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Casanare epicentro de los accidentes con oruga Lonomia

Casanare epicentro de los accidentes con oruga Lonomia
Información de Andrea Linares - El Tiempo

Por causa de una oruga, Olmar Castañeda, oriundo de Trinidad (Casanare), puso a correr al Ministerio de Salud. A finales de agosto del 2016 tuvo contacto con estos insectos del género Lonomia. El accidente con dichas larvas provoca, entre otros síntomas, urticaria, dolor de cabeza, náuseas, hematomas y hemorragias en diferentes partes del cuerpo.

El hombre recibía atención médica en el hospital de Yopal y el 1.º de septiembre del 2016, la procuradora delegada para los asuntos del trabajo y la seguridad social, Diana Margarita Ojeda, radicó un oficio ante el Minsalud con la solicitud expresa de obtener unos frascos de suero antilonómico para administrárselos al señor Castañeda.

La escasez del antiveneno en Colombia, cuyo productor es el Instituto Butantan de São Paulo (Brasil), llevó al Gobierno a declarar en 2014 y 2016 la emergencia en salud pública por su desabastecimiento. Las entregas han sido insuficientes, y los 30 viales (frascos del antídoto) recibidos en el 2014 permitieron atender otros casos reportados hasta junio del 2016.

Para mediados de marzo, según el Ministerio de Salud, el país contaba con 10 ampollas del antiveneno y estaba gestionando la obtención de otras más.
Casanare epicentro de los accidentes con oruga Lonomia
La producción del suero antilonómico (hecho con larvas de la especie Lonomia obliqua, la cual existe en Brasil y Argentina) es compleja. Al año, Butantan produce entre 10.000 y 15.000 viales. El año pasado, el instituto recibió alrededor de 5.000 orugas, con cuyo veneno se produjeron cerca de 15.000 frascos. En 1994, Brasil produjo el primer lote.

“La producción incluye la recolección del insecto, la obtención del veneno, su inoculación en caballos para obtener los anticuerpos, la purificación del plasma, la formulación y el envase, además de varias pruebas de control de calidad. Todo el proceso puede llevar más de seis meses”, explica Fan Hui Wen, gestora de proyectos del núcleo estratégico de venenos y antivenenos del Instituto Butantan.

Nuevas especies y sus venenos

En los últimos 10 años, según el Minsalud, en Colombia han ocurrido 35 accidentes por envenenamiento con orugas del género Lonomia, en su mayoría de severidad moderada, particularmente en Casanare y Arauca.

Entre el 2013 y 2016 se han reportado a la línea nacional de toxicología 12 casos (5 hombres y 7 mujeres). También se han conocido en Vichada, Guainía, Amazonas y Meta.

Camila González Rosas, profesora del departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes, les ha seguido la pista a estos accidentes desde el 2002, cuando desarrollaba su tesis de pregrado. Hoy indaga qué especies de la oruga existen en Colombia y está caracterizando su veneno.

Lo que preocupa de estas orugas peligrosas es que forman colonias en árboles frutales a solo 300 o 400 metros de las viviendas.

El género Lonomia podría tener más de 50 especies en Suramérica. En el Casanare, cuenta la profesora, identificaron la especie Lonomia orientoandensis, descrita por un grupo alemán pero que aún no había sido reportada como propia de la región.

“En estudios genéticos a otra oruga, que también creíamos que era Lonomia achelous, nos dimos cuenta de que era una nueva especie y la estamos nombrando y describiendo”, agrega. En el Amazonas también han encontrado especies no descritas.

Precisamente está trabajando en la identificación de las especies existentes en Colombia con investigadores del Instituto Humboldt, la Universidad Javeriana y el Museo Nacional de Historia Natural de Francia. Para ello están contrastando el ADN de las orugas con el del insecto adulto (polilla).

“Extrajimos el veneno de las dos especies halladas en Casanare, para saber qué proteínas contiene y cómo altera la cascada de la coagulación. El paso siguiente es probar el antiveneno para saber si funciona —afirma González—. Hay más de dos especies que causan accidentes en Colombia, y creemos que debe producirse un suero polivalente que funcione para todas ellas”.

En el país, según Minsalud, se han descrito especies como L. achelous en Casanare, L. descimoni en Guanía, L. rufescens en Valle y Boyacá, L. occidentalis en Valle, Caldas y Antioquia, L. armanta en Bogotá y L. inexpectata en la ruta Bogotá-Villavicencio. Por su parte, L. obliqua y L. achelous (también presente en Venezuela y Guayana Francesa) fueron identificadas en los síndromes hemorrágicos graves.

