Por Oscar Medina Gómez **
Hace apenas unas cuantas semanas la ciudad se paralizó: no se permitió la circulación de motos, se cerraron las vías principales, policías y agentes de tránsito circulaban por todos lados, los médicos, enfermeras y auxiliares corrían como locos de aquí para allá, el ruido de las ambulancias y patrullas policiales era constante, los organismos de socorro desplegaron toda su capacidad, piquetes de periodistas buscaban el foco de la noticia. Algo muy serio y de fuerte impacto estaba ocurriendo en Yopal.
Claro: para ser inaugurado con luces y serpentinas, se estaba trasladando toda la sede administrativa, asistencial y operativa del viejo hospital - con pacientes y todo- a un “nuevo y moderno” edificio. Tamaño acontecimiento ameritaba ese show. Luego de 12 años de vergüenza e infamia, se ponía fin al más grande monumento a la corrupción en la historia de Casanare. De ese tamaño fueron los titulares de prensa y las declaraciones de los protagonistas.
A grandes pasos, la primera parte de esta de esta “historia de horror y corrupción” cuenta que el “nuevo” hospital –del que inauguraron el cascarón por lo menos 3 veces con fines meramente politiqueros- fue gestado y contratado en la gobernación de William Pérez Espinel, en una nauseabunda sopa de delitos, y mordidas de dineros públicos sin límite. A través de empresas cómplices se triangularon miles de millones que fueron a parar a manos del paramilitar Héctor Germán Buitrago, alias Martin Llanos. Y no pocos miles también a los bolsillos de gobernantes y funcionarios públicos.
Entre la construcción física y la dotación de equipos, estimativos modestos hablan de que por lo menos ese hospital le costó a los casanareños 170 mil millones de pesos. Los equipos se compraron muy baratos, pero se vendieron a la gobernación muy por encima de su precio real. Para burlar la Ley 80, fueron adquiridos en virtud de un leasing leonino craneado en la regencia de Raúl Flórez Chávez, que se firmó por cerca de 60 mil millones con Bancolombia. Pérez y Llanos están en la cárcel pagando muchos delitos. Flórez está huyendo. Y otros -que también robaron- andan por ahí como si nada. Incluso siguen en la gobernación como funcionarios públicos y posan de honestos.
La segunda parte de esta “historia de horror y corrupción” es reciente. Consecuente con su promesa de campaña y en procura de trasladar e inaugurar -ahora sí – el viejo hospital a la “nueva sede” y brindar a los usuarios una atención pronta, efectiva y digna, el gobernador Marco Tulio Ruiz Riaño destinó la nada despreciable suma de 20 mil millones de pesos. Fueron girados mayormente al hospital en cabeza de Edgar Alberto Dinas Rodríguez, quien manejó la contratación. El mandatario departamental nunca escatimó esfuerzos para entregarle a los casanareños un centro médico de gran nivel.
Tocaba suplir necesidades inaplazables como, por ejemplo, adaptar y corregir las preinstalaciones del edificio a los equipos comprados por medio del leasing, que por más de 4 años seguían enguacalados y deteriorándose. A muchos tocaba hacerle mantenimiento, dado que por el desuso no funcionaban. Igualmente era urgente construir vías de acceso –las contrató la alcaldía-, hacer cerramientos, pintar, construir pozos profundos de agua, montar plantas eléctricas, etc. Solo así podía hacerse un traslado integral.
Miércoles 18 de marzo: llegó el día del traslado. El espectáculo y los actores estaban listos. Dinas –posando de actor protagónico, muy dado al show y parlotear por las emisoras- habló por cuanto micrófono y grabadora pudo. Ahora sí había un hospital de lujo. Podíamos enfermar sin padecer el drama y humillación del viejo hospital. En la “nueva” sede nos atenderían de inmediato, con profesionalismo y con calidez humana.
Resulta que la verdad verdadera es otra. Aunque ya se comentaba en todo el departamento, la hizo pública un miembro de la Junta Directiva del Hospital, representante de los usuarios. Víctor Hugo Tamayo dijo que todo fue una payasada. Un trasteo de camas y pacientes. Un show bien montado, porque la atención continúa siendo precaria, vergonzosa e incluso peor que antes. Por encima de los intereses políticos que tenga Tamayo –será candidato al Concejo de Yopal- lo cierto es que en mucho tiene la razón.
Aunque el tercer nivel de complejidad será tercerizado y eso requiere de un trámite administrativo y contractual serio y dispendioso en busca de los mejores operadores, Tamayo denunció que la Unidad de Cuidados Intensivos, el tomógrafo (TAC), los resonadores, la Unidad Renal, de Urología, no funcionan. Y que la Unidad Renal esté utilizada como bodega de cuanto cachivache aparece.
Edgar Alberto Dinas Rodríguez no ha sido claro. La comunidad debe saber el destino de los multimillonarios recursos que el gobernador transfirió al hospital para contratar lo necesario. Tiene la obligación profesional y ética de decir por qué hizo una inauguración a todo timbal, cuando al interior del centro hospitalario, hoy día las cosas no andan bien. A este araucano -que se vende en cuñas radiales como un “hombre de palabra” y el “enviado para salvar la salud” le encanta la pantalla, las cámaras, las fotos, las grabadoras.
Con un “nuevo hospital” que está quebrado –Dinas dice que las EPSs adeudan más de 30 mil millones de pesos-, que aún está no ha formalizado la prestación de servicios de tercer nivel, donde muchos equipos presentan fallas técnicas, donde los médicos y enfermeras siguen atendiendo a las patadas a los usuarios, y con un gerente “endiosado” que bufonea y se cree sus propias mentiras el panorama es negro. Muy negro.
Esto ya lo había escrito en otra columna. Sigue vigente:
petulante, narciso y sin las cuentas claras, con su estilo belicoso y gritón Dinas –que está de vacaciones en el extranjero mientras el hospital se hunde- pela el cobre de nuevo. Así se ufane de ser un “supergerente”.
**Periodista – Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública Pontificia Universidad Javeriana