Por: Oscar Medina Gómez **
Caprecom, Dian, Ministerios de Defensa, Agricultura (Agroingreso seguro), Protección Social (podredumbre en el sistema nacional de salud), Alcaldía de Bogotá (tumbe multimillonario de los hermanos Moreno Rojas) , Saludcoop, EnerPereira, Dirección Nacional de Estupefacientes, Coomeva, IDU, Autopista Bogotá-Girardot, Carrusel de contratos en el Concejo de Bogotá, Corte Constitucional (caso Jorge Pretel), Nuevo Hospital de Yopal…
Tremenda lista de apenas algunos casos de corrupción que han sonado en los últimos años en la prensa nacional. Porque son interminables. Con la complicidad de contralores, procuradores y fiscales –que también están en la nómina de las bandolas delincuenciales- no más pensemos en los miles de millones que diariamente se roban en alcaldías y gobernaciones. Echen una ojeada a los medios regionales. Los escándalos de malversación de dineros forman parte del decorado urbano.
La gente termina por aceptarlos como parte de un juego donde se ha acuñado aquello de que los gobernantes y funcionarios públicos “roben pero que hagan algo”. Es como justificar a tu asesino. Como disculpar al violador de tu hijo. Como avalar el delito.
Ese deporte nacional en que se ha convertido, hace de ella –la corrupción- una atractiva hembra con la que políticos, gobernantes, contratistas quieren acostarse.
Bandidos que saben que las cajadas de millones que se roban una vez ostentan el poder, les alcanza y sobra para sobornar jueces y fiscales, apenas figurines dentro del débil y elástico aparato de justicia que tenemos.
En el peor de los casos pagan apenas un canazo de 4 o 7 años, en prisiones donde gozan de privilegios al por mayor: fiestas, putas, trago, drogas, comida de chef, celulares, salidas al médico. Luego, libres a disfrutar de inmensas fortunas manchadas con mierda del diablo. Y así van y vienen depredando al país.
Casanare –lo mismo que Antioquia, Chocó, Meta, Guajira, Cesar, Nariño, Quindío y bla, bla, bla- es un ejemplo incontrovertible de que nos gobiernan familias y carteles organizados de corruptos. En apenas 20 años el departamento y sus municipios han recibido por concepto de regalías del petróleo no menos de 25 billones de pesos. Esos más de 8 mil millones de dólares son una cifra astronómica aquí y en cualquier parte del mundo.
Con tanto dinero destinado dizque a la salud, la educación, el agua potable, el saneamiento básico, las vías, las comunicaciones, la generación de fuentes de empleo pensaría uno que mucho de eso está superado hace rato. Pero no.
En la totalidad de los 19 municipios de Casanare hay serias deficiencias en servicios públicos de agua, alcantarillado y alumbrado eléctrico. Las escuelas y colegios se están derrumbado por el abandono o los llamados “megacolegios” no funcionan por falta de dinero. Los centros médicos son una vergüenza. Las carreteras intermunicipales están en condiciones lamentables. La oficial Enerca es un fortín de bribones, que mantiene a la población a punta de frecuentes apagones.
El caso del acueducto de Yopal es diciente: hace 4 años un derrumbe de tierra lo volvió añicos. Las corruptelas de mafiosos politiqueros no han dejado construir una nueva planta de tratamiento, porque no se han puesto de acuerdo en los porcentajes de repartición de los contratos. Lo del Nuevo Hospital también es aberrante. Luego de 7 años de construido y abandonado –a un costo de 250 mil millones de pesos- es un monstruo de ladrillo, hierro y cemento de 8 pisos que funciona a medias.
Esa enfermedad -todo lo que corroe, destruye y causa daño lo es- propia del ser humano, no la conozco en otro animal. Somos permeables a lo fácil, a lo que nos cueste poco o nada. Porosos a asaltar lo público como si fuera norma. Hambrientos saqueadores del erario, sin importarnos matar sueños y arrasar vidas. Piratas modernos de lo ajeno. Insaciables. Como hienas hambrientas de carroña.
A esos y esas corruptos -que al amparo de un cargo actúan como autócratas y cínicos reyezuelos sin tiempo ni ley- toca combatirlos sin tregua. Denunciarlos frontalmente. Hacer visible sus delitos. Escupirles en sus caras la podredumbre de sus sucias vidas. Contarles a sus hijos y familias que tienen padres bandoleros. Someterlos a la inquisición ciudadana.
Callar no es una opción. Es la rendición. Es claudicar ante los verdugos. Digo yo.
**Periodista