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¡Gracias, Gracias, Gracias... Francisco!

¡Gracias, Gracias, Gracias... Francisco!
Por Juan Carlos Niño Niño*

No solo ratificas la potestad y grandeza de la Iglesia Católica, sino que además nos dejas una puerta abierta para aquellos que por aspectos inexplicables nos hemos alejado de Jesucristo, pero que permanece cerca cuando constato la felicidad de mi Madre al verte a escasos metros... Sumo Pontífice: ¡Pronto regreso!

Bergoglio: debo confesar que no me interesaba mucho tu visita a Colombia ni mucho menos esperaba que fuera a generar un fuerte impacto en mí. La verdad, estaba más interesado en que este fuera un momento especial para mi Mamá, una mujer absolutamente católica, por nacimiento y por convicción, que a lo largo de su vida ha buscado y consolidado su plenitud espiritual, hasta tal punto que es una fiel miembro de los grupos de oración y la Legión de María (algunos dicen que recibió una revelación de la Virgen para pertenecer a ésta, pero su modestia es tal que nunca ha querido ni confirmar ni desmentir ese rumor).

Estoy absolutamente seguro que el Universo conspiró para encontrarme contigo (al menos verte dos veces de cerca), porque ocurrieron cientos de imprevistos que finalmente no me dejaron otra alternativa que asistir a parte de tu recorrido en Bogotá, aun cuando en una ciudad como la Capital del País no nos da tiempo ni para respirar, con los cientos y cientos de afanes de la vida diaria, que nos niega unos momentos de soledad y reflexión.

Aquel jueves arribaste de Roma sobre las cuatro de la tarde al aeródromo militar CATAM de Bogotá, cuando más de 600 mil personas te esperaban a lo largo de la Avenida El Dorado, a la espera de que pasaras por primera vez en un Papamóvil totalmente descubierto a los lados y sobre una modesta camioneta Chevrolet, porque seguramente exigiste que no querías nada pomposo, incluso te movilizaste a lo largo de tu visita en un sencillo Spark negro, donde no tuviste problema en bajar la ventana y saludar a los ríos de gente como cualquier parroquiano (al menos tengo el orgullo de que mi primer carro era similar a ese Spark).

Esa tarde mi Mamá estaba empeñada en ir a verte pasar por la Autopista el Dorado, a lo que le advertí que era imposible porque los medios de comunicación registraban que ambos costados de la Avenida estaban atestados de gente, y mucho más cuando sólo faltaba una hora para que llegaras a Bogotá, pero ella insistió con una fe inquebrantable de que "de algún modo" tenía que verte, porque al otro día en el Parque Simón Bolívar solo se te podía ver a lo lejos, y la verdad es que "no voy a estar en este mundo cuando un Papa vuelva a Colombia", me dijo.

Fue extraño. El taxista nos dejó en la carrera 30 con la Universidad Nacional, argumentado que por el trancón no nos podía llevar hasta la Calle 26 (Avenida El Dorado), por lo que decidimos caminar hasta ese punto que igualmente se alcanzaba a divisar una multitud de gente, pero inexplicablemente me dio por voltear a mano derecha, siguiendo el frente interminable de la Universidad hasta llegar más abajo a la 26, quedando estupefacto porque precisamente ese espacio de la Avenida estaba casi desierto, lo que permitía verte pasar en el papamóvil sin ningún problema.

Allá estaba mi madre en primera fila, con el entusiasmo y la alegría que los sufrimientos le negaron por muchos años, luciendo orgullosa el famoso "Kit del Papa" con la leyenda "Demos el primer paso" (cachucha, camiseta y bolso de color blanco y amarillo), cuando finalmente pasaste por uno de los carriles de la avenida, que aterradoramente ya estaba sobre las dos orillas atestado de personas (casi no dejaban pasar el Papamóvil y obligaban a tu cuerpo de seguridad a despejar el camino), que incluso no hacían difícil posibilidad de estrecharte la mano, sin importarte en lo absoluto el inminente peligro de un atentado, porque estabas más ocupado en entregar a todos los lados tu cálida sonrisa y tu generosa bendición, entendiendo con ternura cuando todos gritábamos con entusiasmo y cariño: Francisco, Francisco, Francisco...! Sin duda, ha sido el momento más importante de la vida de mi Mamá, como posteriormente me lo confesó.

A las cinco de la mañana, acompañé a mi Mamá a una de las entradas del Parque Simón Bolívar, quien se reuniría con el Grupo de Oración del Parque Central Salitre para asistir a tu eucaristía en ese lugar, pero desafortunadamente el caos dispersó a todas las personas, lo que me vio obligado a acompañarla porque no podía dejarla sola entre ese río de gente (ella fue intervenida quirúrgicamente de la columna), sometiéndome a una jornada de espera de casi doce horas, con una logística no tan eficiente seguramente por la falta de experiencia en estos eventos, con ausencia de sillas, baños en los extremos y de difícil acceso por la multitud, más un deficiente sonido y una pertinaz lluvia en la tarde, que se disipó con la magnimidad de tu arribo, al preferir primero recorrer en el Papamóvil el camino interno del Parque para saludar y bendecir a los feligreses en cada uno de lo costados, mientras tocaba de manera magistral la Filarmónica Nacional.

La solemnidad de la eucaristía es indescriptible y fue la única vez que te vi serio y concentrado, porque indudablemente eres un hombre sujeto a los designios de Dios y tu humildad se siente aún más cuando diriges el rito de la última cena. Francisco: fueron innumerables tus mensajes de amor y esperanza, pero indudablemente me llamó más la atención en la eucaristía cuando de manera casi tácita expresaste tu preocupación por la consolidación del actual proceso de paz, como aquel padre que sufre porque prevee las nefastas consecuencias si sus hijos no se reconcilian, y acertaste cuando evocaste "La Patria Boba" del Siglo IXX, cuando una vez alcanzada La Independencia, entramos inevitablemente en guerras internas, lo que facilitó la reconquista del español Pablo Morillo.

A ti te podrá parecer exagerado y hasta odioso que diga que tu visita a Colombia fue más importante que la de los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, pero no es tan equivocado señalar eso porque los anteriores pontífices tenían la ventaja de que aún Colombia era un Estado confesional y era previsible que la población se volcara ante estas visitas, pero era una gran incógnita y expectativa saber qué pasaría con tu visita a Colombia, en un País que ahora constitucionalmente se declara laico, pero contra todo pronóstico lideraste una verdadera revolución en el País, en donde quienes profesan o no el dogma católico, terminaron abrumados por un mensaje cargado de humanismo, insistiendo en que éramos vulnerables, porque el que realmente no era vulnerable es Dios, no sin antes afirmar que el más vulnerable eras tú, y que no nos olvidáramos de rezar por ti. Sin duda, has sido el más importante de los tres Papas que han venido al País... te lo ganaste (con la ayuda de Dios).

Coletilla: Francisco: abriste la puerta para que me encuentre nuevamente con esta iglesia, que tanto me inculcó mi mamá cuando de niño rezábamos El Rosario, a la luz de dos débiles espermas en el barrio La Campiña de Yopal. Me siento tan emocionado como cuando una vez sentí la paz de una sobria y tranquila eucaristía en la Iglesia de las Nieves de Bogotá, dejando atrás tres años en donde el amor por una mujer me hizo asistir a incontables y expresivos cultos protestantes, que sin desconocer su importancia jamás me dieron la sensación de estar en casa... aunque seguramente me dirás que no hable tanto... que ante todo se necesita demostrar con hechos... Amén.

* Especialista Gobierno y gestión pública, Pontificia Universidad Javeriana.


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