Por: Oscar Medina Gómez
Como en el libro de Éxodo, a Casanare y Yopal le terminaron de llegar ahora sí las plagas que amenazan con borrarnos de la faz de la tierra. Más graves y demoledoras que las mismas plagas bíblicas que tuvo que enfrentar el faraón egipcio, a causa de la ira santa del mismísimo Jehová.
Le terminaron de llegar porque desde hace años los casanareños padecemos varias de ellas. Sin la menor duda la peor, más destructiva y madre de todos los males es la corrupción. Por cuenta de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales, directores de organismos ambientales, secretarios de gabinete, contratistas, jueces y un largo etcétera, se han desaparecido fenomenales presupuestos del erario público.
Yopal está plagada de obras corruptas e inconclusas: el nuevo hospital, el estadio de futbol, el museo del hombre llanero, la nueva sede de la gobernación, el intercambiador vial, el parque de las aguas. Aguazul también tiene lo suyo: la manga de coleo la patona del llano, la planta procesadora de yuca, el parque del arroz. Ni para qué revisar obras inútiles en los demás municipios. No me alcanzarían varias columnas para registrar la corrupción.
La corrupción ha corroído hasta los tuétanos toda la estructura y el tejido socio-económico del departamento. Retrasando de manera dramática el desarrollo y evolución histórica que debiera tener la región, no solo en el contexto nacional sino internacional. Algunos ex–gobernadores cuando se ven en aprietos para justificar el despiadado despilfarro, con complicidad y cinismo espetan a bocas llenas: “…pero mira: es que Casanare hace 15 años no tenía carreteras, luz, agua potable, colegios, televisión, coberturas en salud y educación…”
Les respondo también a boca llena: Sí. Tenía apenas una parte mínima de esa infraestructura. Pero señores, a ver. Es que en esos tres lustros el departamento ha recibido un chorro de regalías petroleras que supera los 10 billones de pesos. ¿Será que esa fantástica suma de dinero vale el desarrollo que ustedes alegan? ¡Claramente no! ¡Dejen de creernos imbéciles por dios! No sigan tapándose con la misma cobija de la corrupción.
La segunda plaga es la ingobernabilidad administrativa que sufrimos en Casanare. No solo por el lado de la gobernación sino igual de alcaldías como la de Aguazul, donde en este periodo, incluido el hoy presidiario patón Jiménez, suman ya siete alcaldes que han hecho ochas y panochas con un presupuesto anual multimillonario de 116 mil millones de pesos –inversión y funcionamiento- para un pueblo de apenas 33mil habitantes. Y el progreso sensato no se ve ni en las curvas.
De gobernadores es “jarto” repetir el cuento. Lo resumo. Un Raúl Flórez campeón olímpico de la mediocridad y, ante todo, de la corrupción. Muy tarde, ya cuando las arcas están vacías por el saqueo de los piratas, el Procurador General Alejandro Ordoñez lo suspendió. Y lo va a destituir en un par de semanas, después de que se surta la audiencia pública o proceso oral abreviado que le adelantará a Flórez el 9 de junio venidero. Pero, insisto: ya para qué. La plata se esfumó y las 10 mil casas de interés social nunca se vieron, lo mismo que la infraestructura del Plan Departamental de Aguas. Y así muchas obras que el melenudo jugador de atary prometió.
La plaga de la ingobernabilidad de la gobernación de Casanare ha puesto a seis mandatario (a)s en un cargo que no produce sino vergüenza. Hoy lo ostenta la impoluta y virginal Martha Inés Gonfrier Sarmiento, mediocre señora nacida en el Meta. Esto gracias al Partido de la U y la la acuciosa narizota de su Director Nacional Juan Lozano quien la monto en el cargo a la fuerza, pasándose por la faja a todos los casanareños. Eso es como si para reemplazar a Samuel Moreno en la alcaldía de Bogotá, el Polo Democrático nombra a un casanareño. Pongamos un ejemplo: a Jorge Ortiz Vélez, más conocido con el alias de segurito.
