Por Lucia Navarro*
Contra viento y marea y la oposición de medio mundo, Nicolás Maduro inició un nuevo período como Presidente de Venezuela.
No importa que, desde la Casa Blanca, la OEA, el Grupo de Lima, la Unión Europea y cientos de miles de venezolanos le hayan dicho que no lo quieren como presidente, Nicolás se aferra a vivir en Miraflores y no tiene intención -por lo menos por ahora- de contratar a un agente de bienes y raíces para que lo ayude a encontrar una nueva casa.
No puedo decir que me sorprende. Después de todo ha podido aplicar bien las teorías Marxista-Leninistas logrando la estrategia de “divide y vencerás”. No importa si estoy o no desacuerdo con su visión de gobierno y de país próspero; lo que si interesa es ver como la nación se desgarra entre pleitos internos, hiperinflación, una economía estancada y la angustiante huida del país de millones de personas que quizá no tenían en su proyecto de vida convertirse en extranjeros.
Jesús Seguías, Director de la encuestadora Datincorp, me contaba que en Venezuela el poder “es un tema de hechos y no de ilusiones e ideas” y el presidente Maduro ha mostrado que en su país lo tiene y que no existe el vacío de poder. Su poder de coacción es tan grande que a pesar de “guarimbas”, manifestaciones, sanciones internacionales, acusaciones de corrupción, narcotráfico, encarcelamiento de políticos o de los políticos presos, ha sabido mantenerse a flote.
Pareciera increíble que siendo tan rico en petróleo y con muchas personas con un enorme talento, el país esté en medio de una enorme pobreza. Venezuela: tan rica y tan pobre, mientras se mecen entre la presión de China, por los enormes compromisos económicos que ha adquirido con ellos y Rusia que se ha convertido en un aliado de Nicolás Maduro en materia armamentista.
Habiendo nacido en la ciudad de Monterrey, en México, en la llamada “capital Industrial del país” aprendí que los ricos con más éxito son aquellos que negocian aprendiendo a tropezar en el camino y algunas veces hasta perdiendo batallas.
Soy persona de fe, pero veo difícil que Venezuela vaya a salir de donde está a menos de que, de manera honesta y sincera, entre el gobierno y los grupos de la oposición se sienten a compartir un café con una arepa y hablen con ganas de entenderse.
A Venezuela lo que menos le hace falta son sectores encaprichados por mandar al hoyo al contrincante, cuando no se tienen objetivos claros y pensando en el bienestar de la mayoría.
*Periodista