Por Oscar Medina Gómez

¿Y si Dios fuera mujer?

pregunta Juan sin inmutarse,

vaya, vaya si Dios fuera mujer

es posible que agnósticos y ateos

no dijéramos no con la cabeza

y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez

para besar sus pies no de bronce,

su pubis no de piedra,

sus pechos no de mármol,

sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos

para arrancarla de su lontananza

y no habría que jurar

hasta que la muerte nos separe

ya que sería inmortal por antonomasia

y en vez de transmitirnos SIDA o pánico

nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría

lejana en el reino de los cielos,

sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,

con sus brazos no cerrados,

su rosa no de plástico

y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío

si hasta siempre y desde siempre

fueras una mujer

qué lindo escándalo sería,

qué venturosa, espléndida, imposible,

prodigiosa blasfemia.

Benedetti nos plantea aquí mucho de lo que siempre he tenido claro y que pongo en práctica: que las mujeres son una de las razones exquisitas por las que vale la pena seguir dando la pelea. Como el vino, los libros, la música.  Esos placeres tan terrenales, pero al tiempo tan celestiales, que cuando te hundes en ellos sabiendo que te ahogas, literalmente no quieres salvarte. Sobre todo cuando de mujeres se trata.

Hembras a millones hay. Como los machos. Pero no basta con ser hembra. Hay que ser mujer. Honrar con altura y valentía tan costoso rótulo. Cuando la tentadora belleza física de una fémina se combina con inteligencia, astucia, sutileza, diplomacia, encanto, sagacidad, cautela y dosis suficientes de perfidia y maquiavelismo político ¡bingo! ¡Que tiemble el mundo!

En el pasado reciente de Casanare y de Yopal, sin duda tres mujeres han escrito y siguen escribiendo nuestra historia política. Son protagonistas contemporáneas de estos ruidosos y acelerados tiempos. Sobreponiéndose al tema meramente partidista, actuando sin mezquindades, miradas y conceptos pendencieros, nadie puede negar ni poner en duda que políticamente estas sugestivas mujeres constituyen hoy el amor y el odio, la pasión y la frialdad, el alfa y la omega de miles. ¡Las bajas y altas pasiones que pocos se atreven a gritar!

No entro a calificar individualmente su quehacer y logros políticos. ¡Sería ofensivo con estas confituras. Y no quiero indisponer a tan bellos pimpollos! Eso sí, desde su trinchera cada una ha procurado lo mejor para el departamento y sus habitantes. A las tres las conozco lo suficiente. Cuando se han equivocado en la toma de una decisión que significó la afectación negativa de la comunidad, esa equivocación jamás obedeció a un plan preconcebido donde primaron sus intereses personales o grupistas.

No hay día en que no se las vea cabildeando en su región o en otras ciudades, reuniéndose con la gente, echando discursos, gestionando con el gobierno nacional proyectos y recursos económicos. Proponiendo ideas para el bien de todos, realizando foros, congresos, conferencias y debates que tienen como propósito mejorar la calidad de vida de los casanareños. ¡Ellas siempre se dan la pela y la brega por Casanare!

Sí: ya veo a mis contradictores y difamadores escupiendo veneno sobre mí y sobre las tres damas: que me acomodo, que las tengo a todas abrazadas, que coqueteo con todas y a todas les soy infiel. Que las tres son corruptas y marrulleras, que lo piensan en ellas y en sus familias, que dónde están las obras de cada una. Que si patatín, que si patatán. Digan lo que digan, hablen lo que hablen, -con razón muchas veces- las tres están aquí. Son actrices de nuestro devenir político. Y es más y mejor lo bueno que han hecho que lo malo que se les pueda endilgar.

Cada momento, cada época tiene sus afanes y sueños. Cada día nos trae más retos para enfrentar y más ganas para seguir consolidando lo ya iniciado. En este 8 de julio cuando Yopal celebra sus 77 años -y apartándome un poco de aquellos que con su corrupción nos siguen desangrando y sin pensar en lo mucho que pudiéramos haber avanzado- a estas tres hembras y mujeres que se han entregado en cuerpo y alma por el desarrollo de la ciudad, hay que decirles –susurrándoles al oído o gritándolo duro- ¡Gracias!

Sonia Bernal, Lilian Fernanda Salcedo y Amanda Rocío González son mujeres casanareñas a las que hay que respetar, proteger y valorar plenamente. No sólo por la belleza que cada una encarna como hembra. Más, todavía, por lo que  como mujeres llaneras han dado y luchado para esta tierra que nos abriga.

Remarco: Ah mujeres… razones exquisitas, perennes y perturbadoras –como el vino, los libros y la música- para tenerlas siempre junto a uno. Digo yo.

*Periodista