La situación en Casanare

Históricamente, Casanare ha sido el epicentro de los accidentes con Lonomia. Desde el 2004, Nazario Rivera, técnico de salud pública de la Gobernación de ese departamento, les ha hecho seguimiento. Muchas veces se ha dedicado a alimentar las orugas hasta llevarlas a polillas, que posteriormente envía a la profesora Camila González.

En meses recientes se presentó un accidente en Villanueva y otro en Trinidad. “Nos preocupa que las orugas están muy cerca de los caseríos. Buscan lugares muy húmedos, les gustan las riberas de los ríos, e incluso han aparecido en un balneario de la región”, relata Nazario.

Luz Miryam Velandia, habitante de Caribayona, un caserío próximo a Villanueva, tuvo contacto con estas orugas en agosto pasado, al apoyar su mano sobre una cepa de mango. Sintió haber rozado una hoja de ortiga y comenzó a rascarse. Llegó a su casa y se aplicó alcohol y limón. “Mi patrona fue por la tarde a mirar el árbol y me dijo que había unos bichos grandes y feos. Los quemaron”.

Comenzó a sentir dolor de cabeza, fiebre y náuseas. Fue a la droguería y le administraron una inyección. Al tercer día le aparecieron hematomas. Decidió acudir al médico, donde le practicaron un examen de sangre que arrojó alteraciones en su coagulación. Fue remitida a Yopal y supo, entonces, que la causante de sus molestias era una oruga Lonomia. Le administraron antiveneno.

Nazario se ha topado con colonias de orugas ubicadas a 300 o 400 metros de las viviendas. Una colonia puede tener de 100 a 200 insectos. Cuando están en su última fase de larva, se desplazan a lugares propicios para su mudanza, en un recorrido de 2,5 kilómetros en línea recta.

El aumento de las colonias puede deberse a cambios ambientales y a procesos de deforestación, lo cual hace que estos insectos busquen su fuente de alimento en otros lugares, cerca de las viviendas donde por lo general hay árboles frutales que lo proveen.

La Lonomia se vuelve urbana con facilidad. Así que los accidentes seguirán ocurriendo. Lo que preocupa es que no haya suficiente antiveneno para tratarlos cuando estos vuelvan a suceder.
Casanare epicentro de los accidentes con oruga Lonomia
Los efectos del veneno

El veneno liberado por la oruga, tras el contacto con sus espinas, ingresa al torrente sanguíneo a través de la piel y bloquea los factores de coagulación.

“Provoca que los vasos se debiliten y rompan y que haya sangrado espontáneo. El sistema de coagulación comienza a producir fibrina para controlar la hemorragia, pero esta malla no logra mantenerse y se disuelve, pues los factores que la estabilizan han sido bloqueados. El sangrado puede ser nasal, gingival, abdominal e intracerebral. Las alteraciones en la coagulación pueden aparecer de 12 a 72 horas después del accidente”, explica el médico toxicólogo Javier Rodríguez.

En el mercado existen medicamentos —antifibrinolíticos— que reactivan los factores encargados de la coagulación y cuyo uso es muy frecuente en hemorragias uterinas, comenta. Aunque se han probado como una alternativa para contrarrestar el efecto del veneno de la oruga, en la práctica, dice, no han logrado los resultados esperados.

“En los casos severos, el paciente podría fallecer en cuestión de horas, dependiendo del grado de compromiso del sistema de coagulación y el lugar del sangrado. Cuando es intracerebral, aumenta la posibilidad de morir. También, si se desarrollan complicaciones secundarias como una insuficiencia renal”, agrega el especialista.
Los primeros dos casos

En Colombia, los primeros accidentes fueron descritos en el 2001 por los investigadores Daniel Pineda, Ángela Amarillo, Julio Becerra y Gabriel Montenegro. Una de las víctimas, de 26 años, oriunda de Nunchía (Casanare), falleció el 9 de septiembre del 2000 (cinco días después de su llegada) en el hospital San Carlos de Bogotá, tras desarrollar una insuficiencia renal secundaria.

El antiveneno no alcanzó a llegar y luego se supo que las orugas causantes fueron identificadas como ‘L. achelous’. Otra mujer, de 21 años, de San Luis de Palenque (Casanare), llegó al mismo hospital el 20 de septiembre de ese año. Presentó sangrado vaginal y en las encías. Se le aplicaron dos ampollas del suero antilonómico. Sobrevivió.


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