El viernes 29 de abril de 2016 con motivo de las actividades en homenaje al día de la tierra, docentes y estudiantes de varios colegios de Yopal, realizamos una noble tarea de contribuir con la reforestación del cerro, sembrando una variedad de árboles en la cumbre del cerro.
Como docente, historiador y analista social, me permito compartir con los yopaleños y demás lectores, unas reflexiones sobre el recorrido y trabajo realizado.
El jueves 28, llovió gran parte de la noche; de tal manera que la madrugada estaba fría y acompañada de algunas gotas de agua. El punto de encuentro para ascender fue cerca al hospital nuevo o la estación de Enerca. A las cinco de la mañana empezamos el ascenso hacia el cerro el venado.
Iniciamos la caminata por una vía pavimentada recientemente que va trepando por el cerro hasta cerca al monumento donde se encuentra una enorme imagen de la Virgen de Manare, patrona de los llaneros. Mi primera reflexión frente este hecho es que no debieron de pavimentar este recorrido. Hubiese preferido que construyeran por los dos costados de la vía sendas ciclo-rutas y por el centro un gran corredor cementado y empedrado ascendiendo en anchos escalones.
El pavimento tal vez beneficie a unas pocas familias que habitan por estos lares, pero el haber pavimentado hizo perder el placer de subir tranquilos trotando, caminando, retozando, montando bicicleta. La inseguridad para los caminantes se reflejó casi de inmediato; justo la semana pasada, bajó un carro como loco, sin importar la cantidad de gente que subía hacia el cerro, terminando en tragedia más adelante; y este accidente es apenas el comienzo de muchos incidentes que se irán a presentar. Creo que los beneficios eco turísticos serían mayores, si se hubiese construido en escalones la subida al monumento de la Virgen. Esa serpiente de pavimento rompió el hechizo de éste cerro que se constituye en el espíritu y fuente de vida de Yopal.
Antes de llegar al monumento de la virgen, hay un camino que desvía hacia la cumbre del cerro el venado. Por allí, ya se está rompiendo el espíritu de la montaña al continuar una vía para carros. Pronto empieza uno a andar un camino empedrado aunque en regular estado. Entonces, penetra uno en un santuario de la naturaleza; en un delirante paisaje donde se fusiona el canto de las aves con el ondulante volar de mariposas azules, el jugueteo de las aguas por entre las rocas, originando una música que relaja el cuerpo y el alma.
Cada vez que se va ascendiendo el camino es bastante dificultoso, por tanto el esfuerzo físico es mayor y entonces el ejercicio se hace más saludable. Los pulmones se abren para recibir el aire puro de la naturaleza y los tantos malos pensamientos se lavan con esa corriente fresca que oxigena nuestro cuerpo y nuestro espíritu; el recorrido es una verdadera catarsis física y espiritual. Aquí viene mi segunda reflexión; este santuario no debe ser intervenido con vías de comunicación. El cerro debe considerarse o declararse Patrimonio ecológico de la región. Pienso que quien quiera visitarlo hasta la cumbre, debe regirse por unos principios de cuidado y conservación; por tanto, y a lo sumo, debe mantenerse solamente un camino empedrado. De lo contrario, el ser humano considerado el mayor depredador de la humanidad, fácilmente y rápidamente romperá el equilibrio de éste embrujador paisaje y sería como cortarle las venas a un ser humano.
Al fin, se llega a la cima del cerro y se siente como en el cielo. Las nubes con su delicadeza de agua le rozan la piel, refrescándole el espíritu; entonces se siente abrazado por las nubes que lo rodean y luego pasan impávidas acariciando los cerros vecinos. Para terminar el éxtasis del paisaje, extiende su mirada al oriente y divisa un hermoso perfil de Yopal la gran Ciudad, mostrando la imponencia de su crecimiento.
Pero el cerro en realidad requiere ser reforestado y cuidado con el mayor celo. Aquí, en verdad es de resaltar la titánica y utópica tarea de don Emilio Lizarazo. El haber emprendido esta noble causa en favor quizás no de la naturaleza, sino de los habitantes que rodeamos el cerro, porque sin darnos cuenta el cerro nos alimenta con su gran producción de agua, el cerro nos cuida regulando vientos y temperaturas; como lo dijera premonitoriamente en el año 1936, Don José del Carmen Pérez uno de los primeros pobladores y forjadores de Yopal: “Yopal recostado contra el cerro,/ cual guerrero que contempla/ la extensión de la sabana,/ tus mujeres te cuidan con desvelo/ sitio ayer, corregimiento hoy, ciudad mañana”. En realidad, se requiere esa noble y grande tarea de sembrar árboles para contribuir con la reforestación del cerro. Es escasa la vegetación nativa en la cúspide del cerro, más no, en su recorrido de ascenso. En la cima apenas si hay algunos árboles de regular tamaño. Pero estando allí, me preguntaba: los árboles que sembramos y que vienen sembrando, son los adecuados para evitar la erosión, retener el agua y fortalecer los nacederos que hay cuesta abajo? son los arboles adecuados para este tipo de suelos?. Además, como este es un proyecto de vida, de generaciones, si se siembran árboles maderables, a futuro serán la codicia de la ambición humana. Dejo esta discusión para los ambientalistas, ecologistas, agrónomos, biólogos y demás saberes similares.
Cuidar el cerro el venado en realidad se constituye en una obligación espiritual, en una obligación material, porque esta montaña que cuida a Yopal, no debemos dejar mancillarla. Antes que fomentar el transitarla con mayor frecuencia, pensaría que debe ser controlada y vigilada las visitas hasta la cima del cerro, para que no contaminen o atenten con basuras, riesgos de incendios en verano y demás formas. Pienso que debe existir guarda bosques para que no vayan a tumbar los grandes árboles que hay en sus laderas. Es necesario ser aún más celosos en todo tiempo, especialmente en el verano.
Finalmente, es muy valioso que los jóvenes se compenetren en contribuciones como la de ayudar a proteger y conservar la naturaleza. Pues el verdadero sentido de vivir se describe cuando el ser humano es útil a su entorno, a su comunidad; mientras no descubra y ponga en práctica este sentido, seguirá siendo un depredador y explotador social, económico, político, religioso de su misma humanidad.