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De Frente - Cruda y pura corrupción

 

 

Por Oscar Medina Gómez*


Un país plagado de funcionarios públicos ladrones. Donde hasta en el más insignificante cargo los empleados se roban los lápices, el papel para imprimir y los clips.  Donde el alcalde del más olvidado poblado, perdido en cualquiera de nuestras cordilleras, se embolsilla el flaco presupuesto contratando, por ejemplo, fiestas, ferias y verbenas con descarados sobrecostos mientras la escuela y el hospital se caen a pedazos por el abandono. Una nación donde los grandes hampones y corruptos -perfumados con Dior o Gautier y vistiendo trajes Amosu y zapatos Louis Vuitton- se ríen en la cara de millones de personas porque saben que con apenas 2 o 5 años de prisión domiciliaria “pagarán” sus delitos y saldrán limpios y puros a gozar de las toneladas de plata que les han arrebatado a todos los colombianos. Prisión, claro, -en sus lujosas casas, tomando wiski 21 años y comiendo caviar.

 

Este país, esta Colombia, no debe escandalizarse por lo que está ocurriendo hace muchas décadas en la carretera de 86 kilómetros entre Bogotá y Villavicencio. Una “obra espectacular y sin igual” dijo en 1995 el narcopresidente Ernesto Samper Pizano, cuando empezaron a avanzar los trabajos de la “nueva superautopista”.

 

Sí: la inestabilidad de la Cordillera oriental -sobre todo en invierno- ocasiona al año no menos de 200 derrumbes. Pero la protagonista de que colapse la vía no es la madre naturaleza. No señor. El papel estelar y realmente protagónico de esta historia sin fin se llama ¡corrupción! Claro y directo.

 

El país no debe escandalizarse, digo, porque como consecuencia de doña corrupción “es normal” que pase lo que está pasando. Y que esa vía se haya cerrado totalmente hasta, por lo menos, mediados de septiembre próximo. Así que es “normal” que los 13 mil vehículos -de pasajeros y de carga- que diariamente circulan por allí se paralicen. Es “normal” que por la inactividad vehicular se pierdan cada 24 horas no menos de 65 mil millones de pesos. Es normal que por miles de toneladas de carne (en pie y en canal), arroz, plátano, yuca, cítricos… y un interminable etcétera de productos perecederos se tengan que pagar fletes tres veces más caros hasta Bogotá (hay 7 peajes por Sogamoso) y en recorridos de casi 600 kilómetros, por rutas boyacenses igual de peligrosas.

 

Es “normal” que el cierre de la vía le cause cada día a la industria petrolera pérdidas estimadas en 15 mil millones de pesos, al no poder transportar los hidrocarburos por allí. Y 5 mil millones a los arroceros, y 4 mil a los palmicultores, y otros 5 mil millones a pequeños y medianos agricultores. Es “normal” que decenas de restauranteros, balnearios, hoteleros y comercio en general a lo largo de la carretera esté cerrando por enésima vez sus negocios: ¡No hay clientes!

 

Es “normal” que aerolíneas como Avianca y Satena aprovechen la crisis para subir sus tarifas literalmente por las nubes. Un pasaje -si es que se consigue- vale en promedio 550 mil pesos. Llegando incluso a valer más de un millón de pesos un solo trayecto (Bogotá-Villavicencio, o Bogotá-Yopal). En un país serio, ante una crisis vial como la actual, el gobierno congela las tarifas y obliga a los monopolios económicos a ofrecer pasajes al alcance de todos los bolsillos y con suficientes frecuencias diarias. En Colombia, al contrario, los gobiernos parecen estar confabulados con los dueños de las aerolíneas para que se aprovechen de la necesidad ciudadana y les hundan el cuchillo hasta la empuñadura. ¡Delincuentes, criminales del abuso!

 

Es “normal” que desde hace 25 años Coviandes -del grupo Luis Carlos Sarmiento Angulo- siga forrándose en oro, cobrando los peajes más costosos de Suramérica en una vía que da terror transitarla. Desde Ernesto Samper a Iván Duque, los sucesivos presidentes le han hecho adiciones multimillonarias al contrato (la cifra pasa de los 4 billones de pesos). Una concesión vial perpetua, donde es tan buen negocio para los privados que, por ejemplo, no están obligados a arreglar ni a intervenir y mantener en óptimas condiciones los 21 puntos críticos que se tienen claramente detectados en la carretera. ¡Esas intervenciones viales, como la que se demorará 3 o 4 meses por el cierre actual, las tenemos que pagar con impuestos todos los de a pie!

 

Si le creemos a la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI y a la Cámara Colombiana de la Infraestructura, es “normal” que el kilómetro lineal de la vía Bogotá-Villavicencio resulte ser también el más costoso del mundo: 100 mil millones de pesos (33 millones de dólares). Para que comparemos: se calcula que cada kilómetro del Metro de Bogotá valdrá 10 millones de dólares.

 

Es “normal” que, por cuenta de la corrupción, la carretera entre Bogotá y Villavicencio siga pariendo muertos como arroz. Hagamos memoria con un botón: 1974, antigua carretera al llano: el derrumbe de miles de toneladas de rocas y lodo sepultó vivas a 650 personas, la mayoría dentro de vehículos de carga y pasajeros.

 

Es “normal” que cada año los extensos llanos orientales de Meta, Casanare, Arauca, Vichada-más de la cuarta parte de Colombia -286 kilómetros cuadras- queden varados. Más de la cuarta parte del territorio nacional aislado por tierra. Las consecuencias no sólo las pagan los casi 1.7 millones de habitantes de esa inmensa región. También millones de personas en Bogotá y otras capitales del centro del país, que se abastecen de carnes, arroz, frutas, peces, aceite y productos de pan coger y que se ven obligadas a pagar altos sobrecostos.

 

¿Por qué en países con zonas donde las condiciones geológicas, geográficas y climáticas son, incluso, más dramáticas que el tramo de la Cordillera oriental de la vía al Llano sí se puede hacer grandes y maravillosas obras de ingeniería? Respuesta: porque o no hay corrupción por parte de los funcionarios públicos y de los contratistas. O porque doña corrupción está controlada a niveles tolerables. Ejemplos: la carretera del Océano Atlántico, en Noruega; un largo tramo de la Autopista James Dalton, en Alaska; la red de Autopistas Nacionales, en Japón; el Camino Militar, en Inglaterra; el Viaducto de Millau, en Francia; Túneles de San Gottardo, en Suiza…y hay muchos más ejemplos.

 

No le demos más vueltas al tema. Es doña corrupción y los corruptos, puritos y cruditos, los grandes responsables de la tragedia nacional llamada la Vía al Llano. Y de todas las tragedias de este país. Digo yo.


 *Periodista



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