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¿Qué celebramos?

¿Qué celebramos?
Por Oscar Medina Gómez*

Al segregarse oficialmente de Boyacá -el 15 de mayo de 1974, cuando era presidente Misael Pastrana Borrero, quien a través de la Ley 19 de 1973 dio vida a la división territorial- se conmemoran 40 años de la independencia administrativa de Casanare.

Han pasado no solo 4 décadas de ese desmembramiento que le tocó a los boyacenses. También han llegado a los erarios departamental y municipales cerca de 17 billones de pesos. Algo así como 17 mil millones de dólares. Y la verdad verdadera es que el desarrollo de la región no ha marchado a la par con esas toneladas y toneladas de dinero que han llegado. Fabulosa cifra que en físico no cabría en una tractomula.

Los que quieren tapar el sol con un dedo -con una alta dosis de cinismo y romanticismo trasnochado- dirán que Casanare tiene luz eléctrica, carreteras, acueductos, alcantarillados, gas natural, escuelas, centros de salud Eso, en parte, es cierto. Pero solo en parte. Porque hoy la realidad es distinta a la que pintan los políticos, gobernantes y funcionarios públicos que se han devorado los recursos públicos del pueblo.

Pues no es así. Basta con darle una revisadita al pésimo estado de toda la red vial departamental. Al descarado y humillante servicio eléctrico que brinda Enerca. A las decenas de acueductos impotables y centenares abandonados a su suerte. A las incontables escuelas y colegios públicos que amenazan derrumbarse y operan en condiciones de vergüenza para nuestros niños, quienes de paso son pésimamente socorridos con los tales restaurantes escolares. A los muchos municipios que carecen de alcantarillado óptimo y eficiente.

A un hospital con más de 130 mil millones invertidos -entre el edificio y el sucio leasing- , que desde hace 8 años está inoperante, mientras la gente enferma y con tubos en sus gargantas desborda los pasillos del viejo hospital. A una Yopal sin agua potable, por culpa de la rapiña de gobernantes y funcionarios locales y nacionales que quieren robarse una buena tajada del contrato de la planta de agua.

A una condición de inseguridad total, donde los ciudadanos estamos a merced de los bandidos y maleantes, no obstante dizque los multimillonarios recursos invertidos en vehículos y tecnología. A un edificio de la anterior Caja Popular Cooperativa, proyectado para ser la sede administrativa de la gobernación, donde ya se han despilfarrado 21 mil millones de pesos y le van a meter otros 13 mil. A un potrero llamado Parque de las Aguas, vergonzante ejemplo de la codicia de nuestros mandatarios. No sigo. Mejor paro porque esta lista de la infamia produce vómitos.

Ha pasado que de ese monumental ponqué de 17 mil millones de dólares que han llegado por regalías del petróleo, una gran tajada se la han robado los as) corruptos (as) mandatarios (as) , politiqueros y contratistas que han desfilado no solo por la gobernación sino por las alcaldías. Festín del que con toda seguridad han participado contralores, procuradores y fiscales que siempre dicen ser la salvaguarda de lo público.

Si es necesario y con tal de apropiarse de lo ajeno, en las últimas 2 décadas la región ha sido doblegada por un cartel de bandidos y bandidas. De ladrones disfrazados de gobernantes que le venden su madre y el alma al diablo. Es tan gigantesca esa orgía de la corruptela que ha alcanzado para que los diputados y concejales muerdan buenos trozos. Hasta los ediles y miembros de las juntas de acción comunal han comido. Todos, deslumbrados por el estiércol del diablo, copulan frenéticamente todos contra todas en colchones de billetes.

Nuestros “servidores públicos” no son más que saqueadores de lo público. Mafias del crimen organizado que se han robado sistemáticamente, los sueños de la gente, envileciendo no solo al pueblo sino las conciencias de sus protagonistas. Cosa que nada les debe importar. Claro.

Esta fecha no es entonces para echar discursos, ni alardear de historiadores por las emisoras, ni hacer remembranzas sensibleras, ni aplaudir desfiles, ni imponer medallas de latón, ni echar voladores ni destapar champaña, ni celebrar nada.

Es para repensar nuestro presente y estructurar mejor el futuro. Casanare y sus habitantes podríamos vivir mejor. Muchísimo mejor. En calidad de vida, desarrollo y productividad. Dinero lo ha habido. Pero las garras sucias y negras de l@s corrupt@s lo han impedido. ¡Miserables canallas! Digo yo.

**Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública - Pontificia Universidad Javeriana


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