Por Oscar Medina Gómez*
Es claro, no se discute, que ni el Presidente de la República, un gobernador o un alcalde tienen que saber y conocer al detalle de la organización de eventos masivos en los que tengan que intervenir. El protocolo lo manejan y deciden, supone uno, personas expertas. Conocedoras de quién es quién y cómo se debe actuar sin cometer errores. Ya por demasiada elasticidad o por rigidez extrema.
Eso de a quién sentar o descabezar de la mesa principal. O de quiénes echan discursos o a quién se invita, son asuntos en los que los mandatarios poco o nada intervienen. No obstante, hay algo que se llama sentido común. O lógica de las cosas. Que si no se aplica cuando del protocolo oficial se trata, pues genera serios problemas. Eso fue lo que ocurrió el pasado martes 18 de diciembre, en San José de Pore, Casanare. A 77 kilómetros de Yopal.
Ante centenares de ciudadanos casanareños y de otros departamentos, campesinos descalzos y ensombrerados, gente del común y sin aderezos, invitados especiales y lagartos hambrientos, los casanareños fuimos objeto de un gigantesco atropello. De una cachetada infame en nuestra propia cara y en nuestra propia casa. Canallada transmitida en directo por radio y televisión para millones de personas en todo el país.
Con empujones y altanería no sólo se le impidió el ingreso a Marisela Duarte -esposa del gobernador Alirio Barrera-, a un sitio preferencial del evento. Al mismo gobernador tampoco se le permitió subir al escenario y sentarse junto al Presidente. En cambio, allí sí tuvieron asiento la esposa de Duque, la vicepresidenta y la Ministra de Cultura.
Con justa reacción, el gobernador montó en cólera y se levantó del lugar que le habían asignado, Y se acomodó junto a su mujer. Y a pesar de que Duque lo mandó llamar varias veces –tratando de remendar el hueco del irrespeto-, Barrera se mantuvo firme y no subió a la tarima principal.
Es inaceptable que luego de una dura tarea de cabildeo adelantado por la senadora Amanda Roció González y del gobernador Barrera, para que le dieran a Casanare el honor de esta conmemoración –que se la iban a dar a Cartagena y que se extenderá durante todo el 2019 por otras regiones del país-, le hayan pintado así la cara a los casanareños. De Bogotá vinieron y nos patearon el culo, nos escupieron la cara y se nos rieron de frente en nuestra propia casa. Y eso que Alirio Barrera es el único gobernador del Centro Democrático. Y que fue con bastantes millones de pesos del presupuesto departamental que se pudo organizar el evento.
Valió huevo toda la palabrería de Duque sobre el inicio de las celebraciones de los 200 años exactos de la gesta libertadora que encabezaron Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. Militares que, en 1818, se dieron cita con sus tropas en San José de Pore para planear la libertad.
De nada sirvió que el Presidente hubiera recordado la lucha del coronel Juan Nepomuceno Moreno–Gobernador de Casanare nacido en La Fragua, hoy La Paz del Ariporo-, y a los 14 lanceros comandados por Rondón y su heroico coraje contra los ejércitos realistas de Barreiro en la Batalla del Pantano de Vargas. Fue de relleno su ensalzada al hablarnos de Congreso Provincial y la posterior Proclama de Pore, hechos que declararon al municipio temporalmente como capital no solo de la Provincia de Casanare sino de la Nueva Granada. Fue hipócrita Duque cuando nos engolosinó con eso de que “Colombia le debe la libertad a Casanare”.
Como se dice vulgarmente, los magos y magas del protocolo que le acompañan ¡la cagaron! No podía ser menos: todo fue planeado desde Bogotá por ignorantes figurines de medio pelo. Que no saben un carajo de historia y menos de la palabra respeto. Que confunden una negra en bola, con una bola negra. El desplante con el gobernador y su esposa Marisela mereció sendas notas en medios tan influyentes como la Revista Semana y los diarios El Tiempo y El Espectador.
Pero yendo más allá de esa ofensa, Señor Presidente: el bicentenario no debe celebrase con discursos patrióticos, himnos, izadas de bandera, danzas del folclor criollo y condecoraciones “post mortem” a los héroes caídos. No señor. Casanare, Arauca, Boyacá y Cundinamarca –tierras por la que pasó Bolívar y sus limosneras, pero imbatibles tropas para libertanos- exigen de usted inversiones reales y concretas en muchas áreas. No pajaritos de oro.
Millones de personas están cansadas de las promesas incumplidas por los presidentes de turno. En todas las áreas de inversión. Un ejemplo basta: hace por lo menos tres décadas que desde el Palacio de Nariño se viene alardeando, prometiendo terminar la vía del Cusiana (Yopal, Aguazul, Sogamoso, Tunja, Bogotá). Lo mismo que ampliar y modernizar la carretera alterna a Bogotá, que de Yopal conduce a la Sabanalarga, San Luis de Gaceno, Guateque, El Sisga y Chía.
Ni qué decir de recursos nacionales para hospitales, escuelas, tendidos eléctricos y de gas, viviendas…La poca plata que llega es peleando a brazo tendido. Y cuando llega, se la roban los gobernantes y los contratistas.
Duque en Pore fue uno más de esos que apenas son bla, bla, bla. Ni por equivocación habló de inversiones para el departamento. Es que para el gobierno nacional Casanare sigue siendo un cagadero. El desprecio y olvido por el desarrollo de los casanareños es evidente. Los presidentes miran a esta región sólo con apetito utilitario de tipo electorero. Porque ahora, ni regalías petroleras tenemos.
El Bicentenario de la Independencia debe celebrase es con inversión. Con obras de beneficio social, que impliquen desarrollo real para Casanare, Cundinamarca, Arauca y Boyacá. Y para todo el país. No con insolencias e irrespetos, medallitas de latón y palabritas emocionales de heroísmo. ¡Así no Presidente Duque! Digo yo.
*Periodista
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