Por Oscar Medina Gómez*
Humillantes, despreciables, asquerosos, negociantes, tramposos y corruptos son los partidos políticos en Colombia. Y todo lo que de ellos se deriva. Entiéndase, por ejemplo, los avales que expiden cada que hay elecciones por voto popular.
Eso de los avales no es más que un juego de muchos millones. De “quien da más” donde tienen cabida decenas de candidatos de dudosa ortografía. Y en el que terminan jugando y ganando “grandes electores” y “padres de la patria” como, César Pérez, Dieb Maloof, Reginaldo Montes, Álvaro García, Javier Cáceres, Juan Carlos Martínez, Rocío Arias, Luis Alberto Gil, o Germán Olano. Muchos condenados a prisión ya por corruptos o por vínculos con paramilitares. O, como dicen, por torcidos.
Otros –como Bernardo “el ñoño” Elias, Musa Besaile y Zulema Jattin- a metros de ser condenados e ir a la cárcel, no obstante haber pagado multimillonarias sumas de dinero al “cartel de los togados” en la Corte Suprema de Justicia, para que les engavetaran sus procesos. Togados que, con sus caras de reciedumbre, muecas de honestidad y trajes de negra solemnidad se creen un peldaño por encima de dios.
Aunque siempre lo hemos visto y vivido, hoy se siente más la podredumbre de los partidos políticos. Eso de la tal “crisis” de la que eufemísticamente hablan los medios es cuento viejo. Desde épocas inmemoriales no son más que cloacas fétidas, depositarias de toda la carroña y eses que producen sus militantes y seguidores.
La fotografía no miente. El Partido Liberal está encabezado de nuevo por el traficante de mentiras Cesar Gaviria Trujillo, en alianza con el manzanillo politiquero Juan Fernando Cristo. En los mil 200 municipios del país, este partido es una colcha de retazos, donde los miembros de sus directorios se pelean a cuchillo limpio el botín de las alcaldías y gobernaciones donde les dan papaya.
El Partido Conservador es el chiste más flojo que durante las últimas tres décadas se ha escuchado. Sus dirigentes, cual serpientes venenosas, con sigilo se acercan a la presa que más carne y jugo tengan, para morderla y tragar del poder sin problemas. Los godos siempre van ahí: chupando rueda.
Cambio Radical está tan mal, tan dividido y cuestionado por corrupción que, hasta su máxima figura, Germán Vargas Lleras, decidió montar tolda aparte y recoger decenas de miles de firmas para poder ser candidato presidencial. Esta decisión es sintomática de lo que pasa al interior de esa colectividad.
El Partido de la Unidad Nacional –de la U- que se hizo en 2005 a la medida y semejanza de Álvaro Uribe Vélez, y lo aprovechó Juan Manuel Santos para ganar en 2010 y 2014, cabalgando sobre los hombros de Uribe, ya está reventado. Tiene como cabeza mayor al más grande e histórico lagarto politiquero que se recuerde: Roy Barreras. No vale la pena seguir escribiendo una letra al respecto.
El Centro democrático –creado en 2013 por Uribe- hoy se debate igualmente entre los acosos intestinos de sus dirigentes. Aunque en el papel las riendas las tiene el exministro Fernando Londoño Hoyos, en la práctica las decisiones las toma Uribe. A menos de 9 meses de la primera vuelta de las presidenciales del 2018, no se sabe quién será el candidato.
Por ahí hay más partiduchos como el Polo Democrático, Alianza Verde, Opción Ciudadana, Mira…todos también infestados de politiquería y corrupción.
Desdigo al cien de esos políticos ineptos y dañinos, carroñeros de lo público, insaciables por el dinero mal habido, profesionales del bandidaje. De moral laxa y convicciones bajas. Y principios éticos envenenados, que hoy conforman carteles mafiosos como son los partidos a los que pertenecen. Es que la culpa de tal “crisis” no es de los partidos sino de quienes los conforman.
Causa rabia que muchos ciudadanos de bien, que ciertamente quieren trabajar con rectitud por sus semejantes desde un cargo público de elección popular, tengan que someterse al bandidaje de los dirigentes de los partidos políticos, para que les den un aval.
Si no se cuenta con el billete suficiente y en efectivo para comprar el aval, mejor ni perder el tiempo en arrimarse a un directorio. Allí lo que hay es negociantes de la democracia, que juegan rudo y cobrar peor si es que uno quiere que contar con el permiso para ser candidato. Sujetos a quienes les resbala la pulcritud política y transparencia electoral.
Es vergonzoso que la democracia de los partidos repose en los hombros de unos ladrones. Maleantes que, si se lo proponen, pueden ser Presidentes de la República. ¡Y hasta premio Nobel de Paz!
Digo yo.
*Periodista