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Es la misión más antigua de las que ahora tiene la Orden de Agustinos Recoletos. Casanare, en la región oriental de Colombia. Desde 1662, los agustinos recoletos desarrollan su tarea de evización, haciendo frente a las enormes dificultades de una de las zonas de Colombia más castigadas por la pobreza y la violencia armada.
Son casi cuatro siglos anunciando el evio a los fieles en una de las regiones más problemáticas de Colombia. El resultado de esa labor ha propiciado que en la actualidad esta misión cuente con dos comunidades en la diócesis de Yopal –la capital- y cuatro en el vicariato apostólico de Trinidad –un municipio-.
Cada comunidad cuenta con tres religiosos aproximadamente. Todos los centros de misión están ubicados en los municipios más importantes: Yopal, Paz de Ariporo, Maní, Orocúe, Trinidad, a excepción de Bocas del Pauto que es un corregimiento de Trinidad.
Conviviendo con la pobreza y la violencia
La misión se enfrenta en la actualidad a varias situaciones de riesgo evidentes:
- La violencia de los grupos alzados en armas.
- La pobreza de algunos sectores, especialmente los más alejados de los cascos urbanos.
- La aparición de algunas sectas cristianas que confunden a las personas.
- La falta de preocupación de los sectores políticos.
- El constante abandono en que se tiene el departamento, especialmente el territorio del vicariato de Trinidad.
A pesar de todo, existen aspectos positivos como la cultura religiosa del pueblo casanareño, el apoyo incondicional de las autoridades eclesiásticas y, lo más esencial, la gratitud de las personas por la ayuda espiritual brindada, que contribuyen a que los religiosos puedan realizar su labor y a que la misión siga adelante.
Logros conseguidos
Durante los casi 400 años de trabajo de los frailes agustinos recoletos, los hitos más importantes que se han conseguido en la misión son los siguientes:
- El establecimiento de nuevas parroquias, especialmente en lugares donde hay concentración de fieles numerosa.
- A falta de un número considerable en cada comunidad local de la misión, la vinculación de los laicos en la labor misionera ha sido de gran importancia para la atención de sectores marginales, especialmente en los tiempos litúrgicos fuertes, además del apoyo que brindan algunas parroquias de Bogotá.
Se ha considerado desde hace algunos años la misión como un sitio en el cual los nuevos pastores, aportan su juventud y vitalidad, lo que ha producido frutos gratificantes en las personas que ven las parroquias como centros vivos de experiencia cristiana
- El acercamiento de los religiosos como representantes de la Iglesia Cristiana Católica a las diferentes clases de ideologías y contextos de personas que se tienen en el territorio.
- El afianzamiento de la dimensión misionera de la Orden, como un aspecto de vital importancia para el objetivo por el cual se han consagrados los religiosos, anunciar el evio en servicio a los demás fieles.
La misión de Los Llanos se inició hacia el año 1662.Testimonios desde la misión
Fray Sergio Orlando Gerena
“Esta experiencia ha marcado mi corta vida religiosa y sacerdotal”
La experiencia misionera es un aspecto que ha marcado mi corta vida religiosa y sacerdotal. Me ha permitido convivir con personas de otra cultura, adquiriendo así nuevos elementos útiles para mi labor apostólica. No obstante, una de las dificultades más importantes es la cantidad de personas que no tienen la posibilidad de recibir nuestra visita o la de un misionero, dado el reducido número de personas laicas que se comprometen a realizarlas y los pocos religiosos que vivimos aquí.
Aun así, con la ayuda de otros frailes de la comunidad, intentamos prestar atención a las necesidades espirituales, y en ocasiones materiales, que están a nuestro alcance.
