Por: Deyler Escalante Arias
Desde las dos de la mañana de este domingo 22 de abril de 2012, una vez más se prendieron las alarmas, a causa de desbordamiento del rio Casanare y otros afluentes, en las veredas Cilantral, Altamira, Cedral, Sarrapio, Pueblo Nuevo, Casanarito, la manga y otras, que a medida que bajaba la creciente se iban sumando a la emergencia, desde donde se originaron múltiples llamadas a familiares, Defensa Civil, Bomberos y alcaldía pidiendo ayuda con el fin de evacuar la zona.
Hacia las 5:00am de la mañana iniciaron las primeras acciones de rescate por parte de vecinos y organismos de socorro que durante una maratónica jornada evacuaron a más de 100 personas entre niños y adultos de estas inundadas veredas que como nunca antes vieron seriamente comprometida las vidas de sus habitantes.
A la fecha muchas de estas personas han regresado a sus fincas que cuentan con casas que en gran parte no garantizan la vida, aduciendo que el nivel de las aguas ya mermo y tienen que ir a cuidar su parcelas, o lo que quedó de ellas, pues al decir verdad el agua ya les ha arrebatado la mayoría y entre el sancudo, el barro y la mala calidad del agua, la salud se les disminuye.
Qué valor consideran que tiene la vida? Solo tres familias aceptaron la opción y garantías planteadas por el CLOPAD de ser trasladas a un albergue, otras cinco optaron por hacer uso de su propia casa en el pueblo o de familiares.
Ya son tres veces que el nivel de las aguas del Casanare ha logrado tapar los pupitres de la escuela de la vereda Casanarito, obra que no hace más de tres años se inauguró, lo que tiene muy preocupada a la docente quien a la vez a tratado de hacer entender a los lugareños el riesgo en el que se encuentran.
Un fenómeno natural en el que nadie parece aportar a la solución real
No existe aún en estas zonas actitud preventiva por parte de sus habitantes, quienes pese a que todos los años se inundan no tienen ni una balsa que es lo mínimo.
Los niños, discapacitados y madres gestantes arriesgan su vida por actitudes caprichosas, pues en algunos casos estas familias tienen vivienda en otras veredas o casco urbano considerados sitios seguros y no optan por resguardasen allí.
Por otro lado las inversiones con una real dirección a la prevención de nuevos desbordamientos, o reubicación de estas familias en aras a preservar la vida, no ha sido posible por parte del gobierno, con el dinero incalculable que se ha invertido durante los últimos 10 años en ayudas a damnificados y supuestos, no es posible mitigar el impacto generado por estos fenómenos naturales, por el contrario se ha convertido muchas veces en negocio para avivatos, en migajas para las aguas del rio y en detrimento del erario público.
Con estas últimas crecientes del rio Casanare, no solo corre riesgo las personas, viviendas, escuelas y cultivos de la zona en donde la lámina de agua a alcanzado los 70 centímetros, sobre gran parte de las faz de la isla, sino que también están en inminente peligro obras como la vía nacional, tramo entre Hato Corozal – Pto. San Salvador (pavimentado con dineros del famoso plan 2500), a causa de los desbordamientos y nuevos cauces del rio Casanare que han empezado a correr con mayor vehemencia, aprovechando hasta el mínimo canal para riego de arroz que sin ningún control eficiente en su punto de captación se ha construido, contribuyendo a aumentar los riesgos de tan anhelada obra a disfrutar.
Entre gobierno y rio se naufragan las riquezas de Casanare
Mientras de Casanare producto de la extracción de hidrocarburos se surten las arcas del gobierno nacional, los campesinos que surten la despensa de la región con sus ganados y cultivos de pan coger “nuestra primer riqueza”, tienen que esperar más de seis meses, para recibir en calidad de “damnificado”, de las olas invernales, mercados que no duran más de una semana, 4 láminas de zinc, unas hamacas en las que difícilmente se puede acostar un niño o unos recursos exiguos traducidos en obras preventivas como jarillones y gaviones, que frente al gran descontrol de los ríos no causan ningún efecto.
Caso puntual en Hato Corozal, es la construcción de obras aun sin culminar por un valor de 500 millones de pesos, dineros de Colombia humanitaria y que consta de dos tramos de gaviones de 60 metros cada uno, pero que por su pequeñez y su ubicación no lograron contener las caudalosa aguas del rio Casanare y se han convertido en parte de los islotes que deja a su paso el rio en la vereda “el Cedral”, en donde además este servidor logró constatar que los contratistas de estas obras no se percataron que sus obreros entre ellos menores de edad estuvieran afiliados al menos a una EPS o de suminístrale los mínimos elementos de protección.
Lo anterior nos hace deducir que entre los ríos en Casanare y el gobierno nacional naufragan las riquezas que produce el departamento.