Por H. Daniel Vega Barajas*
Así como un hijo pasa el día de la madre sin el ser que le dio la vida, así mismo pasa un maestro sin sus estudiantes; niños y niñas que son la razón de ser de su profesión y por quienes los maestros (educadores y educadoras) diariamente se esmeran y esfuerzan en la difícil tarea de educar.
El 15 de mayo, es un día celebre por tratarse del homenaje a quienes educan: los maestros y maestras, quienes por razones que más que justificadas, son lógicas, han salido a las calles a exigir lo mínimo del gobierno nacional, lo cual podría resumirse de manera casi arbitraria y excluyente -al ser muchos más-, en los siguientes aspectos: Calidad educativa, mejoramiento en el sistema de salud, y un estipendio que dignifique su profesión.
Siguiendo con lo anterior, el colombiano común y corriente, como el que quizás lee estas líneas, tiene muchas razones por las que protestar, dado el ineficiente y paquidérmico gobierno y sus representantes.
En esta ocasión lo hacen los maestros y las maestras del sector oficial que como gremio conjunto han decidido hacer un cese de actividades que ya completa casi una semana, una semana en la que más de ocho millones de niños y niñas no van a la escuela, y en la que el gobierno nacional esgrime la culpa a los maestros, etiquetándolos como interesados y soberbios, cuando la realidad dista de la especulación hecha por algunos medios de comunicación, que reducen el paro de maestros a la inconformidad por el salario, cuando a decir verdad no sólo se les debe un reajuste a los profesores sino a todos los funcionarios públicos, menos a los congresistas y parlamentarios que se suben el sueldo a su beneplácito.
Los maestros protestamos por una educación de calidad que limite la cantidad, de qué sirven tantas escuelas y mega colegios, sino se cuenta con los elementos básicos para dar un buen servicio educativo, nuestras escuelas adolecen de implementos deportivos, de elementos de laboratorio, de aulas de practica para los convenios con otras instituciones como el SENA, y esta lista se hace aún más larga si consideramos entre otras cosas la falta de recursos para administrativos, el deterioro de las aulas y la nula participación operativa del Ministerio de educación nacional.
Al hablar de calidad educativa, no solo se debe hacer referencia a las dimensiones del conocimiento, medido a través de las pruebas del estado, sino que se debe pensar en una escuela integral, donde haya lugar para el aprendizaje en condiciones óptimas, sin aulas que se inunden, sin riesgos para la salubridad de nuestros estudiantes, donde al niño no se le niegue un plato de comida y donde los corruptos no se apropien de los dineros que le corresponden. Una educación de calidad, conlleva que los docentes y estudiantes se sientan a gusto en sus escuelas y que las vean como el mejor lugar para su convivencia, su enseñanza y aprendizaje.
Por otro lado, se encuentra apostado el sistema de salud de los maestros, hay quienes, sin conocer el sistema de salud del profesorado lo catalogan como “régimen especial”, aun cuando en los boticarios de los municipios no se encuentran ni siquiera los medicamentos más básicos.
Para el 2017, hay en la lidia, recursos que superan los 5 billones de pesos para contratar la salud, sin embargo, el gobierno dilata los procesos de contratación, para así causar el vencimiento de términos y poder otorgarle esa suntuosa suma al oferente de su preferencia, sin embargo en todas estas luchas siempre ha estado el magisterio organizado a través de organización como FECODE, que más allá de ser sindicato es federación y lucha por los derechos colectivos de los maestros y ha logrado unificar al históricamente dividido gremio de maestros y ha puesto sobre la mesa de negociación los pliegos de quejas y reclamos por una mejor salud de todos los maestros en Colombia, desde quienes viven en la punta de la guajira, pasando por nuestros hermosos llanos, hasta quienes hacen patria educando en lo más recóndito de nuestras selvas del Amazonas y todo el territorio nacional.
Finalmente, como el últimos de los puntos resumidos y no siendo el menos importante, se encuentra el salario de los maestros, quienes han visto y sentido al igual que todos los colombianos, el aumento en el IVA, aumento en la gasolina, aumento en los impuestos, aumento en los precios de los productos básicos de la canasta familiar, pero no han visto desde enero del presente año el aumento en ni siquiera 1 peso de su salario.
Los maestros se merecen por derecho propio su calidad de vida, la posibilidad de estudiar y seguir superándose, la posibilidad de invertir en sus comunidades y que se le dé prioridad por cuanto forman la sociedad del presente y del mañana. Por eso consideramos que es una triste realidad, que los maestros colombianos siendo funcionarios públicos, no les corresponde ni en un mínimo la posibilidad de tomar decisiones sobre su salud, sobre las políticas educativas y menos aún sobre su salario, pues el gobierno nacional todo lo impone y al final todo lo decreta.
Los maestros desde la escuela enseñamos para que nuestra sociedad sea mejor y se le respeten sus derechos, para que la sociedad viva de pie y no arrodillada, para que nuestros hijos e hijas vivan en la realidad y no en sofismas, que tengan independencia -por lo menos en su opinión- y que lideren desde la escuela las transformaciones sociales y de pensamiento que se requieren.
Por ahora vale decir que, aunque los colegios públicos estén en paro, la educación sigue, pues es en la casa donde nuestros niños y niñas aprenden de sus primeros maestros- sus padres- a ser mejores personas, luego mejores ciudadanos, en algunos años, mejores adultos y mejores padres, todo esto llevará a que un día en el mes de un año no muy lejano seamos no solamente la Colombia, mejor educada sino también la más justa, equitativa, pacífica y próspera.
*Docente.