Por Oscar Medina Gómez *
No es venusiano ni marciano o algo parecido. Es terrícola. Como usted. Como yo. Por lo tanto, es elemental que despierte odios y amores. Más, tratándose de un político con más de 3 décadas de trayectoria. Expuesto diariamente al juicio público.
Como concejal, senador, ministro del interior, de vivienda, vicepresidente de la república, ha dejado huella de trabajador disciplinado. Sus obras y ejecutorias son su mayor carta de presentación. Millones de colombianos saben que conoce milimétricamente todos los rincones de nuestra geografía y las apremiantes necesidades de sus habitantes. Por eso cuando habla genera respeto y transmite autoridad. No burlas y desaprobación, como ocurre con Juan Manuel Santos con sus tataretas y mentirosas peroratas.
De ahí que, con sobradas y merecidas razones, tiene todo para ser el próximo Presidente de la República. Es de los muy contados verdaderos hombres que, además de autoridad, tienen experiencia, capacidad, liderazgo para agarrar las riendas de la Nación y enderezar el rumbo. Un trabajador de casco, guantes y botas que sabe y siente las necesidades de la gente. Que conoce a fondo y le cabe la Patria en el cerebro y en el alma.
Como cabeza mayor del Ministerio de Vivienda y como Vicepresidente de la República fue el responsable del desarrollo de la infraestructura vial, férrea, portuaria y aeroportuaria del país. Decenas de obras hoy en construcción, a lo largo y ancho del país, siguen adelante. Hay están en ejecución las modernas autopistas 4G, mejoramiento de puertos fluviales y marítimos, los viaductos y túneles en las tres cordilleras… Y, claro, los resultados del programa de vivienda Mi casa ya, son incuestionables: más de 100 mil familias necesitadas disfrutan hoy de vivienda propia.
Jamás ha estado envuelto en escándalos de corrupción o “chanchullos” asquerosos como Odebrecht, Foncolpuertos, Reficar, Isagen y un largo etcétera. Y eso que sus manos han manejado multimillonarios presupuestos y firmado centenares de jugosos contratos. A cualquier otro se le hubiera hecho “agua la boca” de la ambición. Colombia necesita sin demora un Presidente que realmente se enfrente a las mafias de la corrupción ¡el mayor de los males!
El 21 de marzo último, cuando renunció a la Vicepresidencia de la República, las encuestas lo ubicaban en el tercer lugar de preferencia en la intención de voto para la Presidencia. Pero él tiene claro y calculado el paso dado. Sabe que la gente lo respalda. Por eso hoy, a un año de las presidenciales, ya está trepado en el primer lugar de todas las firmas encuestadoras. Y de ahí no se bajará. No en vano es uno de los políticos que por varios lustros ha mantenido y fortalecido su imagen positiva.
En temas tan espinosos y antipopulares como los diálogos de paz entre Santos y las FARC y la Reforma Tributaria, supo deslindarse y tomar distancia a tiempo. De hecho, cuando tuvo que sentar su posición frente al país lo hizo sin titubeos. Así Santos se mordiera los codos de la bronca. Como ocurre con el sentir de millones de colombianos, está convencido que lo pactado en La Habana dejó un sin sabor a injusticia para el pueblo y complacencia para los terroristas que por más de 5 décadas han azotado y martirizado a los colombianos. Por su puesto: bienvenida la paz. Pero sin impunidad.
Sus enemigos políticos lo tildan de cascarrabias, malgeniado y burdo. ¡Pamplinas! Lo que tiene es carácter, cojones y altas dosis de franqueza. Dice las cosas sin rodeos y cuando toca. ¡Al pan pan y al vino vino! Es que su formación académica, seriedad profesional y capacidad política no exigen menos. Pero no lo hace descrestando calentanos o como el más hábil encantador de serpientes, sino con argumentos, claridad conceptual y propuestas realizables.
De pusilánime y timorato, no tiene un pelo. Insisto: tiene autoridad. Es quien toma las decisiones, así resulten impopulares y hasta dolorosas. Escucha consejos, pero no se deja mangonear de nadie. Esto, es una fortaleza clave en alguien que aspire a ser presidente de Colombia.
Aunque en el plano político ha tenido profundas diferencias con Álvaro Uribe Vélez, también los une propósitos comunes para el bien del país: la lucha contra el terrorismo de las FARC, el ELN y organizaciones criminales similares es un ejemplo. Tan es así que como senador apoyó a Uribe en su primera presidencia del 2002. Y fue el líder más notable del uribismo en la legislatura de entonces. Su firme convicción y posturas frenteras por muy poco le cuestan la vida: en 2002 un paquete bomba le voló varios dedos de su mano izquierda. Y en 2005 un carro bomba le explotó muy cerca.
Su partido Cambio Radical tiene amplio respaldo popular. Como candidato de esa colectividad en la primera vuelta de las presidenciales de 2010 logro un millón y medio de votos. Sin coaliciones. A puro pulso. Y hoy está más organizado y fortalecido.
Colombia requiere de unos buenos “coscorrones” para que se corrija y enderece. ¡Si hace 7 años Germán Vargas Lleras decía que Mejor es posible, ahora El país lo necesita! Digo yo.
*Periodista.