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¿Oportunidad o desafío?

 Por “Beto” Pontón.

Una ciudad segura es un concepto global de responsabilidad mucho más grande de lo que parece y abarca aspectos mucho más incluyentes de los que el ciudadano común percibe. Sin embargo, pareciera que cuando se habla de seguridad, solo se tiene en cuenta el orden público y la delincuencia. ¿Qué pasa con el resto de los pilares que lo determinan?

La “nueva normalidad”, expresión del ámbito de la economía, las finanzas y el comportamiento social, en general acuñada para describir las nuevas condiciones financieras, las secuelas de la recesión económica y especialmente las originadas por la pandemia de COVID-19, no sólo ha despertado un carácter de alta sensibilidad en nuestra población, sino que, el término se ha utilizado en una gran variedad de contextos para dar a entender que algo que antes era anómalo ahora es común. Como por ejemplo, el desempleo, los robos constantes, los fleteos y los atracos con víctimas mortales.

Pues según la cuarta edición del reporte de la unidad de inteligencia del mundialmente reconocido medio The Economist, correspondiente al 2021, las nuevas expectativas exigen nueva coherencia, frente a los estándares internacionales que determinan el nivel de seguridad de las ciudades más representativas del mundo y la capacidad de las autoridades y residentes para co-crear su seguridad.

La era de la “nueva normalidad” ha generado la necesidad de incorporar y considerar progresivamente nuevos pilares para calificar la calidad de la seguridad de una ciudad, determinando una estructura que tiene en cuenta:

La seguridad en salud: Nivel en que se encuentran los servicios de emergencia, la expectativa de vida, la mortalidad infantil, por cáncer, enfermedades por estilo de vida, la salud mental y la mortalidad por COVID-19.

La seguridad de la infraestructura: Muertes por accidentes de tránsito, la relacionada con el clima, transporte aéreo, red de vías, ferroviaria, capacidad institucional y acceso a recursos, seguro de catástrofes, desastres, vivienda en barrios marginales y población de personas sin hogar.

La seguridad personal: Prevalencia de delitos menores y violentos, el crimen organizado, ataques terroristas, muertes y trastornos por consumo de sustancias, nivel de corrupción, exigibilidad de los contratos, niveles de desigualdad de ingresos, empleo vulnerable, tasas de homicidio de mujeres, violencia doméstica.

La seguridad del ambiente: Energía sostenible, tasa de estrés hídrico, calidad del aire, cobertura forestal urbana, generación de residuos.

La seguridad digital: Cobertura en servicios de acceso a internet, capacidad para responder ante el riesgo de ataques cibernéticos e infraestructura de IT, privada e institucional, como por ejemplo, cámaras de vigilancia, alarmas, centro de atención de llamados call-center.

La compleja interrelación de todos ellos, en el campo y la ciudad, determina la calidad y el nivel de preparación para considerarnos dentro de un espectro de ciudad segura. No es lo mismo realizar acciones o proyectos en cada sector, que la calidad de cada ítem. Se le puede llamar competitividad institucional en seguridad. 

La sombra de estancamiento que el municipio ha querido dejar atrás desde hace tiempo, se agravó con la inesperada pandemia 2020 y los paros sociales de 2021. Nuestro precio a pagar por 2 años de desaceleración económica en el país es el atraso inminente de los próximos 10. Más que el tiempo, es el ritmo al que nos conviene recuperarnos. Pero hay que hacerlo con altura, con dignidad y con mentalidad de progreso, sin egoísmos ni envidias. ¿Una utopía?

Sin demeritar el trabajo de nadie, ante el tsunami que viene arrollando nuestros propios pilares de evaluación de una ciudad que quiere ser segura, resulta poco razonable que a la clase dirigente, a las autoridades, a algunos medios de comunicación de perfil gobiernista y al sector de la población que los aplaude, les haya dado por tolerar que lo que no funciona bien en Yopal es porque tampoco funciona bien en el resto del país.

Como si careciéramos de la autonomía, la diligencia y la intención, para decidir sobre lo básico en nuestro propio territorio, la forma como queremos vivir, a quien aceptamos o rechazamos socialmente, la manera como interactuamos, como administramos, o como proyectamos el uso de los espacios, la estructura y el desarrollo del lugar donde habitamos y sembramos nuestro futuro.

En el sentido de considerarnos coherentemente abiertos para ofrecer a Yopal al mundo como una atractiva ciudad segura, no debemos seguir aceptando, que nuestro municipio continúe fallando eternamente en suplir demandas casi imploradas, a la solución de necesidades básicas mediocremente satisfechas durante 30 años: Escases agua, del suministro la energía, el alcantarillado y las vías, entre otras, y pilares básicos de seguridad más recientes como la interconexión digital, la movilidad y el medio ambiente.

Tampoco debemos aceptar que como en el resto del país ocurren hechos delincuenciales, en Yopal sea normal que se encuentren nidos de atracadores atentando a diario contra la seguridad personal urbana y rural. Así no se puede crecer.

El distrito de Bogotá, siendo la capital del país, aparece en el ranking del reporte en referencia, en el puesto #44 entre las 60 ciudades más importantes del mundo que considera el informe, resaltando en el pilar ambiental, donde ocupó el puesto # 4. ¿Nosotros que vendremos siendo?

Oportunidad o desafío, la visión para el logro de una Yopal segura aún se encuentra en pañales.


*La sección de OPINIÓN es un espacio generado por Editorialistas y no refleja o compromete el pensamiento, ni la opinión de www.prensalibrecasanare.com



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