Por: Oscar Medina Gómez **
El fallo del Consejo de Estado que anula la elección de Pedro Albeiro Perilla Rodríguez, diputado casanareño por el Partido Verde en representación de Villanueva y ordena que la curul la ocupe Pedro Felipe “pipe” Becerra, del mismo partido, denota sin equívocos los sucios manejos, componendas, y negocios que se mueven por debajo de la mesa en el rentable negocio del cartel de la política casanareña. Y de todo el país.
Textualmente dice el fallo “Declarar la nulidad del acto E-26AS por medio del cual se eligieron a los Diputados de la Asamblea Departamental de Casanare para el periodo 2012-2015”. Aunque la sección quinta de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado ordena -sin apelación- al Tribunal Administrativo de Casanare “realizar un nuevo escrutinio de los votos depositados para la Asamblea” puntualmente la orden es restarle a Perilla 152 votos irregulares y asignarlos a quien corresponda. Es decir a “pipe” Becerra.
Nadie más saldrá afectado. El Consejo de Estado se tomó la tarea de hacer una revisión y examen minucioso, por partidos, de lo consignado en el formulario E26, umbral, cifra repartidora, voto preferente y no encontró modificación alguna de las curules ya asignadas. Salvo la de Perilla.
Queda uno gratamente sorprendido por la actuación del Consejo de Estado. Sabemos que estas encumbradas instancias de la jurisprudencia -como la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional- están habitadas y regidas por seres humanos. Por lo tanto varios de hechos susceptibles de ser deshonestos, corruptibles, tramposos, acomodados, sucios. Como los políticos. Así que aplaudo esta decisión que le renueva a uno la casi nula credibilidad en las instituciones.
El caso Perilla no es el único. Hay más. Está en entredicho la elección de Justiniano Porras del Partido Liberal, quien podría perder el puesto si finalmente el alegato por un supuesto fraude electoral lo gana Alexis Calvo. Muy parecida situación ocurre con Jaime Montañés, del partido Alianza Social Indígena, ASI. Alega que el día de la votación, durante el conteo que hacían las autoridades electorales y que lo daban en cada boletín como ganador, de un momento a otro se le esfumaron, como por arte de magia o de alguna “autoridad” electoral 600 votos. No se sabe si por esa refundida en vez de él resultó electo como diputado Ramiro Rivera, de Cambio Radical.
Lo que pasa con nuestros honorables diputados casanareños es igualito a lo que pasa con sus hermanos mayores, los respetos -Honorables Parlamentarios- del Congreso de la República. En esa cueva de ladrones que es el Congreso -organismo que está a la par en desprestigio con la organización terrorista de las FARC- los fraudes, los tumbes, las curules compradas, las “autoridades” electorales vendidas, los torcidos, los negociados por debajo de la mesa son costumbre. Pan de todos los días. A l parecer nuestro “pequeño” congresito de diputaditos ha aprendido al dedillo las bajezas y bellaquerías de aquellos.
Desde los tiempos de gobernadores titulares como Oscar Wilchez, Emiro Sossa, Miguel Ángel Pérez y Jorge Prieto, pasando por otros prohombres como William Pérez, Raúl Flórez y Nelson Mariño -sin nombrar y recordar el doloroso pasado político de los otros 10 que han ocupado el cargo por la abrupta salida de los titulares, casi siempre destituidos por corrupción- siempre han existido serias dudas en la ciudadanía sobre la actuación de nuestros “honorables” diputados. Eso ha sido una constante. Una “A” escarlata en el pecho de esos caballeros.
La desconfianza de la gente no es solo sobre la pulcritud y transparencia en la elección de los diputados. También la incertidumbre ronda sobre su comportamiento administrativo y político en el ejercicio del cargo. Ellos, como ciudadanos elegidos por el sagrado voto popular, están obligados a velar por el honesto manejo de los recursos públicos. Pero el fantasma de que muchos diputados son “torcidos” va y viene por los municipios y calles del departamento, metiéndole susto a todo el mundo.
A menudo se oye decir que se reúnen en secreto con el gobernante de turno para “acordar” cuotas burocráticas, repartija del presupuesto y favores personales. ¡No lo creo! Ellos y ellas, si nos atenemos a sus “discursos” en las sesiones, y a sus peroratas radiales aupadas por periodistas menesterosos, siempre anteponen los intereses del pueblo a los suyos. Son angelitos llegados del cielo cuya tarea es protegernos de los corruptos. No demonios llegados del infierno, vestidos de democracia y honestidad.
Traslados presupuestales, adiciones, facultades plenas para contratar, cupos de endeudamiento nunca han tenido tacha alguna debido al proceder de los diputados en las ordenanzas. Eso de que siempre ha habido chanchullos de por medio son puros ataques de la oposición. Jum…Ni más faltaba desconfiar de nuestros honorables.
Claro que la historia reciente de diputados casanareños que luego fueron elegidos alcaldes y gobernadores no es como para jactarnos del orgullo que nos infla el pecho. Casos como los de Mauricio Jiménez, Braulio Castelblanco, Raúl Flórez y Nelson Mariño han terminado en destituciones, carcelazos, órdenes de captura y escándalos. Lección: desconfiemos de aquellos diputados que quieren ser alcaldes y gobernadores, pregonando la hora del cambio.
Uno se pregunta: con un historial tan en entredicho ¿qué autoridad moral y política tienen esos personajes que se hacen llamar “honorables” como para salir a diario a sentar cátedra sobre honestidad y pulcritud en el manejo de los recursos públicos? Ninguna. Son descarados burros diciéndoles orejones a los conejos. Digo yo.
** Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública Pontificia Universidad Javeriana