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Policia nacional de Colombia

La derrota del populismo y el llamado a la razón nacional

 Por Julio César Rodríguez S.*

El populismo suele vender sueños con dinero ajeno, y en Colombia esa fórmula ha vuelto a estrellarse contra la realidad. El reciente fracaso de la consulta del petrismo —que apenas alcanzó entre un 12 % y 14 % de aprobación nacional, después de haber tenido más del 30 % en los primeros meses de gobierno— evidencia el desgaste político de un proyecto basado en promesas, discursos incendiarios y un gasto desmedido del erario público.

Se estima que la movilización oficialista, logística, propaganda y movilización institucional implicaron recursos que habrían alcanzado para más de 400 000 mercados populares, miles de paquetes de medicamentos esenciales, o programas de emprendimiento juvenil y rural que hoy permanecen abandonados.

Pero la demagogia le ganó a la prudencia, y el resultado fue un golpe certero de la ciudadanía: rechazo contundente al modelo populista y a su abuso del presupuesto público.

La derrota de la arrogancia

El Gobierno no ha aprendido la lección democrática. Frente a cada derrota, en lugar de autocrítica, busca culpables: los medios, la oposición, las instituciones e incluso la Fuerza Pública.

Esa actitud no solo denota soberbia política, sino que erosiona el principio fundamental del Estado de Derecho: el respeto por la voluntad popular y las instituciones que la garantizan.

El presidente y su círculo más cercano —ahora replegados en discursos victimistas— deben entender que el voto libre de los colombianos no se manipula con arengas, subsidios ni odio de clases.

El país despertó del embrujo. Cepeda, el heredero de un modelo fallido

Dentro de esta debacle emerge el nombre de Iván Cepeda, figura de la extrema izquierda, como posible continuador del proyecto petrismo.

Sin embargo, su hoja de vida política revela una preocupante ausencia de gestión: no se le conoce una sola obra, ley o proyecto de impacto nacional.

Su legado se ha limitado a la confrontación ideológica, la desconfianza hacia la empresa privada y la complacencia con sectores radicales que se financian mediante extorsión, secuestro, minería ilegal y narcotráfico.

Imaginar a Cepeda en la Presidencia es visualizar un país aún más dividido, ideologizado y empobrecido. Sería profundizar el caos que hoy sufre Colombia, llevándola a una etapa de polarización extrema, persecución al empresariado y deterioro institucional sin precedentes.

La responsabilidad histórica del voto

Colombia se encuentra ante una decisión trascendental. El resultado de la consulta ha demostrado que la mayoría silenciosa aún tiene poder, pero esa fuerza debe transformarse en unidad y participación responsable.

Si el voto se dispersa o la oposición no logra consolidar una alternativa firme y coherente, el país podría caer nuevamente en manos del populismo disfrazado de justicia social.

De equivocarnos, el costo será fatal para el presente y el futuro de la República. La historia no absuelve a los indiferentes ni a los cómplices del desgobierno. Hoy más que nunca, Colombia necesita unidad, sentido común y amor por la patria.

Reflexión final

Dios y el pueblo no se quedan con nada: el tiempo cobra con justicia lo que el populismo derrocha con cinismo. Que esta derrota sirva como lección moral y política. El país no soporta más promesas vacías ni gobiernos de soberbia e improvisación.

Colombia exige razón, trabajo y verdad.

 *Exsenador de la República


La sección de OPINIÓN es un espacio generado por Editorialistas y no refleja o compromete el pensamiento, ni la opinión de www.prensalibrecasanare.com



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