Por Leonardo Puentes*
Así de simple, las devastadoras imágenes del desierto en el que se están convirtiendo las sabanas del norte de Casanare no son un hecho aislado; hace más de dos décadas decidimos que acá cualquiera puede venir a hacer con el agua lo que le provoque. No es correcto caer en el apasionamiento de señalar al petróleo como la única razón de la debacle, pero resulta casi inmoral el cinismo con el que los dueños de las brocas petroleras y sus bien remunerados operarios pretenden que no tiene nada que ver con ellos, que sucede porque sí, porque así es el ciclo del verano en el llano.
Hace 23 años, al mismo tiempo que celebrábamos el nacimiento de la constitución de 1991, comenzaba un nuevo ciclo de ‘colonización’ que el presidente de la época supo inaugurar con la premonitoria frase ‘bienvenidos al futuro’; hoy estamos viviendo ese futuro. El país le abrió las puertas –por no decir las piernas- al libre comercio e hipotecó el país de manera inmisericorde. Más adelante otro presidente le puso una dosis de ternura al proceso y llamó ‘huevito’ a la ‘confianza inversionista’, en nombre de la cual el que tenga suficiente dinero y poder puede entrar al país y llevarse lo que quiera. Hoy el futuro nos lo pintan con locomotoras y el combustible del vagón principal lo estamos pagando a muy alto costo los casanareños: el agua se está yendo por entre las grietas de un subsuelo maltratado por los explosivos, las brocas, los agroquímicos y la deforestación.
Desde ése entonces tenemos un Ministerio de papel que se llama Ministerio del Medio Ambiente, y tenemos además unos fortines burocráticos llamados Corporaciones Autónomas Regionales, que entre otras cosas no son tan autónomas. Nunca pueden decidir sobre nada trascendente, prefieren ocuparse del árbol del vecino y en nuestro caso, el de Corporinoquia, es claro que obedece más a la mano ‘negra’ que la ha administrado históricamente a la sombra, que a la defensa de nuestro patrimonio ambiental.
Sería quizá por esto que en diciembre de 1998 cayó asesinado CARLOS HERNANDO VARGAS, Director de esta Corporación, que no alcanzó a completar un año en el cargo y se atrevió a negarle por primera -y quizá última- vez una licencia ‘global’ a la intocable British Petroleum (BP): licencia que le entregaba autorización plena para hacer lo que quisiera en prácticamente todo el piedemonte llanero. De pronto la llamaban global para ponerla a tono con el recién inaugurado período de la globalización.
En 2001 el Consejo de Estado desvirtuó el fallo emitido por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que reconocía el gravísimo daño causado al medio ambiente con la utilización de aguas subterráneas en el campo petrolero de Cusiana. Pudo ser este el preámbulo de lo que hoy estamos viviendo: consultas populares cuestionadas, protesta social criminalizada, compensación con regalías desconocida y expropiada. Todo esto con el auspicio de unas débiles instituciones del gobierno y la justicia al servicio del gran proyecto de extracción de nuestra riqueza. Francamente no se sabe cuál de los dos cuadros es más aterrador, si este o el de los agonizantes chigüiros en las sabanas de Paz de Ariporo.
*Concejal de Yopal