Por Harold García - Periodista del Centro Nacional de Memoria Histórica
Ésta es la historia de María Edilma Sotelo de Valbuena, esposa de Saúl Valbuena Sánchez y madre de Lina Patricia Valbuena, dos de los 2.500 desaparecidos forzadamente que hay Casanare, y que fueron recordados el pasado 29 de mayo con un mural en el municipio de Aguazul.
Un joven tomó un pincel para colorear una guacamaya roja, azul y amarilla, como los colores de la bandera colombiana, aunque en esta ave predomina el escarlata, tal vez porque es mayor la sangre derramada que el oro entregado a las comunidades. Mientras pintaba recordaba a su tía Lina Patricia, una joven de 17 años desaparecida forzadamente, en embarazo, el 13 de septiembre de 2001 junto a su padre Saúl Valbuena.
En la casa de la familia Valbuena era común encontrar una hermosa guacamaya roja que lo único que sabía decir era el nombre de su dueña: “Lina”, “Lina”, repetía día y noche. Sin embargo nadie sabe dónde está el ave que alzo el vuelo a los tres días de desaparecer forzadamente Lina.
El 13 de septiembre de 2001, las Autodefensas Unidas del Casanare decidieron irrumpir en el municipio de Aguazul y llegar hasta la casa de la familia Valbuena; iban en busca de Saúl, un campesino de 46 años amante de la agricultura y la fauna silvestre. Se lo llevaron junto a Lina, su hija menor. Este hombre era el motor de la casa, un ser responsable que dedicaba su tiempo a cuidar de su esposa María Edilma Sotelo de Valbuena y sus cuatro hijos. “Se preocupaba mucho por mi salud, siempre estaba pendiente”, dice María Edilma entre la nostalgia y las lágrimas que le provoca recordar al hombre que la enamoró con cartas y detalles.
Casi 14 años después de tan tormentoso día en que se desvaneció la imagen física de sus seres queridos, María se encuentra en la sala de su casa reunida con otras víctimas de la desaparición forzada. Allí realizaron un mural en homenaje y memoria de sus familiares. Todos fueron convocados por la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida, quienes organizaron este año el primer encuentro regional de víctimas de desaparición forzada en Casanare con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Frente a la pintura, María refleja la vida de su esposo en un venado. “Ese venado significa que a mi esposo le encantaba mucho el campo, y él soñaba con tener un venado. Él cuidaba los venados de una finca y se encariñó mucho con esos animales, era feliz con ellos”, explica esta mujer sobre el dibujo que hizo en memoria de su marido. El venado no es el único animal que alude a esos seres queridos en esta obra de arte realizada por las víctimas; está la guacamaya que hizo el nieto de María para recordar a su tía Lina, hay árboles, ángeles, caballos y soles; todos llenos de color y vida como la última vez que vieron a sus seres arrebatados por la violencia.
Según Lyda Quevedo, directora de la Fundación Yovany Quevedo, en la región del Casanare, entre 1986 y 2007, se registraron 2.553 personas desaparecidas forzadamente a causa del conflicto armado. “Por eso es tan importante visibilizar este flagelo y reclamar por nuestros desaparecidos”, dice Lyda.
El mural de la MemoriaEl sol todavía no se oculta tras las montañas que rodean al municipio de Aguazul. Son las cuatro de la tarde y las víctimas del municipio caminan desde donde será su parque de la memoria hasta el parque principal. Quieren ser vistos por todos, quieren que el pueblo se dé cuenta de este flagelo y los apoye en su lucha y dolor por buscar los desaparecidos de la región.
Entonces María Edilma apareció entre la muchedumbre sosteniendo una pancarta con las imágenes de su esposo e hija. En ella se leen dos escritos que hizo esta mujer un día sentada sobre un chinchorro: “cuando la tristeza se apoderó de mí, decidí escribirles una carta a cada uno -a su esposo e hija-, soy una mujer sin estudio que el dolor la llevó a plasmar el dolor en un papel”. La idea era mantenerlos siempre vivos, que no desaparezcan de sus recuerdos.
La caminata llegó hasta el parque principal donde los esperaba el mural de la memoria que finalizaron horas atrás. Allí estaba Jafeth Gómez, artista de Popayán que lleva varios años trabajando el tema de la violencia a través del arte; él fue el encargado de guiar a la comunidad en la realización de esta pieza de arte: Una terapia personal de las victimas al contar, de diferentes maneras, sus relatos dolorosos y un camino artístico para visibilizar el conflicto armado del país. “Buscar elementos de sanación, de esperanza, de curarse de alguna manera de esa situación tan terrible que les tocó afrontar”, expresa Jafeth.
El arte ayuda a encontrar un grado de tranquilidad en las víctimas, buscando símbolos que son mucho más profundos y que dicen mucho más de eso que quieren plantear, terminando en un nivel de sensibilización sobre la temática, “pensar en recuerdos bonitos, no de dolor”, dice el artista.
Al principio cuando María Edilma empezó a pintar en el mural sintió tristeza, pensaba que iba ser un ejercicio doloroso pero a medida que fue viendo el trabajo de Jafeth Gómez comprendió que la idea era mucho más bella de lo que parecía al buscar símbolos nuevos de esperanza y vida en medio de su dolor.
Aunque ya caía la noche, el parque principal de Aguazul ya tenía su propia luz con el jardín artístico de la memoria y el mural en homenaje a los desaparecidos. Un día para recordar, para no olvidar.
VIDEO El mural para los desaparecidos de Aguazul