Por Orlando Cadavid
Porque no se preparó a conciencia para decirle adiós algún día a la profesión que todo se lo dio y que ha sido su vida, el carismático Fernando González Pacheco, quien fue por cincuenta años primera figura de la televisión colombiana, ha decidido dejar caer el telón de la última función; apagar cámaras, micrófonos y reflectores; enclaustrarse en sus aposentos; no recibir visitas ni pasarles al teléfono a sus mejores amigos y dedicarse a rumiar su soledad, a la que le pone un tinte dramático la catastrófica decrepitud que a todos nos va llegando silenciosamente de manera inexorable.
Duele, de veras, tener que reseñar el triste epílogo de un grande de los medios de comunicación que no ha tenido sustituto en el rol de presentador que le descubrió en 1957, en un barco, en alta mar, don Alberto Peñaranda, el padre de la programadora Punch. En 1947 había sido locutor de la Voz de Colombia. Este era su único antecedente primario en los medios electrónicos, antes de irrumpir en la pequeña pantalla que veíamos en blanco y negro hasta cuando le puso color el gobierno del corbatín turbayista.
El angustioso ocaso de Pacheco (sin hijos, excentricidades, ni aplausos) es un secreto a voces en la farándula bogotana por respeto al personaje más querido y venerado de la televisión criolla. Por la misma razón lo toman con pinzas las revistas especializadas del espectáculo. Los primeros que se atrevieron a airearlo en los medios impresos fueron el escritor Mario Mendoza, quien lo sorprendió una mañana, en plan de interno, en una clínica siquiátrica, y el senador y periodista Edgar Artunduaga, quien tras investigaciones minuciosas consiguió la historia completa.
El actor Carlos Benjumea, ‘El Gordo’, y Guillermo Cortés, ‘La Chiva’, sus camaradas de siempre, coinciden en que el deprimido y ahora huraño Fernando, quien nació en Valencia, España, el 13 de septiembre de 1932, o sea que anda por los 77 años cumplidos, tiene sano el cuerpo, pero enferma el alma por la falta que le hace la televisión, su hábitat natural. Reconocen que Pacho (como lo llaman sus verdaderos amigos) no quiere ver a nadie, ni atender llamadas telefónicas.
Tampoco acepta entrevistas, ni homenajes. No volvió a los restaurantes y casinos que frecuentaba en el centro de la ciudad. Dejó de visitar la sede de la Asociación Colombiana de Locutores. Antes de desconectarse de sus amistades prefería no hablar de la separación de su esposa, Liliana Grohis, después de 35 años de matrimonio.
A Benjumea (a quien de gordo ya no le queda sino el apodo) se le va la mano (o la lengua) cuando dice que “Pacheco acusa una enfermedad terminal que es la viejera”. A su turno, Cortés (primo de Fernando) aconseja a quienes lo buscan que se sienten a esperar la temporada taurina, en la que saldrá de su refugio voluntario porque no se pierde las corridas por nada del mundo.
Este hombre de buenas maneras y simpatía arrolladora tuvo en los escenarios y ante las cámaras la magia para hacerse querer de grandes y chicos. Llegó a ser más importante que los Presidentes de turno. Cuando llegaba a alguna ciudad o pueblo la chiquillería salía en veloz carrera para tratar de darle alcance al vehículo en el que se transportaba.
“Mi Tierra”, el diccionario de Colombia, trae esta ficha biográfica de Fernando González Pacheco: Presentador de televisión y actor. Bachiller del colegio Hispanoamericano. Estudió medicina durante dos años en la Universidad Javeriana. Tres meses de economía en la Universidad de Los Andes y un día de derecho en la Universidad Nacional. Llegó a Bogotá cuando tenía ocho años. Su padre se vinculó al diario El Tiempo, volviéndose tan cercano a su patrón (el doctor Eduardo Santos) que en su testamento le dejó cuatro acciones que aún conservan él y su hermano (Rafael). Fue mecánico, instalador de radios, vendedor de almacenes Sears, músico, boxeador, deporte en el que se le conoció como “Kid Pecas”; mesero, camarero y mayordomo de un buque de la Flota Mercante Grancolombiana.
Trabajó en Punch Televisión. Colaborador de RTI y Coestrellas. Considerado el mejor presentador de la TV Colombiana, ha estado vinculado a ella desde 1957. Hizo famosos programas como Animalandia, Compre la orquesta, Cabeza y cola, Charlas con Pacheco, Qué pareja más pareja, ¿Quiere cacao?. Recibió en dos ocasiones el Premio nacional de Periodismo, en 1978 y en 1990.
La apostilla: El periodista Daniel Samper Pizano, el mejor biógrafo de Pacheco, siempre lo ha visto así: “Este tipo, que es al mismo tiempo el más popular, el más querido y el más feo de los colombianos, merece sin duda los tres títulos. Pero también merece un cuarto campeonato, y es el del hombre más sencillo del país”.