Por Enrique Galán Roa*

Aún resuena el eco de la noticia más importante de los tiempos recientes: se logró en La Habana un acuerdo para eliminar el uso de la violencia política en Colombia, y en CASADEPAZ, la corporación integrada por la Cámara de Comercio de Casanare, la Red de mujeres de Casanare, CORDEPAZ, la Diócesis de Yopal, Matademonte, UNITROPICO y el Vicariato apostólico de Trinidad, nos alegra saber que gracias al acuerdo no habrá más acciones ofensivas, ni hostilidades ni afectación de la población civil por los actores armados.

Estamos en tiempo de cese al fuego y se aproxima el fin de la guerra fratricida, pero la paz aún está lejos. Una cosa es hacer las paces con la insurgencia y otra muy diferente es construir la paz estable y duradera.

Cuando formulamos con la sociedad civil la Estrategia de desarrollo y paz de Casanare, se identificó la necesidad de soñar el futuro del territorio desde sus propios pobladores. Por eso estamos trabajando con otros por la paz territorial, que se construye de abajo hacia arriba y no debe ser una imposición del centro a la periferia.

En un país multicultural y de regiones, la construcción de paz debe hacerse entre los diferentes actores del territorio. En efecto, nuestro Programa de Desarrollo y Paz trabaja por construir nuevas relaciones entre actores y empoderamiento de las organizaciones locales. Nos anima el desmonte de las trincheras y la construcción de puentes y relaciones de respeto con los que piensan diferente.

Nos interesa que el acuerdo de La Habana en el corto plazo y la construcción de paz en el largo plazo, tengan una Pedagogía clara e información verídica, para que los ciudadanos estén bien informados y tengan criterios para tomar libremente sus decisiones personales, en el momento de refrendar los acuerdos. La pedagogía permite resolver las dudas y generar confianza hacia el proceso de paz, que es una oportunidad histórica difícil de lograr y difícil de repetir.

El escenario que se avecina, facilita la transformación ética y política hacia una sociedad respetuosa de los Derechos Humanos, capaz de asumir la reconciliación y reglas para la no repetición de la tragedia. Por eso vemos necesario pensar en una nueva institucionalidad, acorde al reto de reconstruir una democracia más profunda e incluyente. Esto significa que si continúa el desastroso fenómeno de la corrupción no habrá paz. Solo con un manejo transparente de lo público y un ejercicio de la política Responsable y Honesto, tendremos las condiciones para alcanzar los niveles de Desarrollo Humano Integral, la convivencia pacífica y la justicia social que merecen los pobladores de Casanare.

En Casanare no tendremos Zonas Veredales Transitorias para la Normalización, pero si hay municipios duramente afectados por la pobreza y la violencia del conflicto armado, y necesitan la presencia del estado social de Derecho que les garantice el goce pleno de los Derechos Humanos a sus pobladores. Una agenda territorial de paz debe reconocer esta situación.

Manifestamos nuestra complacencia por los avances en la negociación, en el entendido que apenas se empiezan a dar los primeros pasos de un largo camino por recorrer, y que para llegar a una paz completa faltan otras paces. Ojalá el ELN escuche el clamor de esa sociedad civil desarmada a la cual ellos esperan tener en el centro de las próximas negociaciones de paz, y abandonen de una vez y para siempre la ignominiosa práctica del secuestro.

En esta, que es la hora de la sociedad civil, desde CASADEPAZ reiteramos nuestra invitación a las organizaciones sociales y comunitarias, a los gremios, empresarios y la academia, y por supuesto a los mandatarios y personas del sector público, a participar activamente en los escenarios de formación y de debate, en los cuales nos debemos encontrar para concertar la construcción de las agendas de paz territorial y la visión de futuro que deseamos para Casanare y sus pobladores.

*Director Ejecutivo Casadepaz