino un vicio. Me quedé en esto. La radio es lo que más me gusta y que me produce mayor arraigo. Los oyentes siempre me tendrán en Caracol, porque irme para otro lado, sería traicionar al oyente que es muy fiel”.

¿Cómo siguió de su salud?

“El cáncer está controlado. No tengo tiempo de deprimirme ni de llorar. Una médica que me trata me dice que una pastilla que me tomo a diario me puede producir depresión, especialmente al mediodía, pero qué voy a sentirla, si a esa hora estoy hablando de fútbol. El mejor antídoto es el trabajo”.


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