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Lo que debemos hacer hoy para que la calidad de nuestra educación mejore dentro de 50 años


Por Juan José Sarmiento

Seguramente dentro de 50 años muy pocas personas -de pronto con excepción de nuestros descendientes- conocerán de la existencia de quienes tenemos algo que ver hoy con la educación. Nuestros nombres y lo que no hicimos serán parte del olvido. Pero también, con certeza, quienes hayan hecho algo significativo hoy por la educación serán recordados con mucho aprecio y gratitud.

En educación es perfectamente claro y no tiene discusión que todo cambio cualitativo es lento y no se logra de la noche a la mañana con tan solo sancionar leyes, impulsar reformas o ajustar las políticas públicas del sector. Nada importante se alcanza en educación en menos de medio siglo, porque hay que esperar prácticamente un cambio generacional para que lo que se cultive en el aquí y en el ahora de mejores frutos.

En la escuela como en cualquier organización humana se encuentran miembros con diferentes grados de responsabilidad frente a lo que les corresponde hacer. No todos los educadores comparten los mismos niveles de compromiso con su labor. Para unos la docencia es una parte importante de sus vidas, gozan y se sienten a plenitud cuando ejercen su tarea de formar más que de educar; para otros, es una manera de ganarse la vida o modus vivendi: no es su centro de gravedad y por lo tanto la jornada laboral es tediosa y transcurre lenta y pesada (asumen la asignación académica como una carga académica). La profesión docente incluye una amplia gama de sujetos con diversas e incluso personalidades diametralmente opuestas: profesores buenos y buenos profesores, profesionales de la educación y maestros, consagrados e irresponsables, leídos e ignorantes, comprensivos e intolerantes, déspotas y amigables, justos y arbitrarios, aburridores y divertidos, innovadores y cuadriculados; tímidos y extrovertidos, organizados y descuidados, arrogantes y humildes, brillantes y opacados, recordados e invisibles, valorados y despreciados, comprometidos e indiferentes, entre otros.

Sin embargo también es preciso afirmar que existen colegas maestros (un maestro es mucho más que un profesor exitoso al que todo le sale bien en la escuela) muy valiosos quienes con su forma de ser, de enseñar y de afrontar la cotidianidad de la escuela nos renuevan la fe en la docencia. Estos maestros, muchas veces en entornos de pobreza y alto riesgo para los estudiantes (vandalismo y drogadicción principalmente) afrontan retos inmensos, hacen cosas sorprendentes con sus estudiantes: manejan su aula con serenidad y liderazgo, atienden la diversidad de necesidades y estilos de aprendizaje enamorando a los niños y jóvenes de su parcela de ciencia, renuevan y acomodan los contenidos de su asignatura adaptándolos a las circunstancias del contexto inmediato, producen o adaptan materiales didácticos a partir de lo que encuentran en el medio, logran identificar los proyectos de vida de sus estudiantes y encausarlos, generan intriga personal y curiosidad en sus estudiantes para seguir aprendiendo. Muchas de ellos y ellas son personas ordinarias, metidas en la rutina cotidiana del salón de clases, refundidos en la geografía nacional, haciendo cosas extraordinarias.

Estos maestros memorables pasan desapercibidos para la dirigencia educativa, casi siempre incomprendidos por sus pares, y mueren en el anonimato de sus escuelas sin que a veces ni siquiera sus alumnos les rindan un tributo a su recuerdo. Cada vez que uno de estos maestros que alcanza el status no reconocido de maestro memorable (aquellos que son recordados por sus exalumnos con cariño y aprecio muchos años después de haber dejado la escuela) todo su legado muere con ellos y se pierde bajo sus tumbas. Si pudiéramos identificarlos, dar a conocer sus logros, sus recetas, sus aportes, los secretos que los llevaron a dejar huellas imborrables en sus exalumnos, y mucho mejor si lográramos convencer a otros compañeros docentes de seguir sus pasos, o que, al menos les sirvan de inspiración, estaríamos hoy, haciendo algo por mejorar la educación que se ofrecerá a las nuevas generaciones dentro de cincuenta años.

Sobre la calidad de la educación inciden diferentes variables, pero una determinantes es la persona que se para al frente del grupo de estudiantes a hacer su mediación pedagógica. El Premio Compartir al Maestro tiene identificados a una serie de Grandes Maestros y de Maestros Ilustres que han logrado destacarse entre miles de colegas que se presentan a disputarse estos galardones. De igual manera se están desarrollando otras investigaciones en relación con los mejores maestros que nos permiten encontrar algunos rasgos en común que tienen estas personas que hacen cosas extraordinarias en la escuela. Con esta élite de la educación, reconocida o no por sus méritos, se podría empezar un proyecto a largo plazo para incidir positivamente sobre la calidad de la educación que se ofrezca a las nuevas generaciones de colombianos dentro de 50 años.

