Por Oscar Medina Gómez

Seguimos los casanareños arrodillado, humillados ante la prestación de los servicios de salud pública. No solo en Yopal sino en todas las capitales municipales y corregimientos donde hay un puesto de salud.

Ir a lo que mentirosamente llaman urgencias del Hospital de Yopal o de la clínica Casanare es no solo una despreciable grosería sino una vergüenza cotidiana del sistema. Del régimen asfixiante que todos los días cobra víctimas.

A altas horas de la madrugada -o cuando se presente la urgencia- las madres y padres llegan con sus hijos en brazos a suplicar en las puertas de las salas de urgencias que se les atienda. Que el niño arde en fiebre. Que el dolor de estómago es insoportable. Que no tiene signos vitales. Que de por dios les socorran porque sus hijos se están muriendo.

En el Hospital de Yopal, luego de 2 y 3 horas de hacinamiento en una asquerosa sala sin ventilación, a la espera de la atención, el médico de turno, -casi siempre un endiosado recién egresado, preocupado más por su A iPhone y por conversar por teléfono - mira con desprecio y altanería a los angustiados padres. En menos de 5 minutos diagnostica: su hijo no tiene nada grave. Dele unas pastillas de acetaminofén y suero. Hasta luego.

Y, claro, los niños se mueren. O en el mejor de los casos a los padres les toca pedir casi limosna para trasladarlos a otra ciudad donde pueda recibir atención.

Edgar Alberto Dinas -Gerente del Hospital de Yopal- ha dicho que la humanización y dignificación del servicio de salud es uno de sus propósitos. Pero no le creo mucho.

Los hechos lo contradicen. Celadores, secretarias, auxiliares, enfermeras y médicos siguen insultando a la gente señor gerente. Burlándose en la cara de la comunidad.

Riéndose cínicamente del dolor y la angustia humana. Digo yo.

*Editorial Emisora Manantial Estéreo Noticiero Casanare al Día 6 – 8 A.M.