En este mundo nada es confiable y mucho menos en la actividad política. Una campaña electoral es una verdadera guerra llena de rumores, ofensas, insultos, calumnias, verdades a medias y disparo de mensajes y memes de todos los calibres para debilitar al adversario. Es el manejo del marketing emocional en todo su esplendor. Por eso, quienes actuamos como consultor político aplicamos las enseñanzas de “El arte de la guerra” de Sun Tzu, un libro escrito hace 2500 años, que junto con “El príncipe” de Maquiavelo (1532), todavía tienen vigencia en nuestros días.
La encuesta electoral es una herramienta para determinar el mercado de opinión y otros datos de interés del elector. Una encuesta no predice el resultado electoral, sino que lo mide en un momento determinado. No hay encuestas ciento por ciento transparentes, pues es un trabajo de campo realizado por gente recogiendo información de la gente. Sin embargo, hay que tener en cuenta qué empresa realiza el trabajo, cuál es su experiencia y quiénes están detrás de ella, pues los resultados pueden ser confiables o altamente dudosos, dependiendo de la órbita del poder donde gire su actividad. Una encuesta es como un chorizo, hay que analizar quién lo fabrica y cuáles son sus ingredientes, pues de pronto nos meten carne de burro.
En Colombia, las encuestas están sometidas a la reglamentación que dicta el Consejo Nacional Electoral en cuanto a la publicación de la ficha técnica.
Hay empresas muy transparentes y otras de dudosa ortografía. Pero, lo único cierto es que el resultado de una encuesta profusamente publicado en los medios de comunicación y en las redes sociales tienen un gran impacto en la decisión del público, pues la gente se alinea, casi siempre,
con el que vaya punteando. Además, el voto es irracionalmente emocional.
*Consultor político
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