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DE FRENTE - ¿Borricos útiles?

DE FRENTE - ¿Borricos útiles?
Por: Oscar Medina Gómez **

22 de marzo de 2012: luego de quedar horriblemente mutilado y destrozado-perdió una mano, parte de sus brazos y de una pierna, uno de sus pulmones estaba agujereado, sus genitales quemados y sus intestinos rotos- Edwin Ricardo Molina Anzola murió dos días después de que le explotaran en su cuerpo las papas bomba que llevaba. Ocurrió en Tunja, en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC en plena protesta estudiantil. Tenía apenas 25 años y cursaba sexto semestre de Ciencias Sociales. Ese trágico martes los estudiantes conmemoraban 25 años de la muerte del también alumno de la UPTC Tomás Herrera Cantillo, el 18 de marzo de 1987, por tiros de revólver de un policía.

25 de marzo de 2012: a la una y media de la mañana una fuerte explosión en la localidad de Suba, en Bogotá, mató a tres estudiantes de la Universidad Pedagógica de Bogotà. Daniel Andrés Garzón Riveros, de 22 años; Oscar Arpos, de 19; y Zaida, de 20, volaron en pedazos. Dijo la policía que mientras consumían bebidas alcohólicas intentaban fabricar explosivos y papas bomba. Los muertos eran estudiantes de Ciencias Sociales de esa universidad. La detonación también cobró la vida de otras tres personas, vecinas del sector. Y muchos heridos. En el lugar se encontró propaganda subversiva de las FARC.

31 de marzo del 2011: fallece Andrés Arteaga, estudiante de sociología de 28 años, de la Universidad de Nariño, a causa de los graves daños que dejó en su cuerpo la explosión de artefactos caseros fabricados con pólvora negra mezclada con balines, tuercas, tornillos, piedras de río envueltas en papel aluminio, entre otros elementos comúnmente conocidos como metralla.

12 de octubre del 2011: una papa bomba mata instantáneamente al estudiante de medicina de la Universidad Santiago de Cali Jan Farid Cheng Lugo, de 23 años, que hacia parte de una marcha estudiantil.

01 de marzo de 2008: provincia de Sucumbíos, nororiente de Ecuador, en la frontera con Colombia. El ejército colombiano bombardeó un campamento terrorista de las FARC. En los más de 30 muertos -incluido el cabecilla alias Raúl Reyes- caen cuatro estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Juan González, Verónica Velázquez, Soren Avilen y Fernando Franco mueren despedazados a miles de kilómetros de su tierra natal. Lucia Morett, también mexicana, queda gravemente herida.

8 y 9 de junio de 1954: caen muertos el estudiante Uriel Gutiérrez Restrepo y nueve compañeros màs. Conmemoraban 25 años de la muerte de Gonzalo Bravo Pérez, un estudiante abatido por la policía. El ejército -comandado por el general Gustavo Rojas Pinilla- abrió fuego a diestra y siniestra contra los estudiantes que marchaban por el centro de la ciudad.

07 de junio de 1929: en Bogotá muere a tiros, disparados por la policía, el estudiante Gonzalo Bravo Pérez, en una manifestación estudiantil de rechazo al nombramiento del general Carlos Cortés Vargas como Comandante de Policía en esa ciudad. Este general es el mismo de la Matanza de las Bananeras en Ciénaga, Magdalena, el 6 de diciembre de 1928.

Este recorderis sangriento arroja un saldo fatal de estudiantes universitarios muertos todos por “causas y reivindicaciones sociales”. Esas que en la mayoría de los casos son hábilmente distorsionadas y manipuladas por especialistas agitadores -disfrazados de sindicalistas en no pocos casos- que hábilmente penetran en la mente y comportamiento de nuestra excitada juventud.

Caso concreto lo que hacen los terroristas de las FARC y otros grupos armados, en universidades públicas, como la Nacional, Pedagógica, Central, de Antioquia, UIS, etc. Se aprovechan de la inmadurez, ignorancia y fogosidad juvenil del estudiantado para venderles, mejor para inyectarles ideas de una revolución social que, está demostrado, por el camino de las armas y el terrorismo no conduce sino a una fosa común o al cementerio.

Las mentes nuevas de los estudiantes, ávidas de conocimientos, de conquistar y dirigir el mundo, constituyen posiblemente la riqueza social más grande de cualquier nación. Es su mayor tesoro. No tiene valía. Pero en Colombia lo estamos matando y desperdiciando a punta de balas de fusil y papas bomba.

Indudablemente en un país tercermundista como el nuestro -con casi 50 millones de almas, así el censo de 2005 diga que son 43- el pan diario está amasado con marcadas desigualdades sociales. Los ricos y poderosos, que controlan casi todo, apenas llegan a un 1 por ciento. Mientras tanto, mal contados, hay cerca de 32 millones entre pobres e indigentes. O miserables como les llaman los tecnócratas. Seres humanos que no ganan al mes ni siquiera el salario mínimo. ¡Qué va! Millones de familias sobreviven con 2oo o 300 mil pesos mensuales. Cifras escalofriantes, sobrecogedoras, que hielan la sangre.

Por eso la revolución estudiantil debe hacerse a través del debate ideológico, de la sana discusión en foros académicos, de propuestas de avanzada ante las instancias municipales, regionales y nacionales del poder gubernativo. De la construcción permanente de un país más justo e incluyente. El camino de la quema de buses, del vandalismo desbordado en los sistemas de transporte masivo, de los petardos en los almacenes y organismos estatales, de los paros universitarios por la Ley Nacional de Educación, la ley de Seguridad Ciudadana, o las tarifas diferenciales al transporte público, es equivocado.

Que los universitarios actúen como borricos útiles, como idiotas desbordados, sin saber realmente por qué y para qué protestan violentamente, es una soberana y peligrosa estupidez. Por esa vía se han apagado valiosas vidas. En un detonar macabro de las papas bomba y las balas. Para alcanzar las reivindicaciones y cambios sociales debe primar la razón. No la locura. De ahí que Colombia necesita estudiantes de mentes pensantes. No dementes estudiantes. Ese es el reto. Digo yo.

Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública Pontificia Universidad Javeriana - Columnista El Nuevo Oriente Y www.prensalibrecasanare.com


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