Por Oscar Medina Gómez
Uno jamás dejará de amar y recordar su tierra natal. Su país. Sus costumbres. Sus alegrías y tristezas. Sus olores y sabores. Sus afanes y reposos. Sus amigos y enemigos. Sus amores y desamores. Sus canciones y funerales. Sus paisajes y vistas. Eso es una verdad incontestable.
Pero no menos cierto es que no obstante la información que de cada en tanto suministran entidades como el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE; o el Departamento Nacional de Planeación, DNP; o la CEPAL, el BID, el BM, la ONU, la OEA -y ene más- sobre el crecimiento económico del país y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, Colombia no avanza como debería.
Contando, eso sí, con gigantescas posibilidades de hacerlo porque poseemos colosales recursos, por ejemplo, minero-energéticos, agrícolas, vegetales, de fauna, de flora, hídricos, de producción industrial. Es que yo no le creo mucho a esas encopetadas fuentes. El país verdadero es otro.
Y no progresamos como es debido porque, primero, hay un mal endémico llamado corrupción, que tiene corroído el cuerpo y el alma de la Nación. En lo público y en lo privado. Y, segundo, porque el comportamiento, la conducta y costumbres de millones tira a la villanía y la bajeza. A lo sucio. A la trampa. Al delito. Al crimen. Y esto pasa en todas las que llaman “clases sociales”: alta, media y baja.
En desorden –donde todos los factores son importantes- voy apenas a recordar algunas cosas de eso que nos tranca e impide marchar a tono con el desarrollo que exige el despertar del siglo XXI. Un mundo cambiante donde los que no avanzan, serán siempre mirados como subdesarrollados. Son más razones. Me dirán agorero y malaleche. Pero tengo razón.
Decenas de niños mueren de física hambre, sed y desnutrición no solo en la Guajira sino en Chocó, Cauca, Putumayo, Vichada, Córdoba, Antioquia, Casanare…
Decenas de jóvenes y ciudadanos buenos son acuchillados –muchos terminan muertos- ya por un celular, unos tenis, una bicicleta, un espejo de un carro, un reloj…
Incontables mujeres son desfiguradas en su alma y su cuerpo, borrada su identidad y alegría, por causa del ácido que salvajes les arrojan…
Politiqueros congresistas que –sumadas otras gabelas como pasajes aéreos, hoteles, salud, restaurantes, autos blindados, etc, - se embolsillan al mes cerca de 11 mil dólares. Más que la mayoría de presidentes del mundo. El salario mínimo mensual de un trabajador colombiano es apenas de 245 dólares-
Secuestros al por mayor, ya por terroristas de las FARC, ELN o por lo que ahora eufemísticamente llaman bacrim. En poder de los bandoleros hay por lo menos 1.600 seres humanos.
Violencia demencial contra las mujeres –y los hombres- en los hogares. Este ensañamiento deja anualmente miles de víctimas y niños sin hogar.
Bandas organizadas de desalmados que trafican con niños –entre los 7 y 14 años- alquilándolos a pederastas o explotándolos sexualmente en películas pornográficas.
Pandillas que negocian con niños 3 y 9 años-, a quienes obligan a mendigar en las calles de las ciudades. A muchos de estos inocentes los mutilan, les queman partes visibles de su cuerpo, para que generen lástima y caridad de la gente que los ve.
Corrupción desbordada en la totalidad de las entidades del Estado. En no pocos casos ese monstruo cuenta con la complicidad de los organismos de vigilancia y control. Reto al primero a que me indique un solo ministerio, gobernación, alcaldía, organismo descentralizado que no haya estado envuelto en escándalos corruptos…
Muertos y heridos graves a diario por cuenta de los accidentes de tránsito. Quienes conducen los vehículos hacen lo que se les viene en gana. Y las autoridades se dejan sobornar, y de paso no hay control efectivo sobre la compra y consumo de bebidas embriagantes…
Centenares de personas botadas en los pasillos de hospitales, clínicas y puestos de salud del Estado. Incluso en centros de atención privados. Nuestro sistema de salud ha sido avasallado, depredado por los corruptos, en un triángulo donde contratistas, Eps e Ips –y demás “heces”- no paran su orgía de robos y sobrecostos...