Para rematar, cayó sobre Yopal otra plaga que derivó en más plagas. La del invierno. El derrumbe de parte del cerro Buena Vista acabó con la planta de tratamiento del acueducto, destruyó los tanques de almacenamiento de La Cabuya, destrozó la carretera incomunicando a la capital con 9 municipios del norte, impidió el transporte diario no solo de miles de personas, sino de toneladas de basuras al relleno Macondo y dejó sin agua a más de 130 mil ciudadanos, causando una grave emergencia sanitaria.
Pero esto hay que verlo con más razón y análisis que emoción. Sí. Las catástrofes naturales ocurren cuando y menos se las espera. Pero se pueden prevenir y ayudar a mitigar sus daños colaterales. Por eso dirijo mi dedo acusador contra el Director de Corporinoquia, Héctor Orlando Piragauta, por no haber alertado a tiempo sobre los inminentes riesgos de deslizamiento del cerro, sabiendo don Orlando que las estribaciones de la cordillera oriental son movedizas e inestables, no solo por su juventud, sino por las lluvias invernales que la convierten en una especie de pan mojado en chocolate caliente. Por acción y/o omisión también le cabe culpa al encumbrado director.
Sogamoseño, altivo y poseedor de la verdad absoluta en asuntos del medio ambiente, a Piragauta le encanta y babea por el poder de lo público. Recordemos sus tiempos como secretario de educación y de salud en el mandato del hoy presidiario William Hernán Pérez Espinel. Lleva tres periodos mamando de la generosa teta lechera –y quiere hacerse reelegir por un cuarto- de una entidad burócrata, mediática y vergonzosamente ineficiente. Se excusa diciendo que “trabaja al ruego” y por lo tanto no puede sancionar a las petroleras, arroceras y otras industrias que a diario contaminan la naturaleza de la Orinoquia. La culpa, alega, es del Ministerio del Medio Ambiente, quien expide las licencias ambientales. Entonces, si Corporinoquia tiene las manos atadas, no tiene dientes para castigar y deja que los ríos, quebradas, lagunas, esteros, moriches, nacederos y corrientes de agua se envenenen ante sus ojos, pues ¡cierre el chuzo señor Piragauta! Nos costaría menos plata a los casanareños, que tenerlo abierto sin hacer nada bueno.
También la culpa es de la alcaldesa Lilian Fernanda Salcedo, la ensalzada heroína de Yopal. Según lo expresó el presidente Juan Manuel Santos Calderón en su reciente visita a la zona del desastre, -y lo bufonearon las emisoras- ella es un ejemplo nacional a seguir por su entereza, gestión administrativa y capacidad de trabajo para afrontar la tragedia. Jum…yo desdigo de eso.
¿Por qué es culpable la faraona Lilian Fernanda? Porque esta vez su cacaraeada visión planificadora y eficiencia administrativa no le permitieron anticiparse a lo ocurrido. Su sapiencia y la de sus asesores debieron indicarle que esa planta del acueducto tocaba trasladarla a otro sitio. En cuatro años no fue capaz de buscar la plata y poner a andar el proyecto. Ella, lo mismo que Piragauta, sabía de la fragilidad de los cerros que bordean a Yopal. Bueno, los dos coinciden en algo: ambos fueron secretarios de William Pérez.
Señor Presidente. Parte de sus palabras alabando a la faraona son apenas ciertas. Porque en muchas de ellas hay un fuerte tufo de populismo para descrestar calentanos, y esquivar así la bronca de los casanareños por el mortal recorte a las regalías petroleras que usted y su partido, el de la U, impulsa en el Congreso y que muy pronto logrará. Lo mismo, para hacerle el quite a la otra bronca que tenemos por habernos impuesto a la santísima gobernadora metense Martha Inés, utilizando a su perrito faldero Juan lozano. Así que deje usted de pretender engañarnos con semántica presidencial. Digo yo.
**Periodista – Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública
Pontificia Universidad Javeriana