Por: Oscar Medina Gómez
Que humillación y vergüenza ese cuentico de los avales, con el que los diferentes partidos y movimientos políticos someten en todos los municipios del país a los ciudadanos que tienen aspiraciones de ocupar un cargo público de elección popular.
Aunque así está determinado en el Estatuto Básico de los Partidos y Movimientos Políticos –Ley 30 de 1994-, y lo aplica con todo rigor el Consejo Nacional Electoral, no por ello deja de causar rabia y ser ciertamente lastimero ver a muchas personas de bien -que uno cree realmente tienen fines altruistas y buenos para sus pueblos- mendigar, arrodillarse y lamerle los pies a los señores todopoderosos que dirigen colectividades como el Partido Social de Unidad Nacional -peor conocido como Partido de la U-, Partido Liberal, Cambio Radical, Partido Conservador, Partido Verde, Polo Democrático, Mira, en busca de un aval. De una garantía, un crédito, una fianza y respaldo que les dé permiso para someterse al escrutinio del pueblo.
Como si esos todopoderosos fueran propiamente los más indicados para venir a sentar cátedra de honestidad y moralidad públicas. De pulcritud política y transparencia electoral. La mayoría, por no decir todos, están untados hasta el cogote de procederes deshonestos en sus hojas de vida. Que las autoridades encargadas de investigarlos se hagan muchas veces las de la vista gorda, pasen de agache y miren de soslayo sus bellaquerías y corruptelas, es otra cosa. Pero que tienen rabo de paja y cola larga, no cabe duda.
El colombiano de a pie, el buen vecino de barrio definitivamente no lo entiende. Que en manos de unos cuantos fulanos de dudosa reputación se deposite tamaña responsabilidad. La de decidir quiénes pueden ser o no candidatos a los comicios electorales. Que su amigo y compadre, que verdaderamente tiene ganas de trabajar por el bienestar del pueblo lanzándose al concejo, esté supeditado a las trampas y triquiñuelas de los que otorgan los avales.
Humillante y despreciable es lo menos que se puede decir de este juego sucio que imponen los partidos. Juego manchado además con los ingredientes de la incertidumbre y la zozobra. Sí. Porque el mero hecho de pedir un aval no quiere decir que se lo vayan a dar a quien lo solicita. O pregúntemosle a los centenares de candidatos y candidatas en Casanare a gobernación, alcaldías, asamblea departamental y concejos municipales, si alguno tiene fijo su aval. Ninguno. Absolutamente ninguno. Ni Carlos Fredy Mejía, Luis Eduardo Castro, Efrén Hernández, Domingo Conde, Fernando Camacho, Jacobo Rivera, Milton Álvarez, Jorge García, Jorge Prieto, Holguer Ricardo Rincón…ninguno.
Ni los mismísimos Arsenio Sandoval y Alirio Guzmán, candidatos únicos de Cambio Radical a la alcaldía de Yopal y la Gobernación de Casanare. Recordemos aquello de que en la puerta del horno se quema el pan.
¿O, por ejemplo, acaso Nelson Mariño –quizá el más firme aspirante a ganar las elecciones para gobernador el 30 de octubre venidero- tenía seguro ese aval en el Partido de la U? ¿Cuándo el mismo Juan Lozano, Director Nacional de esa colectividad, dijo públicamente por varias emisoras departamentales y nacionales que apoyaba decididamente y sin cortapisas a la inmaculada metense Marta Inés Gonfrier Sarmiento como gobernadora encargada de Casanare, en razón a que ella no tenía mancha alguna de vínculos con paramilitares y hechos de corrupción? ¡Pamplinas!
¿Qué quiso decir? Elemental. Pues que la gran mayoría, sino todos, de los candidatos casanareños a ocupar cargos de elección popular o estaban salpicados de paramilitarismo o eran corruptos. O las dos cosas. Coincidencia: apenas 15 días después, en un foro de medios de comunicación realizado en Bogotá, con la presencia de Germán Vargas Lleras Ministro del Interior y de Justicia –otro “inmaculado”, a no dudar-, el ex-guerrillero del Ejército de Liberación Nacional, León Valencia, Director Ejecutivo de la Corporación Arco Iris, fue más directo y dijo exactamente lo mismo, pero usando otras palabras.
Pero la ley es la ley. Así solo sirva para oprimir y envilecer más a los hombres. Desdigo al cien de esos políticos ineptos y dañinos, carroñeros de lo público, insaciables por el dinero mal habido, profesionales del bandidaje, de moral laxa y convicciones bajas, y principios éticos envenenados, que hoy conforman carteles de la mafia como en lo que tienen convertido a los partidos y movimientos políticos en Colombia. Nos creen a todos imbéciles cuando aseguran que la expedición de avales es producto de procesos serios y honestos, donde resultan ganadores los más capaces.
Esto de los avales hiede peor o igual de podrido a otro fétido embuchado: el de las ternas. Miren lo que pasó en Casanare. Luego de meses de rapiña asquerosa por el presupuesto multimillonario del departamento –que no por buscar salidas a la crisis de gobernabilidad que padecemos hace años, como pregonan los politiqueros- el Partido de la U en cabeza del arcángel Gabriel, alias Juan Lozano, ganó la rebatiña y nos metió tremendo paquete del Meta en reemplazo del suspendido gobernador Raúl Flórez. Dice Lozano que ella, santa Marta Inés, es una impoluta virgen. Pura y casta. Así sea bruta. Jum…Las prefiero pecadoras. Pero inteligentes. Digo yo.
** – Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública Pontificia Universidad Javeriana