Por Leonardo Puentes*
La verdad Señor Presidente es que no es nada fácil promover su candidatura en Casanare ni decirle a la gente que hay que participar en las actividades democráticas. Los ciudadanos reavivamos nuestras esperanzas con las gestas históricas de humildes muchachos, como nuestros ciclistas, que a fuerza de tesón, disciplina, sudor y lágrimas se ganan la cima de manera limpia y nos hacen sentir orgullosos de ser Colombianos. Lastimosamente en la política no suelen llegar al podio los mejores; los que más se prepararon, los que más lucharon contra las dificultades o se hicieron notar por sus méritos, por su capacidad.
Qué lástima que en política las reglas sean otras presidente y usted lo sabe; la ley del más fuerte, del que más pague (o pegue), del que más manipule o más engañe, del que tenga el apellido o la plata suficiente para hacerse notar, no importa cómo la haya conseguido. En contraste con el apoteósico uno – dos de Nairo y Rigoberto, hoy Colombia tiene que elegir entre el de Zuluaga y usted presidente: esa sí que es una encrucijada en el alma.
Estamos entre su derecha, moderada, estilizada y arrogante, y la derecha extrema de su ex compañero de gabinete Oscar Iván Zuluaga, que proviene de un sector político con menos linaje y abolengos que el suyo, y quizás también con menos responsabilidad sobre los problemas históricos de Colombia, que esa aristocracia rancia que maneja los hilos del poder hace más de cien años desde la comodidad de los escritorios bogotanos; a la cual usted también pertenece.
La derecha de Zuluaga está convencida de su estrategia de guerra de aniquilamiento, así en ocho años no haya podido conseguirlo, y está igualmente convencida de la extracción sin restricciones de nuestro patrimonio natural y de la apertura comercial irreflexiva de fronteras a costa de los sectores productivos más rezagados (entre otras cosas por la inagotable cadena de omisiones y desaciertos gubernamentales); y ha promovido y auspiciado la salud y la educación como negocios, no como derechos; en fin, en mucho representa lo mismo que usted, pero a diferencia suya, presidente, está empeñada en continuar con el desangre humano y presupuestal de la guerra, tras la cortina de humo que ha servido por 60 años de excusa para hacerse elegir y para dejar de cumplirle a Colombia y a los colombianos con la principal función del gobierno: promover la equidad, eliminar la pobreza y hacer de Colombia un país viable social, ambiental y económicamente.
La gran ironía presidente es que usted salió elegido con los votos del sector que hoy quiere verlo fuera del poder a como dé lugar. Preocupan los alcances que ha tenido la campaña, los hackers; las acusaciones sin prueba que nos transportan a indeseables tiempos en los cuales en nombre de la patria (casi que para ‘refundarla’) era aceptado ‘chuzar’ y perseguir a opositores, desconocer las instituciones y poderes del Estado, validar falsas desmovilizaciones, asesinar de la manera más cruel a miles de jóvenes que ingenuamente se embarcaban en la búsqueda de un empleo transitorio y aparecían posteriormente dados de baja en zonas de guerra.
Preocupa inmensamente presidente, que en medio del sentimiento nacional de desamparo y desprotección, pudiera definirse nuevamente la presidencia con esa nostalgia de ‘autoridad’. Creo en una salida negociada al conflicto pero estoy seguro que el verdadero acuerdo de paz no se firma en la Habana, se materializa en Colombia, con las realizaciones sociales que innumerables gobiernos (incluido el suyo) no han podido o querido materializar; con empleo, vías, hospitales, universidades y hechos de gobierno que le devuelvan la confianza a un pueblo que hoy ni siquiera quiere votar, que ya no le cree ni a usted ni a la clase política que lo rodea, incluyendo la de su antiguo mentor y hoy furibundo opositor.
Con algo de desazón y poniendo por encima de cualquier consideración el derecho que tenemos los colombianos a vivir en un país en paz, votaré por la paz negociada, con la convicción plena que no hay otra forma de terminar esta guerra infame y que si la hubiere, es mucho más larga, dolorosa, costosa y trágica para todos los Colombianos. Votaré pensando que no es una opción prolongar esta barbarie.
*Concejal de Yopal