Por Oscar Medina Gómez *
Lo que escribo ocurre no solo en Casanare y sus municipios. Es común en centenares de pueblos y ciudades de esta Patria colombiana, conquistada por un jinete negro llamado corrupción y sus legiones de rufianes. Con licencia para saquear, mientras llenas sus maletas de billetes vociferan desarrollo y calidad de vida para todos. ¡Puff!
Por cuatro años los dos cargos públicos más importantes de esta otrora región petrolera, estarán en manos de John Jairo y Alirio, dos pintorescos personajes que derrotaron a los miembros del hampa organizada politiquera de Casanare.
Unos con más vínculos que otros, los derrotados pertenecieron o pertenecen a lo que he llamado “el cartel”. Una bandola de corruptos que por décadas y a sus anchas se han robado y desmembrado los recursos públicos del departamento. Hoy disfrutan de inmensas fortunas –en Colombia y el extranjero- representadas en fincas de placer, apartamentos de lujo, condominios, casas, ganado, caballos finos, empresas, títulos valores, cuentas bancarias y un largo etcétera.
Ninguna autoridad de control -fiscal, penal, disciplinario, ético o lo que sea, llámese Contraloría, Procuraduría, Fiscalía- se ha preocupado por investigar evidentes enriquecimientos ilícitos. Simple: los contralores (as) fiscales y procuradores (as) también tienen las manos untadas de corrupción y sus bocotas llenas de suciedad.
Al tiempo que miles de personas luchan por conseguir siquiera una miserable ración diaria de comida, viviendo con sus hijos lombricientos bajo escombros de inmundicia, los Flórez, Pérez, Porras, Calas, Wilchez, Vargas, Jiménez, Torres, Prietos, Mariños, Daleles, Hernández, Arenas, Chaparros, Castros, Mejías, Camachos, Salcedos, Abriles, Castelblancos, Celemines, Avellas van y vienen por la vida con un descaro infinito. Orondos presumen de miles de millones. ¡Dinero manchado de tristeza, tragedias humanas y subdesarrollo!
Bien. John Jairo Torres y Alirio Barrera ganaron las elecciones el pasado 25 de octubre. El uno es el alcalde de Yopal. El otro el gobernador de Casanare.
John Jairo –a quien la prensa nacional llama “John calzones” por su próspero negocio en Yopal de venta de ropa interior femenina- apareció en el decorado político y se le atravesó como vaca muerta en la carretera al “cartel”. Con una fortuna de bastantes miles de millones en su cosecha, se le acusa de tener vínculos con el narcotraficante Germán Sánchez Rey alias “coletas” extraditado y actualmente preso en España.
La ciudadela La Bendición en Yopal -un negocio redondo de Torres donde hoy habitan más de 5 mil familias y pronto serán 10 mil- fue construida en un terreno que él compró a “coletas”, no obstante estar en proceso de extinción de dominio. A pesar de que la están pagando en “módicas” sumas de 300 mil pesos mensuales, miles votaron a ciegas por su líder, en agradecimiento por haberles dado vivienda. El negocio, además de producirle a “John calzones” algo así como mil 500 millones cada mes, lo convirtió en alcalde de la capital. Por eso digo que es redondo.
Al momento de escribir esta columna Torres sigue preso, por el delito de urbanizador ilegal, debido a que “La Bendición” está en un terreno ilegal. El 23 de diciembre intentó posesionarse ante un notario pero no pudo, no obstante no estar inhabilitado para ejercer cargos públicos por cuanto no ha sido condenado. Simplemente el Superintendente de Notariado y Registro dijo que no se podía. Este es un país de leguleyos e interpretaciones acomodadas de los códigos de justicia y la ley.
Es evidente que Torres se ha convertido en un tremendo dolor de cabeza para “el cartel”. De hecho varios de sus miembros han sido acusados directamente por él de corruptos y bandidos, a quienes dice empezará a desenmascarar desde el 1 de enero del 2016, cuando espera estar ejerciendo como alcalde en propiedad.
Sí. “John calzones” tiene líos con la justicia. Pero no es más bandido que los bandidos del “cartel”. De hecho es menos. Más político y astuto que los políticos de oficio tradicionales, ha posibilitado a miles de familias que tengan una casa decente, en un barrio decente con calles, alumbrado, alcantarillado, agua potable, comercio propio y seguridad envidiable. La gente vive allí tranquila. Estando preso en La Picota en Bogotá, ganó holgadamente.
En cambio los del “cartel” -que han ostentado el poder y manipulado miles de millones del erario- son saqueadores con licencia y autorización del Estado. En 25 años se han robado con descaro miles de millones. Cuando entregan obras bufonean día y noche haciendo gala de adalides y mecenas. ¡Carajo: es su obligación como gobernantes. El dinero no es de ellos sino para el beneficio de todos!
Alirio Barrera es un campesino amansador de caballos de paso, que fue elegido gobernador por dos razones: los más de 25 mil votos que le puso John Jairo Torres y el apoyo irrestricto del expresidente Álvaro Uribe Vélez en esa, la región más antiguerrillera del Colombia.
De aspecto humilde, confeso evangélico y con cara de buena gente, Barrera tiene un gran problema: no sabe decir no. Se deja manipular y convencer facilito. Y eso es fatal en un gobernante. Aunque se le advierten buenas intenciones, se necesita más que eso para superar estos tiempos difíciles. De buenas intenciones está lleno el infierno.
El gabinete de secretarios y asesores que ha conformado es de muy dudosa capacidad administrativa y gerencial. Sobre todo cuando Casanare atraviesa por una seria crisis de dinero, debido al dramático bajonazo en los precios del crudo, a la falta de nuevos descubrimientos petroleros y a la radical disminución en el giro mensual de regalías.
John Jairo y Alirio no la tienen fácil. No solo se enfrentarán al jinete galopante llamado “corrupción” sino a las hienas hambrientas y dolidas del “cartel”, que quieren cobrar venganza a toda costa. Digo yo.
*Periodista
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