Por Oscar Medina Gómez*
¿Cuánto vale hoy –en cifras modestas- una campaña para ganar y lograr una curul como Diputado Departamental? Estamos hablando de, por lo menos, entre 400 y 500 millones de pesos. Cuando digo “para ganar” me refiero a que los candidatos buscan invertir ese dinero en votos seguros. Mejor dicho: comprándolos en efectivo o en especie. Entiéndase mercados baratos, tejas, varillas, cemento, arena, ladrillos, empleos temporales, cupos para vivienda y escuelas públicas…y ese tipo de dádivas por las que miles de personas venden no sólo su conciencia. Peor: subastan el desarrollo de su región.
Como los Congresistas, por ley anualmente un Diputado sesiona 6 meses. Para el caso de Casanare -incluyendo los llamados a extras que hace el gobernador- su sueldo alcanza los 10 millones al mes. En 4 años en el cargo devengaría 240 millones, a los que se les descuentan los tributos de ley que pueden ser del orden de los 48 millones. Le quedan 192. Entonces ¿por qué invierte 500 en la campaña, a sabiendas de que el sueldo en el cuatrienio no será ni la mitad de lo que costó la campaña? Exacto: No es por amor a la Patria. Es porque la plata invertida la recupera fácil en el curso de los 4 años en el cargo. ¿Cómo? Mediante los negocios y contratos de inversión pública que el gobernador le da al “honorable” a cambio de que éste le vote favorablemente. Que le apruebe arrodillado y sin chistar una sílaba todos los proyectos que se presenten a la Asamblea.
Contratos que, según el grado de amistad con el mandatario y los compromisos pactados, pueden bordear los 2.500 millones como mínimo. Esos negocios se hacen a través de empresas tercerizadas o con testaferros donde ni en las curvas figura el nombre del “honorable diputado”. O sea: invertí 400 o 500 y me gané 2.500 millones Así, sin más vueltas, es que funciona la cosa. ¡La vida es bella!
Por eso no es de sorprenderse cuando uno ve a los diputados desplazándose en camionetas blindadas último modelo de 250 y 300 millones de ésos, con un séquito de escoltas a su lado. Y luciendo en sus muñecas relojes Rolex. Omega, Cartier, TagHeur… ¡Es la recompensa por ser un luchador de las causas sociales!
Además de esas ganancias de más del 400 por ciento, ser diputado es un estupendo trampolín político para una alcaldía. Que me contradigan en Yopal, Aguazul y Maní los alcaldes Braulio Castelblanco, Nelson Mariño, Wilman Celemín, Mauricio “el patón” Jiménez o Tony Ávila. Y como alcalde de una ciudad petrolera, en su momento cada mandatario manipuló presupuestos de varios centenares de miles de millones de pesos. ¡Hagan cuentas!
¿Entiende entonces por qué para ocupar una de las 11 sillas como Diputado, en el caso de Casanare estén en la pelea 101 aspirantes? Por el estilo es la contienda en departamentos donde se mueve mucho billete como Antioquia, Cundinamarca, Valle del Cauca, Atlántico, Santander, Bolívar y varios del Eje cafetero.
Muy a pesar de lo perverso que es este ordenamiento, esta estructura de poder que nos gobierna donde los recursos públicos se subastan y se los roban sin piedad y a dentelladas, y dejando claro que no todos los diputados ni todos los congresistas son corruptos, pues la gente termina votando mal o bien.
De ahí que desde trincheras de opinión como la mía tengo la obligación social y moral de advertir sobre aquellos que quieren el poder y la gloria.
De entrada, de los actuales diputados de Casanare que quieren repetir no hay que votar por ninguno. York Cortés –de Cambio radical- es un sujeto livianito en sus ideas y por ende anodino e insustancial en su desempeño. Quienes quieran ser politiqueros, lo pueden imitar. Eso sí, es fiel y dócil con los gobernantes que toque.
Manuel Enrique Albarracín –del Partido Liberal- tienen una muy dudosa reputación. Acusado de estafador, está metido hasta el tuétano en un sucio negocio de urbanización pirata estimado en 5 mil millones de pesos, que data del 2011. Por la venta de unos apartamentos del proyecto Torres de Palmarito –que nunca se construyó- un Juzgado Penal de Yopal lo tiene contra la pared. La Fiscalía también. Es que fueron alrededor de 200 familias las que le entregaron 40 millones de pesos cada una. A hoy ni viviendas ni dinero existen.
Ahora, me parecen buenos perfiles profesionales y dedicados en lo que hacen, candidatos a diputados como el del actual concejal de Yopal Cristian Rodrigo Pérez, que siempre habla con argumentación sólida. O Cristian Castañeda, un carismático y juicioso militante liberal próximo a graduarse en Ciencias políticas. Incluso el mismo Mauricio Chiquillo, del Partido Conservador, odontólogo exitoso que está dando la pelea para que los copiosos recursos de los Fondos de Desarrollo Regional, Compensación y Ciencia, Tecnología e Innovación sean aprovechados en Casanare. Hoy se están perdiendo por falta de gestión. O Tatiana Piraban, joven candidata del Partido de la U, experta en Finanzas y relaciones Internacionales que ha liderado iniciativas de impacto social en varios municipios.
Tal vez hay más gente profesional, con ideales políticos nobles y serios. Que quiere ser protagonista del presente político de Casanare, aportando ideas e iniciativas para construir una región más próspera y equitativa. A esos es a los que toca apoyar. No al que va al barrio pobre y miserable a repartir mercaduchos o billetes de 50 mil para comprar votos.
La opinión pública ve a las asambleas departamentales como una fotocopia reducida de lo que es el Congreso de la República: una guarida de malandros disfrazados de infatigables líderes populares, de tenaces luchadores por las reivindicaciones sociales. De abanderados salvadores de los problemas más urgentes a solucionar para bien de la gente. ¡Farsantes perfumados es lo que son!
Millones sabemos que la mayoría de esos sujetos van es por lo suyo. Entiéndase por su billete. Desde luego hay excepciones. Congresistas y diputados que tienen bien claro eso de que la honestidad está por encima de cualquier interés personal. Y que lo primero es el beneficio colectivo. No el personal. Digo yo.
*Periodista
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