Por Oscar Medina Gómez*
He escrito tantos millones de letras, palabras, frases y opiniones sobre esto que, en una fecha tan capital, notable y brillante, no voy sino a proponer un juego.
Puede resultarles doloroso, triste, asqueroso, nauseabundo, rabioso. Indignante. Incluso nostálgico –se recordarán horas y días muertos, habitados por seres que en su momento protagonizaron el poder y la gloria-. (Casi todos siguen activos. En carrera). El juego tiene de todo. Una pizca. Incluso da para el humor, la risa, la sorna, la mordacidad.
Blas Hernández, Oscar Wilchez, Emiro Sossa, Rodrigo Chaparro, Efrén Hernández, Braulio Castelblanco, Nelson Mariño, Lilian Fernanda Salcedo, Wilman Celemín, Jorge García, Luz Marina Cardozo, John Jairo Torres ¿Le suenan esos nombres?
Es un “juego elemental”. Para no pensar mucho y desgastar las neuronas. Sólo es hacer memoria y comparar. Quiénes eran antes y quiénes son hoy los protagonistas del juego. Sumar y restar. Se llama The corruption game (El juego de la corrupción). No se me ocurrió otro. Creo que cae como “tajada a la cuenta bancaria”.
Atención: esto es sustancial: para la clasificación final que se les dé a los nombres involucrados en el juego, hay que tener en cuenta, por ejemplo, variables de ponderación, aspectos y características clave como:
* Presupuesto público (aproximado) que manipuló en su periodo de gobierno. Puntaje: 20
* Si han estado pagando condena en una cárcel. Puntaje: 20
* Si han sido inhabilitado y destituido por la Contraloría y la Procuraduría. Puntaje: 20
* Camionetas y vehículos de lujo que poseen: 10
* Fincas de recreo y divertimento que poseen: 10
* Cabezas de ganado que poseen: 10
* Edificios, casas y apartamentos que poseen: 10
De acuerdo con el puntaje total que arrojado para cada uno, hay que clasificarles en:
- Muy corrupto
- Algo corrupto
- Nada corrupto
“The corruption game” es un pasatiempo tremendamente democrático: la elección final la hace lo que los sociólogos, politólogos y otros “ólogos” llaman “el pueblo”. Vaya uno a saber si de verdad lo es.
Claro. Los resultados se harán públicos en esta misma columna. Hay que “socializar” (así llaman ahora en los gobiernos a lo que les interesa a los gobernantes que la gente sepa).
Que suenen la pólvora y los cohetones, repiquen las campanas, desfilen los caballos (con sus jinetes ebrios y obesos, y siliconadas “jineteras” de pechos y traseros exuberantes), bailen y canten destemplados “folcloristas”, echen discursos los “líderes” y gobernantes de turno, cuelguen en el pecho pedazos de latón en “honor a los fundadores”, echen sermones los curas y los pastores. Estamos de fiesta. ¡Yopal está de cumpleaños!
Digo yo.
*Periodísta.
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