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Vivir luego de un infarto: estrategias para un corazón fuerte y saludable

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la principal causa de muerte en el mundo, cobrando 17,9 millones de vidas anualmente. Más de cuatro de cada cinco muertes por ECV son causadas por infartos y accidentes cerebrovasculares, y un tercio de ellas ocurre en personas menores de 70 años. En Colombia, solo en 2024, las enfermedades isquémicas del corazón han representado el 16,8% del total de las defunciones. De hecho, entre 2021 y 2022 fallecieron en el país 1.166 adultos jóvenes entre los 20 a 39 años por esta condición, lo que indica que las ECV ya no son un tema que atañe únicamente a las personas mayores.

"No puedo dejar de subrayar lo importante que es que la gente reconozca hasta qué punto las enfermedades cardiovasculares, incluidos los infartos, nos afectan a todos como individuos y como comunidad. Puede que como individuos no padezcamos de una cardiopatía, pero lo más probable es que conozcamos a alguien que sí la sufre, tal vez un familiar u otro ser querido. Armarse de conocimientos que nos ayuden a reducir el riesgo de convertirnos en un futuro paciente y que evitemos sumar a esta estadística es clave", señaló Diana Díaz, Directora Científica de Novartis Colombia.

Un infarto se produce cuando una o varias zonas del corazón no reciben suficiente oxígeno. Esto ocurre cuando se bloquea el flujo de sangre. Algunos de los síntomas más frecuentes incluyen presión, dolor intenso en el centro del pecho que duran más de unos minutos, dolor o malestar que se extiende a los hombros, el cuello, los brazos o la mandíbula, dificultad para respirar, fatiga inexplicable y pulso rápido o irregular.

La mayoría de los infartos son causados por la enfermedad arterial coronaria (aterosclerosis), una acumulación de placa grasa en las arterias que suministran sangre al corazón. Esta acumulación dificulta el flujo sanguíneo, causando dolor y molestias conocidas como angina de pecho. Si la placa se agrieta, puede formarse un coágulo que obstruye la arteria, cortando el suministro de sangre y provocando un infarto.

El recubrimiento de las arterias se ve afectado por factores como el tabaquismo, la falta de ejercicio, la hipertensión y el colesterol o azúcar elevados. Algunos factores de riesgo, como la edad, el origen étnico, el sexo y los antecedentes familiares, no se pueden cambiar. Sin embargo, otros, como el tabaquismo, el colesterol alto, la diabetes, la hipertensión, el sobrepeso, la inactividad y la mala alimentación, sí pueden controlarse. Conociendo estos riesgos, es posible tomar medidas para prevenir un infarto, incluso en quienes ya han sufrido uno.

Después de experimentar un infarto, las secuelas pueden variar en gravedad y duración dependiendo del daño al corazón. Entre las más comunes se incluyen la insuficiencia cardíaca, donde el corazón pierde parte de su capacidad de bombear sangre de manera eficiente, arritmias, que son alteraciones en el ritmo cardíaco, y fatiga crónica. También pueden surgir problemas respiratorios, dolor persistente en el pecho, dificultad para realizar actividades físicas, y en algunos casos, daño a otros órganos debido a la reducción del flujo sanguíneo.

La doctora Díaz afirma que “sufrir un infarto es una experiencia que cambia la vida y que puede ocurrirle a cualquier persona, pero no significa el fin de una vida activa y plena. La recuperación puede ser un proceso largo y desafiante, pero también puede ser una oportunidad para hacer cambios positivos en el estilo de vida que permitan que quienes han sobrevivido a un infarto pueden vivir muchos años de manera saludable”

Por esto, nos detalla las 5 recomendaciones más importantes que una persona que ha sufrido un  infarto debe seguir:

1. Rehabilitación cardíaca: Después de un evento cardíaco, es crucial seguir un control médico riguroso, el 72,7% de los pacientes no saben cómo hacer el seguimiento de la enfermedad en casa. Trabajar con el cardiólogo en programas de rehabilitación cardíaca es esencial para recuperarse, adaptarse a un nuevo estilo de vida y controlar factores clave como la presión arterial y el colesterol. La rehabilitación reduce el riesgo de un nuevo infarto, mejora el bienestar y la calidad de vida.

2. Seguimiento con medicación: Asistir a las citas de control permite al equipo médico monitorear la recuperación del paciente. Seguir las recomendaciones y tomar los medicamentos prescritos correctamente es clave para manejar factores de riesgo como la hipertensión y el colesterol alto, y reducir el riesgo de otro infarto.

3. Nutrición saludable: Adoptar una dieta balanceada es otra pieza fundamental del rompecabezas. Intentar seguir una alimentación diaria rica en frutas, verduras, granos integrales, proteínas magras y grasas saludables, también evitar los alimentos que contengan grasas saturadas, ya que estas en particular pueden aumentar el colesterol LDL (colesterol malo). Así mismo es importante evitar comidas que puedan alterar la digestión.

4. Ejercicio regular: La actividad física, siempre bajo supervisión médica, es esencial para fortalecer el corazón después de un infarto. Los programas de ejercicio deben ser graduales y adaptados a las capacidades de cada paciente..

5. Control del estrés: Un componente clave es el manejo del estrés. El estrés constante puede tener efectos negativos en el corazón. Las técnicas de relajación, como la meditación y el yoga, junto con actividades recreativas, son recomendadas para mantener el bienestar emocional.

“Vivir después de un infarto implica una serie de ajustes y un compromiso con un estilo de vida saludable. Sin embargo, con el apoyo médico adecuado y un enfoque en la prevención, es posible disfrutar de una vida plena y activa. La clave está en tomar medidas proactivas para cuidar de la salud del corazón y en estar bien informado sobre la condición.” concluyó la doctora Díaz.




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