Por Oscar Medina Gómez *
A ver si le suenan estos nombres: Alexander García, Heyder Silva, Freddy Corredor, Juan Vicente Nieves, Edwin Ramírez O, digamos, José Humberto Barrios, Mayerly Muñoz, Julián Fonseca, José Luis Avendaño, Ana Torres, Epaminondas Córdoba, Pedro Guillermo Torres…
Exactamente: ¡no suenan para nada! Quienes los distinguen -que no es lo mismo que conocer- saben que son parte del cartel de los 17 “honorables” que conforman el vergonzoso Concejo de Yopal. Más nada. Y no es que los otros -Pérez, Leal, Suárez, Wilchez- sean propiamente un dechado de virtudes o la encarnación terrenal de la santidad. O héroes justicieros que se hacen matar por el bienestar del pueblo y la lucha contra la corrupción. Lo que pasa es que éstos medio suenan. Una que otra vez aúllan y ladran por las emisoras, para que su clientela no olvide que hay unos amos ostentando el poder político.
¿Por qué vergonzoso? En los 3 largos años que llevan mamando, ordeñando al erario y sacándole la leche a la generosa teta del municipio, estos sujetos no han sobresalido propiamente por defender, con huesos, carne y piel, los intereses públicos. Como prometieron todos en sus campañas. Me refiero a que la opinión pública no se siente representada dignamente por ninguno de ellos. Miles los ven apenas como negociantes personajes que actúan de acuerdo con sus conveniencias en lo personal y no en lo general.
¡Que se pague a una firma encuestadora nacional seria -no como esas de bolsillo que por estos días de campaña electoral abundan en redes sociales- para que mida el nivel de popularidad y aceptación de este “cartel de honorables” a ver si estoy equivocado! El descrédito de esta camarilla de personajillos no es nuevo. Así ocurre desde hace décadas con los carteles de concejales de periodos anteriores. Y el actual no tendría por qué ser la excepción. El consuelo, me refutará cualquier arrodillado o enano mental, es que esa es la dinámica política no sólo de Yopal sino de 1.200 municipios más en Colombia. Y sí. Rabiosamente es así.
Es que la generosa teta lechera del Estado da para todo. Don José Pérez, un inquieto y juicioso ciudadano casanareño, preocupado como muchos por la manera descarada como se despilfarran los recursos públicos de miles y miles de personas, se dio a la tarea de revisar y cotejar una serie de datos que hablan por sí solos y con contundencia, de la manera que el “cartel de honorables” concejales de Yopal, no se merecen lo que todos, de nuestro sudor, trabajo, impuestos y bolsillos, les pagamos mensual y anualmente.
Fíjense, por ejemplo, que en concordancia con el Decreto 240 del 20 de septiembre del 2018 que estableció que en adelante Yopal es un municipio categoría 2, los honorarios de los concejales y del alcalde también cambiaron. Por cada sesión un concejal de Yopal se embolsilla, en redondo, la suma de $ 296 mil pesos. Mejor dicho: por poner su sucio trasero en un sillín, contestar a lista, de pronto balbucear una que otra imbecilidad, desaparecer como por arte de magia y volver a aparecer sólo para votar. Hay muchas sesiones que no alcanzan a durar 4 o 7 minutos.
Simplemente asisten, verifican cuórum, aprueban el orden del día, van a proposiciones y varios (que brillan por su ausencia) y cierran. ¡Bienvenidos esos inmerecidos $ 296 mil pesos!
Al multiplicar, cada estéril sesioncita de los prohombres y paladines del pueblo nos vale $ 5.032.000 millones de pesos.
Si anualmente por ley son 190 sesiones -150 ordinarias y 40 extraordinarias- esa calentada improductiva de silla nos vale al año, por “honorable”, la suma de $ 56.240.000 millones. Lo que quiere decir que al mes cada sujeto de esos devenga $4.687.000. Limpios. Sin descuento alguno. El salario mínimo de millones de sufridos, pero honestos colombianos apenas es de $ 828.116, miserablesa de la que les toca sacar para pagar la salud y la pensión. ¡Hagamos cuentas pues!
Multipliquemos ahora por 17 el sueldo anual de un concejal de Yopal: son $ 956.000.080 millones ¡Casi mil millones de pesos! Pero como son cuatro años de periodo, pues nos da una nada despreciable suma de $ 3.824.000.320 millones. Dinero malgastado, despilfarrado, arrojado a cloacas de la ineptitud, carteles de la deshonra y muros de la vergüenza como son en general los concejos municipales en nuestro país.
Si los mandatarios, contratistas, funcionarios de mediano nivel, contralores, procuradores y fiscales corruptos no se robaran la plata, esos 3.824 millones de pesos que al año vale el Concejo de Yopal alcanzarían para mucho. Por decir aquí: para que el Estado compre y distribuya 20 mil mercados de 200 mil pesos y los entregue solidariamente a igual número de familias muy pobres. Para pavimentar muchas calles de barrios que siguen en tierra, para no permitir un solo hueco en nuestras avenidas, para construir 55 casas decentes de $70 millones cada una, para mantener las zonas verdes públicas podadas, para instalar decenas de cámaras de seguridad, para construir, dotar y mantener más Centros de Desarrollo Infantil, para pagar a tiempo al personal docente, directivos, administrativos y asistencial de escuelas y colegios, para dotar de insumos, equipos y médicos necesarios a muchos centros hospitalarios ¡Por Dios, para tantos sueños!
Así como pasa con el Concejo de Yopal, ocurre, pero a mayor escala, con las Asambleas departamentales y ni se diga con ese “templo de la sabiduría nacional”, llamado Congreso de la República.
Si en mis manos estuviera clausuraría concejos, asambleas y el Congreso. Y, desde luego, sometería a juicio a quienes desde esas trincheras de ladronismo disfrazadas de democracia, siguen degradando la Patria, humillando al pueblo y arreando el subdesarrollo. ¡Pocos, muy pocos se salvarían de la hoguera! Digo yo.
*Periodista
La sección de OPINIÓN es un espacio generado por Editorialistas y no refleja o compromete el pensamiento, ni la opinión de www.prensalibrecasanare.com