Una inversión menor a la que cuesta una cuadrilla de aviones de combate o una cuadrilla de corbetas de guerra, es suficiente para implementar unas Escuelas de Formación Superior en Pedagogía donde el maestro de las diferentes áreas del saber que ganó su Premio Compartir y los que otras investigaciones han visibilizado, sean concentrados para hacer la mediación pedagógica en estas nuevas instituciones ubicadas al menos encada una de las grandes regiones en que se encuentra dividida la geografía nacional, hasta llegar a cubrir cada uno de los departamentos.

El talento humano a formar se selecciona entre los estudiantes de mayor rendimiento académico y mejores resultados en las pruebas Saber 11 de todos los colegios públicos del país, que deseen aplicar a una beca. Si se revisa, los maestros galardonados y los maestros memorables hasta ahora identificados pertenecen a clases económicas bajas. Ningún hijo de familia acomodada estudia licenciatura. Este hecho obliga a que la beca incluya todos los costos que implica la educación superior: vivienda, alimentación, vestido, transporte, libros, etc. y la seguridad que va a salir con un contrato de trabajo con un salario competitivo en el mercado laboral y que va a formar parte de una organización altamente valorada por toda la sociedad empezando por los dirigentes políticos (quienes precisamente no se destacan por ser los de mayor nivel académico), porque sin la debida dignidad docente no pueden haber buenos maestros. Estas instituciones a su vez deben ser dirigidas por personas con alta formación y experiencia docente y que se sometan a concurso. No sobra recordar que un PhD en cualquier área del conocimiento que no haya enseñado en la escuela es un ignorante en educación, para que no se lleve a la dirección pedagógica a recomendados por quienes ostenten el poder.

Los maestros memorables (Sarmiento 2014) tienen unos rasgos comunes que son los que les permiten llegar a ser lo que son. Son personas con altos valores humanos, éticos y sociales; se entregan con entusiasmo a la labor que les asignen; su vocación pedagógica les permite dar lo mejor de sí mismos en cada tarea que se les encomiende en la escuela; se relacionan de una manera armónica y gratificante promoviendo climas emocionales fecundos; establecen relaciones empáticas y sinérgicas con las demás personas; gozan de una personalidad agradable; se caracterizan por su don de gentes y optimismo frente a la vida reflejado en la alegría y el entusiasmo; poseen capacidad especial para generar esperanza y transmitir ganas de hacer bien las tareas pendientes; su don de gentes es diametralmente opuesto a los profesores prepotentes, obtusos, sabelotodo, antipáticos, engreídos, déspotas o autosuficientes debido a su buen desarrollo emocional y social (intrapersonal e interpersonal); hacen que sus estudiantes se enamoren de la aventura del conocimiento ganando sus corazones; son generadores de confianza; poseen alto sentido de justicia; profesan respeto por las demás personas; otorgan valoración a los esfuerzos de los estudiantes; muestran interés genuino por la formación de sus estudiantes más allá de la enseñanza exitosa de su área de desempeño; son disciplinados y perseverantes, entre otros atributos.

Para lograr los rasgos de personalidad de los maestros memorables, los estudiantes que se van a formar como docentes en las nuevas instituciones propuestas deben: no ser hijos de familias disfuncionales (garantía de equilibrio emocional, buenas relaciones intrapersonales e interpersonales); buena formación en valores (acatadores de reglas y responsables ante todo); excelente rendimiento académico en los diferentes niveles educativos que hayan cursado (garantía de amor por el conocimiento para contagiarlo a sus estudiantes y llegar a dominar la ciencia que enseñen); ser lectores consumados (un docente que no lee es altamente peligroso en la escuela; quien lee se transforma en un nuevo otro para ayudar a sus estudiantes y pares a transformarse en nuevos otros); ser inquietos e innovadores (para ensayar con los diferentes modelos pedagógicos y las diferentes didácticas hasta llegar a crear el suyo propio); trabajo en equipo (para lograr que otros compañeros se contagien de su forma de enseñar); dedicados y comprometidos (quienes no dan de su propio tiempo tampoco logran hacer nada extraordinario); interesados más en la formación que en la educación (primero aprender a ser y convivir y luego aprender a aprender); organizados (para planificar al detalle sus mediaciones pedagógicas); alegres y de buen humor (los mejores maestros asumen la eutrapelia como su mejor didáctica), entre otros.

Si los recursos que desde el Ministerio de Educación se dispersan en diferentes esfuerzos aislados se concentraran en un gran proyecto donde los mejores maestros formen a los mejores estudiantes para desempeñarse como docentes, dentro de cincuenta años la educación colombiana será de mejor calidad que la que ofrecemos hoy a nuestros hijos y dejaremos de tener una mayoría de docentes, educadores, guías escolares, enseñantes, licenciados, profesionales de la educación, profesores y mediadores pedagógicos para pasar a tener una mayoría de grandes maestros, maestros eméritos, maestros significativos, maestros prestigiosos, maestros fascinantes, maestros ejemplares, maestros ilustres y maestros trascendentes.

*Rector Colegio Braulio Gonzales - Yopal


SARMIENTO, J (2014). Elementos constitutivos de la dimensión humana de los maestros memorables y su contribución a la calidad de la educación desde sus historias de vida. Tesis doctoral en desarrollo USTA Bogotá.


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