Por: Oscar Medina Gómez**
Apenas un pronunciamiento oficial se produjo luego del ataque a cuchillo que padeció en Yopal Juan Carlos Avella, quien dirige y edita el periódico Hechos, tribuna desde la que con frecuencia fustiga el actuar de nuestros dirigentes y gobernantes. Lo envió el alcalde Willman Celemìn quien lamentó y rechazó lo ocurrido.
Sin considerar aquí las razones o móviles que causaron lo ocurrido -labor que tiene la obligación de esclarecer la fiscalía- solo una voz oficial protestó por el intento de asesinato de este periodista. En una ciudad como Yopal, donde los políticos crecen por doquier -como la mala hierba- y conviven en un incansable y morboso manoseo con los periodistas y los dueños de las emisoras, era de esperarse que muchas voces de esos “prohombres” criollos se escucharan rechazando el atentado. Pero no fue así. Ninguna de las tradicionales castas ni apellidos con abolengos politiqueros dijo “esta boca es mía”.
Se comparta o no lo que escribe Avella en su medio impreso, por encima de cualquier consideración él -como muchos colegas- forma parte de una fuerza social clave para la formación de una mejor sociedad. En todo gobierno, de cualquier corte, siempre el disenso, la crítica, la discrepancia, la divergencia ideológica y conceptual de la prensa es lo que hace menos corruptos a los corruptos. ¡Qué tal todos, a dos manos, aplaudiendo el accionar de los gobernantes!
Menos dijeron los incontables periodistas de la ciudad. Que -como en el caso de los políticos- se cuentan por docenas en Casanare, como si los fabricaran todos los días. El colegaje de la prensa enmudeció horrorosamente ante tan grave suceso. Por ejemplo: la tan defensora ciudadana Voz de Yopal y sus noticieros mañaneros apenas si reseñaron el hecho. Pero muy desapercibidamente. No sentaron una categórica y enérgica protesta. Me pareció, incluso, que lo hicieron adrede. Como si el afectado les valiera huevo.
Mucho menos balbucearon una tal Asociación de Periodistas de Casanare y otro tal Círculo de Periodistas de Casanare. Dos cofradías que todos sabemos para lo que sirven en bien de los periodistas que dicen representar y defender: nada.
Con el caso Avella se demostró una vez más el canibalismo existente entre los periodistas del departamento. Selva infernal donde al menor descuido despedazan a la víctima, la meten a la olla hirviendo, danzan a su alrededor ebrios de placer vengativo y luego, entre todos, se comen las partes. Sin el menor asomo de asco por el colega caído en desgracia. Eso sí: en cuanto chupe, bebeta, ágape, comilona, festín y convite que programen las llamadas autoridades, se los ve a todos sonrientes, abrazados, complices juguetones como cachorros de gata, devorando a bocas llenas las migajas que se caen de la mesa de quienes ostentan el poder. Con el silencio del gremio a Avella lo echaron a la olla hirviente y se lo tragaron enterito.
Una de las obligaciones éticas y profesionales de las tales agrupaciones de periodistas referidas es, por ejemplo, luchar de frente porque a los periodistas les paguen debida y legalmente su seguridad social. En Casanare muchos trabajan a diario -y desde hace años- en emisoras, periódicos y canales de televisión. Pero no tienen respaldo prestacional. Para qué si no para eso debe servir una asociación, o un círculo de no sé qué ¿O no?
Ejercer este oficio es asunto jodido. No solo en Casanare sino en todo el país. Los periodistas -se siente más en las provincia- estamos sometidos a multiplicidad de condicionamientos y presiones, ante las cuales ser plenamente objetivos es difícil. De las guerrillas, de los paramilitares, de la fuerza pública, de la delincuencia común, de la clase política. Lejos la que más aprieta es la mordaza económica. Por ejemplo: no conozco en Yopal el primer periodista al que en las varias emisoras comerciales que tenemos, no le haya tocado y le toque vender publicidad para ganarse un exiguo porcentaje de esa venta, y así medio llevar de comer a su familia.
Esa fractura la aprovechan a sus anchas los políticos y gobernantes. Para redondear sus ingresos mensuales el periodista se ve obligado a venderle el alma al diablo. Entiéndase a los políticos y gobernantes. Estos -a manera de compensación por el silencio cómplice y las adulaciones y aplausos con incienso de los comunicadores- les compensan con favores menores y baratijas. Y ese círculo sigue girando sin parar. Y acentuándose cada vez más. En una connivencia extremadamente dañina para cualquier sociedad. Porque las verdades las conoce la opinión pública a medias. Acomodadas. Sesgadas. O, lo que es peor, nunca las llega a conocer.
Los excesos informativos y opinión descontextualizada abundan en este medio. Es inocultable. Pero, a ojo cerrado y pluma abierta, siempre será mejor un periodismo solidario, unido y de franca camaradería. Es por salud. No lo duden: esta noche o mañana, o cualquier día de estos aquellos que se sientan incómodos y su bandidaje al descubierto por lo que dice o escribe un periodista, vendrán por él. Le pasarán la cuenta de cobro. Digo yo.
**Periodista- Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública
Pontificia Universidad Javeriana. Columnista www.prensalibrecasanare.com y El Nuevo Oriente
Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por www.prensalibrecasanare.com y no reflejan la opinión o posición de www.prensalibrecasanare.com