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De Frente - Juicio público

De Frente - Juicio público
Por Oscar Medina Gómez

“La paz ya no es un sueño. La tenemos en las manos.” dijo Santos. “Que este sea el último día de la guerra” acuñó alias Timochenko. Felicidad infinita ocurrió en La Habana el 23 de junio de 2016, cuando con invitados tercera se anunció y firmó el Acuerdo para el Cese Bilateral y Definitivo del Fuego. El plato fuerte de las negociaciones que hace cerca de 4 años –a un costo diario de 121 millones de pesos- adelanta el gobierno santista con los terroristas de las FARC en esa isla caribeña, fortín de los dictadores Castro.

A oídos de cualquier despistado, desinformado o iluso tremendas frases de tan alto significado, salidas de las bocas de este par de cínicos personajes, le suenan y saben a gloria celestial. O a un paraíso terrenal con nombre propio: Colombia. Pero millones de ciudadanos -entre ellos usted que me lee- sabemos que todo es física, pura y demostrable mentira. Ambas partes –Santos y Timochenko- necesitan oxígeno para seguir viviendo.

El uno porque es un presidente que políticamente está moribundo. Es el más impopular y carente de respaldo en toda la historia colombiana. Y, además, se cree el mesías. Quiere “consagrarse” en los libros como el hombre que firmó la paz. Y el segundo sabe que a sus 63 años ya es un anciano en ciernes. Un comandante sin unidad de mando entre sus segundos en línea. Líder de una manada de bandoleros sin ley, donde cada jefe de cuadrilla actúa anárquicamente, animado solo por el dinero fácil.

Una paz impune y sucia de la que Santos alardea que será el pueblo quien finalmente diga si la respalda o no. Claro: a finales del año pasado, con un Congreso arrodillado -integrado mayoritariamente por bribones- le aprobaron un Plebiscito especial para la paz, diseñado milimétricamente para que cuando el pueblo lo vote, el Sí pase sin problemas. Roy barreras, alias el camaleón, mafiosamente logró que el umbral electoral que hoy exige la Constitución Política –el 50 por ciento del censo electoral vigente- se redujera al 13 por ciento. Mas claro: de 17 millones de votos apenas se requerirán 4.4 millones. Es decir, por obra y gracia de la paz se tumbaron 12.6 millones de papeletas. Así, con cartas marcadas bajo la manga, quien no… ¡Oh paz, interés supremo de la Patria!

Las 23 Zonas veredales de ubicación transitoria y 8 campamentos escogidos para la ubicación de los criminales farucos, mientras entregan las armas y se les “reintegra” a la vida civil, fueron impuestos por las FARC. Durante 6 meses vivirán allí a cuerpo de rey, pasando por encima de quien sea. Ahora son “combatientes desmovilizados de la paz”. El ejército y la policía no podrán ni mirarlos, ya que los acuerdos señalan que en esa especie de “fortines institucionales del delito” la fuerza pública no tendrá injerencia. De hecho, los alcaldes y gobernadores no fueron consultados –y menos la gente- para conversar sobre la inminente llegada de los delincuentes. Prácticamente a los mandatarios se les obligó a cumplir las órdenes santistas. Perdón: de las FARC .

La inseguridad total que hoy se vive por cuenta de atracos, secuestros, robos, asaltos, abigeato, violaciones, extorsiones, etc- aumentará exponencialmente.

Ciudadanos honestos de departamentos como Antioquia, Casanare, Meta, Cauca, Norte de Santander, Chocó, Nariño, Putumayo interactuarán felizmente con sus propios verdugos. En un banco o en un parque o en un supermercado será fácil encontrase con el asesino de mi hijo o de mis padres o de mi hermano. Habrá que saludar de mano y sonreír a cerca de 8 mil malechores que Santos sembrará en las “zonas de ocupación”. ¡Oh paz, interés supremo de la Patria!

Como si fuera poco, la Fiscalía cesará toda orden de captura e investigación que pese sobre cualquiera de los asesinos que estarán en esos sitios. Y una amnistía liberará de las cárceles a centenares de farianos, para que vayan a vivir plácidamente a las Zonas veredales de ubicación transitoria y los campamentos de paz.

Entiéndase a que sigan delinquiendo, emborrachándose, drogándose, violando niñas. Con permiso del gobierno santista para hacerlo. El exfiscal Eduardo Montealegre hizo bien la tarea. Es secreto a voces que era una especie de ventrílocuo de las FARC. Por eso dejó montado todo el andamiaje legal para que sus camaradas no tuvieran problemas. Era lo menos que le tocaba hacer.

Fácil le queda a alias Timochenko recitar como loro borracho grandilocuentes frases de paz y amor. Ahora, en la decadencia de su vergonzosa vida, lleno de dinero robado al pueblo colombiano, le urge buscar refugio seguro en la vida civil. Antes de que la bala de un soldado del ejército lo mande derechito al noveno infierno de Dante. Lo mismo piensan alias Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Andrés Paris, Rodrigo Granda, Jesús Santrich, Marco Calarcá, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Carlos Antonio Lozada, Miguel Ángel Pascuas y Romaña, entre los más notorios.

Todos con infernales, repugnantes y asquerosos repertorios de criminalidad que incluye pederastia, violaciones a mujeres, homosexualismo obligado, cilindros bomba, secuestros, extorsiones, asesinatos en masa, abigeato, bombas en edificios públicos, narcotráfico, desaparición de seres humanos, crímenes de Estado.
Muchos son delitos incuestionables de lesa humanidad. Una interminable lista de aberraciones humanas que el presidente Santos, de un solo plumazo, en su megalomanía e insensatez, consideró que eran delitos menores. Las más de 200 mil víctimas mortales le importaron un pepinillo. ¡Oh paz, interés supremo de la Patria!

Santos, al mejor estilo de curtidos delincuentes, muestra su real cara amenazando y chantajeando a la ciudadanía diciendo que si no se concreta la paz con las FARC, vendrá una guerra urbana inimaginable. Y que por lo tanto tendrá que crear más impuestos para financiar, sostener y luchar contra los alzados en armas. ¡Qué manera tan rastrera la de jugar la partida! ¡Que bajo ha caído usted Presidente!

Y viene la ñapa: Santos ya tiene listo el circo con la banda terrorista del ELN. No lo duden. Esa puesta en escena será en apenas unas semanas.

Lealtad, respeto, honestidad, justicia, paz, dignidad por él, por los ciudadanos y por la Patria son palabras sagradas que para Juan Manuel Santos Calderón son una burla. Son palabras que no le dicen nada. Para mí, como para millones de colombianos, es la más grande vergüenza histórica que haya registrado Colombia. Es él quien merece un juicio público por el daño irreparable que le está causando al país. Digo yo.

*Periodista



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