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Santos, ¿por qué no te callas?

Santos, ¿por qué no te callas?
Por Álvaro Puentes *

El pueblo Colombiano decidió mayoritariamente, como de costumbre, abstenerse de participar en la jornada electoral. Y los que votamos quedamos divididos en dos mitades producto de la desinformación, la arrogancia y la politiquería. Seis años de trabajo del equipo negociador y el anhelo de paz de los Colombianos se encuentran en el limbo.

Cuando oí al Presidente en Barranquilla diciéndole al público que ellos eran la novia que debía corresponder con votos las ayudas estatales escribí que si el acuerdo era aprobado sería de puro milagro. Inmediatamente publiqué esta pregunta en mis cuenta de twitter: “SANTOS, ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?” y lo dije en varias oportunidades, especialmente cuando volvió a desafiar con la famosa frase “Yo pregunto lo que se me dé la gana” y ni qué decir de su famosa amenaza del terrorismo urbano.

Mi primera conclusión es que Santos, con su bajo índice de popularidad, no tenía las condiciones adecuadas para convocar un plebiscito que en esencia es una decisión de carácter político. Además de su impopularidad por la venta de Isagen; los paros campesino y camionero, entre otros; el inoportuno debate de la identidad de género; el desbarajuste económico ocasionado por la baja en los precios del barril de petróleo; cargaba ya con una creciente inconformidad por algunas de las concesiones otorgadas en la Habana.

Sumado a ello se dejó contagiar del entusiasmo generado por el apoyo internacional, en relación con el cual, hay que decirlo, logró un éxito rotundo, lo que lo llevó a sobredimensionar su capacidad de convocatoria. Creyó que los partidos de la unidad nacional y el apoyo de los ciudadanos desinteresados eran suficientes para lograr un resultado arrollador.

Subestimó la reacción ciudadana y al igual que en el paro campesino que incendió con su famosa frase “el tal paro nacional agrario no existe”, esta vez dijo que podía preguntar lo que se le diera la gana, mostró abiertamente el uso del presupuesto para comprar adhesiones, presionó a los funcionarios públicos para apoyar el plebiscito y anticipó la fiesta con la máxima comitiva internacional antes que el pueblo diera su veredicto.

Los parlamentarios por su parte, que en su mayoría no saben hacer cosa distinta que comprar votos, a ésta convocatoria no le invirtieron porque igualmente creyeron que el asunto estaba liquidado y subestimaron la capacidad de indignación de los Colombianos frente a las salidas en falso de su presidente.

Las FARC por su parte se mostraron siempre arrogantes o más bien desafiantes en varios de los asuntos cruciales del acuerdo, como el reclutamiento de menores, la reparación de las víctimas, la dejación de las armas, el perdón a sus víctimas, etc. y ello también se constituyó en una provocación a los ciudadanos que votaron reactivamente a pesar de su indudable anhelo de paz.

Y como si no fuera suficiente los opositores liderados por Uribe y Pastrana se encargaron de elaborar una campaña sistemática de distorsión de los acuerdos, falsificación de sus contenidos y construcción de imaginarios muy sensibles a los ciudadanos del común que construyen su opinión emocionalmente.

Para comenzar dijeron que el conflicto armado no existía, que Las FARC eran el cartel de la droga más rico del mundo, que eran un grupo terrorista, que sin entrega de menores reclutados, concentración y cesación de actividades criminales en contra de la población civil, entrega de secuestrados, etc. no se debía abrir la mesa de negociaciones, entre otras afirmaciones, con mucho calado en la opinión.

En la media en que la dinámica de las conversaciones fue superando cada uno de los puntos que ellos cuestionaron, fueron elaborando su plataforma en contra del acuerdo que terminó centrada en tres temas básicos: justicia, participación política y tierras. De allí acuñaron sus frases célebres “SER PILLO PAGA”, “LOS AUTORES DE CRIMENES ATROCES NO PAGARÁN UN DÍA DE CÁRCEL”, “LE VAMOS A ENTREGAR EL PODER AL CASTROCHAVISMO”, “NOS QUIEREN IMPONER UNA IDEOLOGÍA DE GENERO”, “10 MILLONES DE HECTAREAS PARA LAS FARC”, “LE ESTAMOS ENTREGANDO EL PAÍS AL COMUNISMO”, etc.

Mi conclusión es: La gente votó contra Santos, desinformada y presa del miedo que infundieron habilidosamente los opositores al acuerdo. Hoy no veo cómo se puede producir una renegociación y tampoco una salida alternativa.

Una constituyente toma por los menos un año, no asegura absolutamente ningún resultado aceptable para acabar la guerra y en cambio puede ser una reversa a la Constitución del 91. Que el congreso o el propio gobierno hagan reformas y lo aprueben sin consulta es viable jurídicamente pero nefasto políticamente, y renegociar los puntos de justicia, participación política y tierras nos llevaría otros tantos años en la mesa, teniendo en cuenta los inamovibles ya conocidos.

Ojalá la mediación internacional nos saque de este atolladero, porque, en cualquier caso, un acuerdo aprobado sólo por un 18 por ciento de los colombianos es insostenible y puede ser el nacimiento de una nueva era de violencia.

*Abogado.


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