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DE FRENTE - Cuando salí de Cuba…

DE FRENTE - Cuando salí de Cuba…
Por: Oscar Medina Gómez **

No voy a hablar aquí de oídas, ni de lo que me contaron. Es lo que vi, sentí y padecí en un reciente viaje que hice a Cuba. Sabía yo que el régimen castrista tiene sometidos a casi 12 millones de seres humanos a toda suerte de necesidades básicas alimentarias y de comodidad -no solo de salud y educación vive el hombre- donde apenas un puñado de privilegiados gozan a sus anchas de los placeres que les da el trabajo y el dinero honesto que le arrebatan a diario a un pueblo sumiso. Prebendas por supuesto encabezadas por los Castro y su séquito de alabanceros, el buró político, ministros, militares y funcionarios públicos de nivel.

Con excepción de los lujos y confort de las cadenas hoteleras y de divertimento -a la que solo pueden acceder la rosca del poder cubano y los turistas extranjeros- allí no solo Fidel es decrépito. Todo lo es. Está congelado, quedado en la historia del tiempo y del abandono, desde el 1 de enero del 59 cuando los barbudos entraron a La Habana. A los pueblos y villorrios que recorrí es como si continuamente les arrojaran agua sucia y podrida a las fachadas de las casas. Se ven sucias y a punto o de derrumbarse. El aeropuerto internacional José Martí es vetusto, con oscuros y húmedos espacios y letreros que lo transportan a uno muchas décadas atrás. Los miembros de la policía -aunque distantes y poco conversadores- son respetuosos con los turistas. En sus miradas se les nota a mares la rabia, tristeza, sueños y resignación al tener que desgastar sus vidas bajo la mano injusta del tirano moribundo y su hermanastro Raúl, un vejete manipulable que apenas aprendió a leer y escribir cuando ya las babas se le escurrían por entre las comisuras de la sus labios.

Pero miren la contrariedad. Un estado que vive y lucha dizque por, para y por el pueblo, sencillamente no cumple con esta premisa clave. No obstante la autocracia y la estatización de todos los medios de producción - controlados por el gobierno lo mismo que la fuerza laboral de las personas- hoy Cuba en una especie de patria boba. No se sabe lo que es. Ni es chicha ni limoná. No es democracia. No es socialismo. No es capitalismo. Es, eso sí, tiranía. Impera la ley del rebusque -los isleños le llaman trapicheo- donde cada día el cubano sale a ver qué consigue para darle de beber y comer a sus seres queridos.

Obrero del campo o profesional todos tienen que trapichear en busca del Peso Cubano Convertible (CUC), moneda que circula desde 1994, y cuyo cambio es de un dólar. En 2004 el CUC remplazó al dólar, depreciando de paso al peso cubano tradicional. Un CUC son 24 pesos cubanos antiguos, moneda que apenas se puede utilizar para pagar la luz y el agua, pero no para comprar la comida. Esto toca hacerlo en CUC. Y conseguir uno de estos es cosa jodida caballero. ¿Saben cuánto paga al mes el salario mínimo cubano? ¡25 CUC. Es decir 45 mil pesos colombianos! “Ya te lo voy a decir…así mismo es”. Como dicen ellos.

Un recorderis: en 1991, a raíz de la estrepitosa caída del sistema político de la Unión Soviética -el padrino y alcahuete de Cuba, que le suministraba desde arvejas y petróleo, pasando por textiles hasta aviones y tanques de guerra- la situación económica se puso más grave de lo que era. Con un asfixiante bloqueo o embargo económico internacional implantado por los norteamericanos desde 1960 -como respuesta a los atropellos y expropiaciones que Fidel decretó contra los gringos y sus intereses empresariales- para cualquier cubano vivir allí era cosa heroica. El incipiente comercio isleño cayó en un 85 por ciento y miles luchaban por huir hacia los Estados Unidos. Mientras, los consentidos del poder comían caviar, tomaban whisky -que no ron- y fumaban Cohiba de 21 dólares cada uno.

