Su jornada comenzaba a la una de la mañana y terminaba a las cinco de la tarde. Durante la madrugada acompañaba a su mamá al matadero para limpiar, lavar y pelar menudo. También ayudaba a deshollejar las reses sacrificadas.
Cumplida su misión en el matadero Mariño Velandia iniciaba un recorrido por los restaurantes de Yopal para recoger los sobrantes de comida con la que alimentaban los marranos que criaban en una cochera ubicada a pocos metros de la humilde casa de Paroy en que vivía. Cuando estaba por cumplir los 11 años, Nelson Ricardo, se hizo cargo de ayudar a su mamá tras la muerte de su padre, Pedro Antonio Mariño.
La familia Marino Velandia era también llamada “los menuderos” porque vendía en la plaza las viseras de las vacas.
Su niñez transcurrió en medio del trabajo, no hubo nada de juegos. Todo era trabajo y trabajo. A los 12 años se interesó por el estudio y asistió por primera vez a la escuela en calidad de alumno. A mitad del año ascendió a segundo curso porque sabía leer, sumar y restar, cosas que aprendió en las clases que oyó a través de ventanas en las que se paraba a escuchar a los profesores.
“A mi mamá tampoco le gustaba que nosotros estudiaros. Por eso me daba las mañanas para ir a la escuela. Para que no me descubriera le decía a mi mamá que estaba trabajando. A la escuela iba llenó de sangre, lavaza y los otros niños me decían: quiete de aquí lavacero, usted huele a feo”, señaló.
Los problemas se incrementaron en secundaría donde el fuerte trajín de la casa le impedía poner la atención requerida, incluso se quedaba dormido. Fue el profesor Rigoberto Nieto quien descubrió su secreto. El fue hasta la casa del hoy alcalde y le dijo a su mamá que le dejara ir a estudiar y ella accedió.
No solo el estudio estaba en su mira. También el deseo de tener su propio negocio lo llevó a abrir un puesto en el centro. Vendía empanadas, rellena, pasteles, huevos, chuzos. El negocio era bueno porque vendía un millón de pesos al día. El deseo de tener otras experiencias lo llevó a regalarle el puesto a una hermana y se fue a trabajar de celador o guachiman.
De celador “ascendió” a conductor. Conductor de un político llamado Ángel Pérez Suarez, quién sería el responsable de internarlo en los sinuosos senderos de la política.
Hoy Nelson Ricardo Mariño Velandia, sigue siendo el mismo hombre humilde, que nunca se ha avergonzado de su condición, que le pide a Dios por quienes lo han llamado “menudero”, por quienes afirman que es “bruto” y por aquellos que le relegan por no hacer parte del exclusivo circulo que integran dueños de medios, contratistas y familias de alta alcurnia.