Fray Ángel Córdoba
“La misión es una bonita escuela donde Cristo es el primer maestro”
Después de tantos años de trabajo misionero en esta zona, es muy gratificante la experiencia ya que no sólo se desarrolla una labor de administración, sino que cada uno de los que nos encontramos aquí debemos tender al encuentro con las personas. Ellas nos brindan la oportunidad de mucho aprendizaje para la vida sacerdotal y religiosa, en especial en las visitas a las veredas y la preparación a los sacramentos de personas que viven un poco lejos de la parroquia. Es interesante que en estas circunstancias como religiosos aprendamos a mirar en las personas el rostro de Cristo necesitado; en casos concretos de nuestro sitio de misión, con individuos que pertenecen a grupos al margen de la ley colombiana, quienes piden apoyo para salir de ello. Lo más importante es que se llegue a considerar la misión como una bonita escuela donde Cristo es el primer maestro, y los religiosos los colaboradores.
Laicos “Con los agustinos recoletos vivimos la experiencia de Dios desde otra perspectiva”
Contar con sacerdotes agustinos recoletos es muy gratificante para todos nosotros, ya que nos permite tener una experiencia de Dios desde otras perspectivas, como es la vida de los santos agustinos. Los sacerdotes que están con nosotros son personas que ayudan al crecimiento de la fe de todas las personas, especialmente por su entrega en los apostolados y la atención a lugares lejanos de la parroquia.
Casi cuatro siglos de idas y venidas
La misión de Los Llanos se inició hacia el año 1662, cuando por disposiciones de la Iglesia y el presidente de la Audiencia de esa época, se determinó la división del departamento en cinco distritos, de los cuales cada orden existente en el territorio se hiciera cargo. Los agustinos recoletos asumieron la zona delimitada por los ríos Upía y Cusiana, en la parte suroccidental del departamento.
Sin embargo, a pesar del trabajo desplegado en esta época, los religiosos que acudieron a este nuevo reto se encontraron con persecuciones y acusaciones, al igual que las demás comunidades religiosas, que protagonizaron colonos ambiciosos, injustos y explotadores de las personas oriundas del departamento, que no soportaban que los misioneros los defendieran.
Después de la expulsión de los jesuitas en 1767 y del retiro de los capuchinos en 1795, los agustinos recoletos tuvieron un papel más importante en la evización de este departamento. Además, los indígenas trabajaban incansablemente por el avance urbanístico, ayudados de los misioneros.
Posteriormente, el número de los religiosos fue disminuyendo de forma alarmante, hasta el punto de no tener personal suficiente para la asistencia plena de la misión. De tal manera que en 1855 salieron los últimos misioneros, afortunadamente no por mucho tiempo.
En la segunda mitad del siglo XIX la Iglesia colombiana sufrió mucho a causa de las leyes anticlericales dictadas por el gobierno colombiano, de tal manera que la provincia quedó a punto de morir, hasta que fue restaurada por la labor de un grupo de religiosos que llegó al país, encabezados por el padre Ezequiel Moreno.
Con este santo religioso se da un giro a la intervención de los agustinos recoletos en las misiones de Casanare, retomándose desde 1890 hasta la actualidad. En 1893 el Papa León XIII desprendió el territorio de Casanare de la diócesis de Tunja, constituyéndolo vicariato apostólico de Casanare, teniendo como primer obispo al padre Ezequiel Moreno. En 1992, Juan Pablo II canonizó a este obispo agustino recoleto y lo propuso como modelo de evizador.
Luego, dando un paso agigantado en la historia, en el año 2000 se divide este vicariato y se crea la diócesis de Yopal y el vicariato de Trinidad, nombrando como obispo al padre Héctor Javier Pizarro Acevedo, y la provincia queda nuevamente encargada de este territorio de misión.
Desde entonces la misión ha tenido avances muy significativos, tanto para la experiencia religiosa de los frailes como para las personas que se sienten beneficiadas por el trabajo pastoral desarrollado en tantos años.
El trabajo misionero de los agustinos recoletos en Casanare ha sido muy bueno, ya que se ve el fruto en el interés de muchas personas por vivir su religión. Sin embargo, se estima que falta mucho más trabajo para que la fe católica siga en crecimiento en estos momentos tan difíciles que pasa la Iglesia.