Por Leonardo Puentes*
El pasado domingo se cumplieron 24 años de la muerte de uno de los grandes hombres de nuestra historia: Luis Carlos Galán. En medio del dolor y la frustración por una nueva oportunidad perdida para Colombia, pocos debieron percatarse de que quien fuera designado como su sucesor y electo presidente, abriría la puerta de quizás la más cruenta batalla que hayan tenido que enfrentar nuestros campesinos: la batalla contra el libre comercio, la apertura que nos vendiera el ilustre ex presidente con la lapidaria consigna: “bienvenidos al futuro”.
Y el futuro se manifestó arrasando con cultivos tradicionales como el trigo, la cebada, el arroz, el maíz, que comenzaron a llegar a borbollones a través de las fronteras abiertas de un país rural sitiado por el conflicto armado, por el atraso tecnológico, por la precariedad de las vías y de servicios públicos fundamentales. De repente, vía suscripción desbocada de TLC´s, el campesino de ruana, el llanero de a caballo, han tenido que comenzar a darle la pelea a la producción subsidiada del campesino norteamericano, del europeo, del lechero neo zelandés.
Como verdaderos héroes, durante más de dos décadas de gobiernos empeñados en profundizar el proceso de apertura de fronteras a países que cuidan con absoluto recelo su producción alimentaria, nuestros campesinos han seguido aferrados a la actividad que ha dado sustento a través de la historia a la construcción de Colombia: la producción agropecuaria. Hoy múltiples sectores sociales y económicos fueron convocados al paro nacional ante el reiterado incumplimiento del gobierno en el ofrecimiento de subsidios e inversión social; pero fundamentalmente se ha pronunciado el sector campesino.
No es casualidad que se manifiesten airadamente los cafeteros, los paperos, los arroceros, los paneleros, los productores de leche. Si en algo ha contribuido la desprotección del sector agropecuario es en la profundización de la desigualdad en la propiedad de la tierra, concentrada cada vez en menos manos; cerca del 5% de propietarios concentran más del 95% de las tierras cultivables según estadísticas recientes del DANE. Mientras tanto, el gobierno se hace el de la vista gorda con las maniobras jurídicas usadas para desviar subsidios a grandes terratenientes (caso Agro Ingreso Seguro) o para hacerse a terrenos baldíos en proporciones enormes como en el sonado caso Río Paila.
Se suman los transportadores indignados por tener que pagar combustibles más caros que en países con 10 veces mayor capacidad adquisitiva, transitando por vías que parecen conducir a cualquier lugar menos al desarrollo. Se suman los médicos y los educadores que ven cómo se devalúa cada vez más su papel estratégico en la construcción de una sociedad más justa. En medio de un panorama de total incertidumbre y amenazas externas, es imposible negar hoy más que nunca su lugar a los campesinos colombianos: son verdaderos héroes de la patria.
ESQUIRLA: Lamentable que también se sumen con desconcertante hipocresía algunos actores de la política que hasta hace poco “negociaban” TLC´S y tildaban de terrorista a cualquier grupo de manifestantes.
*Concejal de Yopal.