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De Frente - ¡Los imbéciles!

De Frente - ¡Los imbéciles!
Por: Oscar Medina Gómez *

¿Por qué vota la gente en regiones como Casanare y en la inmensa mayoría de municipios del país? me preguntaba hace unas noches un idealista y soñador personaje. Dejé que él mismo se respondiera. Lo hace, dijo, porque al marcar en el tarjetón la opción de su preferencia cree que es la mejor propuesta para beneficio de la comunidad.

Imbécil. Estúpido. Mil veces imbécil y estúpido. Como los que lo imitan. El grueso del populacho, lo mismo que de clases sociales y económicamente más acomodadas –por supuesto los millonarios- lo hacen pensando en intereses individuales. Forman parte de una clientela estratificada que los políticos tienen bien clasificada y cautiva.

O acaso los contratistas, por ejemplo, votan porque tal o cual candidato les va a solucionar la falta de agua potable, alcantarillado, escuelas, servicios de salud o de redes eléctricas. Pues no porque esos contratistas ya tienen eso solucionado en sus entornos y lujosas viviendas. Esos contratistas lo hacen porque pusieron sus buenos fajos de millones a esa campaña. Y esperan que al ganar su candidato, se les recompense con millonarios y jugosos contratos.

O los caciques electorales -representados en exgobernadores y exalcaldes, muchos de ellos con líos y carcelazos por parapolítica y negociados de lo público, tradicionales miembros de carteles de corrupción- apoyan a un candidato a ver si ese sí es el redentor esperado. Obviamente no. Le facilitan su engrasada maquinaria por la misma razón que lo hacen los contratistas: para luego cobrar por ventanilla y seguirse enriqueciendo ilícitamente con el erario.

O las hordas, las tribus, la caterva de menesterosos y limosneros que acompañan a tal o cual candidato le dan su respaldo simple y llanamente confiados en que su líder los encumbrará en el paraíso de felicidad que siempre han soñado. Evidentemente no. Aunque no van tras contratos multimillonarios –como los contratistas y los exmandatarios de los carteles corruptos- si persiguen la orden de servicio laboral, o van por la asignación de una vivienda de interés social, por el puesto de vigilante en un colegio, por el cupo estudiantil, por los bultos de cemento, el hierro y los ladrillos para terminar su vivienda, por el mercado de tienda. Y así.

O los travestis, putas, maricas y lesbianas votan al más simpático y mejor dotado de cualidades programáticas e ideológicas. La respuesta es otra vez no. Lo secundan animados por apegos e inclinaciones personales. Que dista mucho del bienestar colectivo.

Con seguridad que habrá excepciones. Votantes responsables y honestos que forman parte de eso que rotulan voto de opinión. Lamentablemente en el 95 por ciento de los municipios de Colombia –mejor dicho en 1.040- ese voto pensante es la inmensa minoría. Por ende no incide dramáticamente en los resultados finales. Eso déjenlo para agitados núcleos urbanos como Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla o Bucaramanga.

Nadie quiere quedarse del bus ganador. Todos se quieren subir o colgarse de él. Así sea en la última parada. Agudos análisis de organizaciones tan serias como la Misión de Observación Electoral, MOE, subrayan que aquellos candidatos que mayor cantidad de dinero invierten en publicidad invasiva, vehículos ostentosos, sonidos estrambóticos, desfiles multitudinarios, francachelas, refrigerios y demás consabidas exageraciones y dádivas, son los que ganan.

Que existan topes económicos fijados por la Ley es una burla. Esos muros se franquean sin mayor problema, ante la complacencia de las mismas autoridades. En el caso de la publicidad radial, no es sino escuchar cualquier emisora para entenderlo.

Este 25 de octubre entonces nada cambiará. Se acentuará el reinado de aquellos que saben que ganar en política representa un extraordinario negocio. Un botín inagotable de recursos, del que apenas se beneficia un puñado de bandoleros disfrazados de “líderes demócratas”. Saqueadores de lo público empujados por sus papanatas votantes. Sicarios que no se cansan de asesinar el desarrollo y robustecer sus cuentas bancarias.

A esos miles de estúpidos que piensan como mi contertulio –el idealista soñador del comienzo- los insto a que sigan por esa senda. No pierdan el impulso. Retroceder o cambiar de opinión no es una opción. Los corruptos llevan suficiente ventaja, como para intentar alcanzarlos. Asi que no vale quemar pólvora en gallinazos.

Y por si quedan dudas, si por alguna razón fallan las cuentas de los “líderes demócratas” pues ahí está presta la Registraduría a acudir en su rescate. A los desmemoriados los refresco: las elecciones se ganan no en el conteo de tarjetones, sino en las computadoras de esa entidad. Digo yo.

*Periodista


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