Entonces a Castro le tocó en 1994 empezar a mirar más allá de sus barbas y sus tabacos. Entender que el mundo era más que él y una isla llena de gente pisoteada. Abrirse planetariamente para que el pueblo no se siguiera muriendo de hambre. La puerta se empezó a correr. A cuenta gotas la inversión extranjera comenzó a llegar, con fuertes cadenas españolas hoteleras y de turismo, por ejemplo. Luego, con la ascensión presidencial de Raúl Castro en 2006, desde 2008 a los ciudadanos se les dio permiso de montar pequeños negocios familiares de venta de ropa, artesanías y comestibles. Pero, claro, previo pago de altos impuestos al régimen en CUC. Incipientes reformas, sí. Pero algo es algo.

ta de control en mano, las bodegas oficiales del régimen donde reparten las escasas raciones alimentarias que envía la dictadura, se ven semanalmente atestadas por decenas de cubanos. Hombres, mujeres y niños acuden por la limosna humillante de la República Socialista Democrática y Popular. Cuando se puede, apenas reparten miserablesas. Para todo un mes a jóvenes, adultos y ancianos les dan, por ejemplo, 7 huevos, media libra de picadillo de carne de tercera, jamón de quinta, una libra de café, un kilo de arroz viejo, una libra de azúcar, media libra de pasta y una libra de arveja seca o garbanzos.

Y atérrense del internet. Contrario a la mayoría de países del mundo, donde viaja por cable submarino de fibra óptica de alta velocidad, en Cuba es satelital. Por lo tanto es lento y costoso. Una hora de servicio vale 10 CUC. Es decir, 10 dólares. O sea algo así como 18 mil pesos colombianos. Hasta hace poco y con precios inaccesibles, el régimen permitió al pueblo acceder a DVDs, computadoras y teléfonos móviles. En La Habana, ir lejos o cerca, una carrera de taxi vale 10 CUC, siempre y cuando sea en la ciudad.

Bueno. Debo bendecir La Habana. Con 2 millones de habitantes, este puerto en su zona vieja es historia pura y viva de América. En penumbras siempre -el sistema eléctrico cubano no es el mejor- hay que recorrerla a pie. Su arquitectura colonial es una mezcla de culturas trasvasadas por los españoles, moros, italianos, romanos, franceses, alemanes y griegos, Cada calle, esquina, museo, ronda, monumento, estatua, iglesia, plaza, callejón, galería, pasaje, patio, gárgola, arcada, puente…es viento de 500 años que se quedó atrapado en las Antillas soplando por todos los rincones de la ciudad. De noche los 9 kms y medio de su malecón son refugio oscuro de parejas de enamorados, de trabajadores y jineteras (prostitutas). Estas por 50 o 100 CUC brindan placer sexual a los turistas ahí mismo, al borde del mar.

En Cuba la gente está cansada y con rabia contenida de no poder opinar. De aguatar hambre. De trabajar para un Estado opresor y ladrón. De ser mancillada. De no poder decir lo que siente. O decirlo pasito. Al oído. Por miedo. Con un Fidel más muerto que vivo, y un presidente Raúl Castro pusilánime -pero al que se le abona su “transformación socialista” con miras a la democratización de la isla, así este hoy besándole las bolas a Chávez- a partir del año entrante las nuevas leyes cubanas permitirán que cualquier ciudadano salga del país como turista, en plan de negocios o a estudiar. El problema será tener los miles de CUC para hacerlo. Y que las embajadas otorguen los visados, tomando en cuenta el temor a que muchos de los viajeros no regresen a la isla.

¿Saben algo? En Cuba, de 100 personas a las que pregunté su opinión sobre el proceso de paz entre Santos y las FARC, 101 de ellas me respondieron con indiferencia sobre el tema. Muchas ni siquiera saben quiénes son los terroristas farucos. Y también a muchas el asunto ni le va ni le viene. Su preocupación es cómo seguir sobreviviendo en n un régimen totalitario, donde lo que pase en el mundo les vale huevo.

Con todo y lo que significa tener en la presidencia a un apostata y timorato Santos -que en procura de su relección está negociando una paz amañada con los terroristas de las FARC-, que acepta mansamente que los vejetes de La Haya despojen a la patria de casi 100 mil kilómetros de nuestro rico y ancestral mar territorial, prefiero esta, nuestra Colombia. Aquí, con la rabia que a los políticos y gobernantes corruptos casanareños les produce mi pensamiento, expreso sin miedo lo que pienso. Digo yo.

Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública
Pontificia Universidad Javeriana


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