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Hepatitis C mala compañía

 

Miles de personas viven sin saber que tienen hepatitis C pero cuando esta enfermedad se vuelve crónica, afecta al hígado y puede llegar a causar cirrosis y cáncer hepático que en muchos casos puede producir la muerte. La buena noticia es que, si se diagnostica de manera oportuna, se puede curar en el 95% de los casos.


La cura para la hepatitis C existe y está disponible en el sistema de salud, pero la gran mayoría de quienes padecen esta enfermedad no acceden al tratamiento, ¿por qué? Estas personas no saben que son portadoras de una infección crónica con la que hoy conviven en silencio, pero que tarde o temprano puede pasarle una costosa cuenta de cobro a su salud.


“Tenemos la cura, pero no los pacientes. La infección por el virus de hepatitis C tiene manifestaciones clínicas sutiles, casi imperceptibles para los médicos y agentes de salud”, explicó el médico infectólogo Carlos Eduardo Pérez.


Según el experto, durante la fase aguda de la infección, un grupo pequeño de personas puede presentar ictericia, ese color amarillo que aparece en la piel y puede alertar a los médicos sobre la enfermedad. Pero gran parte de los pacientes no presenta ningún síntoma durante meses e incluso años. Otros, aunque pueden sentir cansancio, fatiga, náuseas, dolor de cabeza, faringitis y hasta depresión, no sospechan que el verdadero origen de estos síntomas está en la Hepatitis C.


El problema para estas personas aparecerá cuando la enfermedad se vuelva crónica y afecte al hígado. De hecho, la Organización Mundial de la Salud estima que al menos 60% de los casos de cáncer hepático en el mundo se deben a un diagnóstico y tratamiento tardíos de la hepatitis B y C.


En Colombia, el Ministerio de Salud calculaba en 2017 que en el país había en ese momento aproximadamente 400.000 personas con el virus y que unas 60.000 van a requerir tratamientos hasta el año 2030. Por ello, en la actualidad, el tratamiento para esta enfermedad está contemplado dentro del sistema de salud para que sea accesible a los pacientes, pero el sub-diagnóstico sigue siendo un gran desafío.


Aunque es cierto que entre 23 y 44% de las personas contagiadas por el virus de la hepatitis C, VHC, lo eliminará espontáneamente de su cuerpo, entre 56 y 77% de quienes adquirieron el virus no lograrán eliminarlo espontáneamente y la enfermedad pasará de un estado crónico que puede deteriorar la salud paulatinamente durante años.


Como lo explica el doctor Javier Africano Díaz, si no hay detección temprana y tratamiento oportuno en este amplio grupo de personas que continúan con la infección en un estado crónico, las complicaciones a largo plazo pueden ser muy graves. “Aproximadamente, entre 75 y 85% de los infectados desarrollará hepatitis crónica; entre 69 y 70% desarrollará esteatosis o fibrosis hepática y entre 5 y 20% desarrollarán cirrosis. El riesgo de muerte por complicaciones y carcinoma hepatoceluar, es de 5 a 20% en un periodo de 20 años de infección aguda”, dice el experto.


Ante semejante panorama, los organismos nacionales e internacionales que velan por la salud tienen claro que la estrategia fundamental -aparte de minimizar el riesgo de contagio- es el diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno de la infección, ya que los medicamentos disponibles en la actualidad tienen una efectividad del 95%.


Diagnóstico oportuno


El virus de la hepatitis C es mucho menos mediático que sus parientes que causan la hepatitis A y B y fue aislado por primera vez en 1989, aunque se trata de un virus antiguo que ha aquejado a los humanos durante siglos.


El VHC se contagia a través sangre contaminada. Por ello, están más expuestos a contraer el virus los usuarios de drogas inyectables; los pacientes que han tenido transfusiones de sangre, especialmente si estas fueron antes de 1994; aquellos que usan medicinas intranasales; los profesionales de la salud que están en contacto con material médico para procedimientos invasivos; las personas que se han hecho tatuajes y piercings; los pacientes portadores del VIH, la población carcelaria; las parejas sexuales de portadores del virus;, las personas con múltiples parejas sexuales y los hijos nacidos de madres portadoras del virus.


Por un lado, es urgente extremar las medidas de prevención de contagio: tamizaje de unidades de sangre en bancos de donación para detectar sangre contaminada; medidas extremas de prevención en todo procedimiento que involucre el uso de agujas (transfusiones, inyecciones, procedimiento odontológicos, procedimientos estéticos, acupuntura, tatuajes, piercings) y exámenes de diagnóstico en población de riesgo (hijos de madres portadoras del virus, personas que hayan recibido transfusiones, población carcelaria).


Por otra parte, es fundamental realizar los diagnósticos adecuados para que cada vez sean menos las personas que conviven, sin saberlo, con esta infección. Según explicó el doctor Fabián Camilo Benítez, desde que se descubrió la enfermedad en 1989, se han desarrollado técnicas de abordaje que permiten una aproximación muy eficaz a la enfermedad.


“Sin embargo son pocos los médicos en el entorno clínico que la incluyen dentro de sus diagnósticos diferenciales, debido a sus síntomas inespecíficos, que podrían pasar desapercibidos durante años para después debutar con graves complicaciones”.


En un principio, se realizan pruebas de tamizaje para determinar la presencia o no de anticuerpos para el virus de hepatitis C. Si estos anticuerpos están presentes, es necesario realizar otras pruebas para establecer si la infección aún está presente en el organismo, pues, aunque los anticuerpos estén presentes, puede ser que el virus ya haya sido eliminado.


Si finalmente se comprueba, a través de pruebas de laboratorio específicas, que la infección está presente, lo que sigue son exámenes de diversa índole para identificar el grado de comprometimiento del hígado y trazar la mejor línea de tratamiento posible.



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