En una clase de Derecho Romano me explicaron que en la evolución de una sociedad, los mitos y las creencias desaparecen pero aun así se mantienen los ritos, lo que estoy a punto de creer le está pasando a la Nochebuena, la llegada del “Niño Dios” o al conocido 24 de diciembre, en donde curiosamente se ha venido extinguiendo la creencia cristiana o el “dogma de fe” sobre la llegada del Mesías, las novenas navideñas son cada vez más menos importantes, el discurso protocolario de los jerarcas de la iglesia Católica en los medios de comunicación cada vez son menos frecuentes, y la asistencia a la misa se convierte casi en la expresión de una minoría.
Y la pregunta: es válida una Navidad sin la creencia cristiana? Se puede compartir y crecer afectivamente sin el árbol de navidad y el pesebre? Es más, esta costumbre de fin de año puede continuar sin ningún tipo de creencia, sin importarnos la presencia de Dios y sin tener como centro lo que antes era un acontecimiento sobrenatural? No lo sé. La discusión está abierta.
Alguna vez le oí decir con molestia a un sacerdote que la sociedad se estaba inclinando por un “ente objetivo del bien”, desconociendo el rito específico del catolicismo (Padre, hijo y Espíritu Santo), lo que consideraba totalmente grave y hasta herético, lo que indudablemente estaría pasando con la celebración de la Navidad, en donde estaríamos más preocupados por ser buenos seres humanos, compartir de manera integral con la familia y estrechar lazos con nuestro entorno, pero curiosamente dejando de lado la salvación eterna o el cumplimiento de los deberes de todo buen feligrés.
A la Iglesia Católica le indigna esta tendencia y advierte sobre lo grave de alejarse de la creencia Cristina, pero más allá de si ese “bien objetivo” es acertado o no, es preguntarse por qué ese alejamiento creciente de la figura de la iglesia; y necesariamente uno creería que algo no anda bien, que los planteamientos de la iglesia no están respondiendo a las necesidades de la gente, que el esquema de la creencia cristiana se queda corta a las expectativas del individuo, o en otras palabras: la Iglesia Católica no ofrece soluciones a los problemas de cualquier persona.
En consecuencia, se haría necesario que la Iglesia Católica se reinvente para responder a los vacíos emocionales de la sociedad moderna, lo que no está distante del mensaje del Papa Francisco en su visita a Colombia, en donde se apartó un tanto del costumbrismo católico, e insistió en un mensaje tan sencillo pero tan enriquecedor como “no dejarse robar la alegría por nada”, y que causó un verdadero cataclismo entre católicos y no católicos, lo que ratifica que la iglesia puede todavía retomar su rumbo si interpreta las necesidades de la gente.
Coletilla: Estoy asistiendo sin falta a las novenas y a la eucaristía. Se lo prometí al Papa Francisco, cuando lo vi a escasos metros en Bogotá, en donde me impactó con su tranquilidad y sensatez en el mensaje. Sin duda, la creencia y los ritos católicos son una buena herramienta para la realización personal, así otras tendencias adhieran a ese “bien objetivo”. Una feliz navidad y un próspero año.
* Especialista en “Gobierno y gestión pública territoriales”, Pontificia Universidad Javeriana.