Mordidas, coimas, peajes, tajadas, pedazos son comportamientos habituales y hasta aceptados por gobernantes y ciudadanía. Forman parte de nuestra “fermentada cultura corrupta”. El “CVY” es ley…
Encopetados ministros -como Mauricio Cárdenas, el de Hacienda, promotor de una perversa Reforma Tributaria que premia a los ricos empresarios con jugosas exenciones tributarias y aporrea a los pobres asalariados con nuevas cargas impositivas- seriamente metidos hasta el fondo en descalabros de corrupción en empresas oficiales como Dragacol y Reficar. Sigue campante. Para él no hay ley. Y ni hablemos de Transmilenio por la 26 en Bogotá y los hermanos Moreno, Saludcoop, Interbolsa…
Algo más de 4 millones de personas que viven en zonas rurales no tienen agua potable ni alcantarillado de aguas negras. Se ven obligadas a ir a quebradas, riachuelos, ríos, lagunas a recoger el agua. Muchas veces contaminada. Causante de enfermedades en los niños y adultos. La tifoidea, la hepatitis, diarreas agudas, erupciones cutáneas hacen fiesta. Y más de la mitad de las cabeceras municipios del país no gozan de agua potable. Sobre todo, aquellos de menos de 180 mil habitantes. Que son la inmensa mayoría. Eso es descarado en un país rico en fuentes hídricas…
Bogotá, es la única gran capital latinoamericana que no cuenta con un sistema METRO para la movilización vial masiva. Por décadas, entre estudios y corrupción se han robado más de 200 mil millones de pesos.
La concentración del 44 por ciento de la riqueza en Colombia la tiene apenas el 1 por ciento de la población. Somos 50 millones. Es decir, ¡apenas 500 mil personas! La desigualdad es desconcertante. La brecha se amplía anualmente Los ricos son cada día más superricos y los pobres más miserables…
El uso apropiado, cobertura y tenencia de los suelos cultivables es otro chiste. De por lo menos 28 millones de hectáreas de tierras para potencial uso agrícola, apenas 6.5 millones son aprovechadas. Las restantes 21.5 millones están en manos de latifundistas, minifundistas, acaparadores y especuladores. Además, hay otros 21 millones de hectáreas dedicadas perezosamente a la ganadería -extensiva y en pequeña escala-. Trabajo, comida y progreso están en la tierra. ¡Desarrollo agrario!
¡Producción de alimentos! gritan millones de campesinos. Eso sí sería el comienzo de la paz verdadera…
Un desaparecido sistema de transporte ferroviario entre regiones. En Europa, Estados Unidos, Oceanía los trenes son desarrollo. Zonas geográficamente aptas para el tren como la Orinoquia, los llanos orientales, las sabanas del Magdalena medio lo facilitarían…
Generales y coroneles de la Policía Nacional untados en delitos de prostitución masculina. Una red de bajas y traseras pasiones donde el “generalísimo” Palomino no ha contado toda la verdad…
Inversión oficial para la educación, la cultura y las artes ridícula. Pero, eso sí, lo destinado al gasto militar y la burocracia es muy generoso…
Un Presidente Juan Manuel Santos Calderón que diseñó un vestido de paz al tamaño y gusto de los terroristas de las FARC. Y ahora está confeccionando el segundo traje para los no menos bandoleros del ELN. Ambas bandolas responsables de miles y miles de asesinatos en el país. ¡Masacradores de la Patria!
No me pidan cifras. Ni fuentes. Estoy harto de ellas. Todos las conocemos. Todos somos colombianos.
*Periodista