Después de 22 años de una persistente búsqueda, la familia de Leidy Johana Pedreros recibió su cuerpo en una entrega digna realizada por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) en articulación con la Corporación Humanitaria Reencuentros y el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Leidy Johana se convirtió en mamá a los 15 años. Ella y su pequeña hija vivían junto con su madre y sus hermanos en una zona rural del Guaviare, donde se habían establecido para vivir. Hilda Díaz, madre de la joven, recuerda que el 20 de enero de 2002 su hija desapareció.
A partir de esa fecha, Hilda se hizo cargo de su nieta, quien apenas tenía 15 meses de nacida. En los siguientes años, intentó rehacer su vida. Sin embargo, se vio nuevamente afectada por hechos relacionados al conflicto armado: fue víctima de abusos, secuestro y desplazamiento forzado.
Para salvaguardar su vida y la de sus tres pequeños, ella abandonó su hogar junto con su familia. Huyeron en medio de la noche, llevando consigo solo la ropa que tenían puesta. Se escondieron en un camión, entre canastas de envases y cerdos. Aunque Hilda pensó volver a San Luis de Gaceno, en Boyacá, donde nació y vive el resto de su familia, se enteró de que allí había presencia de grupos armados al margen de la ley, por lo que decidió establecerse en Tunja.
En 2011, Hilda recibió una llamada de un número desconocido. Para sorpresa suya, era Leidy Johana. “Volvimos a tener noticias de ella porque me llamó y me dijo que estaba en un sitio donde era imposible la comunicación. Me alcanzó a decir que le cuidara mucho a la niña. Fueron dos minutos de conversación y nunca más”.
No recibió más noticias de Hilda, por lo que decidió involucrarse en procesos de defensa por los derechos humanos y participar en comités, mesas de participación efectivas de víctimas, organizaciones y grupos de buscadoras y buscadores para hacer visible la desaparición de su hija y encontrarla.
Ese camino la convirtió en una lideresa de apoyo y soporte para otras víctimas del conflicto armado que siempre conserven viva la esperanza, como lo hizo ella por más de dos décadas. Pese a los escasos recursos y gracias a rifas y apoyos económicos, Hilda viajaba a cualquier lugar donde podría encontrar a Leidy Johana. “Buscaba la verdad porque no sabía nada de mi hija, eran años de incertidumbre. Por lo menos yo quería saber si estaba viva o muerta”, recuerda.
Para 2016, se compró un celular. Sin saberlo manejar muy bien, lo utilizó para llegar hasta la zona veredal de Mesetas, en el Meta, donde indagó, tomó fotografías y recogió información valiosa para la búsqueda. En ese año se firmó el Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y la hoy desmovilizada guerrilla de las FARC. En ese mismo viaje, ella se entrevistó con alguien que conoció a su hija y quien le confirmó que Leidy Johana había muerto en 2012 en zona rural de Vista Hermosa, también en el Meta.
A partir de allí, Hilda estuvo indagando de la mano de las entidades del Sistema Integral de Paz: la Comisión de la Verdad, Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda (UBPD). Igualmente, logró acercamientos con la Corporación Humanitaria Reencuentros, que también participa en procesos de búsqueda de personas dadas por desaparecidas. Sus aportes de información fueron valiosos para la investigación humanitaria y extrajudicial en el caso de Leidy Johana.
Posterior a la documentación del caso, se realizaron las muestras genéticas para cotejar el ADN. Luego, en una articulación con la Corporación Humanitaria Reencuentros, se realizó en el Cementerio Central de Villavicencio la localización y exhumación del cuerpo de Leidy Johana, el cual fue enviado al Instituto de Medicina Legal para su identificación.
La cita para la entrega digna del cuerpo de Leidy Johana fue en San Luis de Gaceno, en Boyacá. Hasta ese municipio llegó Hilda junto con su nieta, a quien considera también su hija. Así fue como Leidy Johana volvió al seno de su hogar tras 22 años de búsqueda.
Carolina Olmos, coordinadora de la UBPD en el Casanare, entregó un reconocimiento a la madre y la hija de Leidy Johana por su incansable búsqueda que duró más de dos décadas. Olmos también enfatizó en la misionalidad de la Unidad de Búsqueda: no descansar hasta encontrar a todas las personas desaparecidas en Colombia.
La familia dio sepultura a Leidy Johana, de quien su hija no tiene recuerdos y a quien ha podido conocer a través de su abuela. Después de la eucaristía, todas y todos caminaron por las calles de San Luis de Gaceno, vestían camisetas con la foto de la joven y cargaban un parlante por el que sonaba la canción ‘Los caminos de la vida’, esa misma que siempre tarareaba Leidy Johana en vida.