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De Frente - Gabinetología

 Por Oscar Medina Gómez*

La “Gabinetología” es parte ya del inventario colombiano de excentricidades. Es esa inocua, fastidiosa y a veces divertida costumbre que tiene la gente –sobre todo los medios de comunicación- de empezar a nombrar ministros, secretarios de alcaldes y gobernadores, y todo tipo de funcionarios de mediano y alto nivel, de los mandatarios recién electos por voto popular.

No han terminado de cerrarse las urnas de votación cuando arranca el sonsonete de periodistas y exégetas de ocasión -muy mal informados, por cierto-  que, en busca de popularidad, sintonía, rating o lecturabilidad parlotean cuanta sandez pasa por sus diminutos cerebritos. ¡Incluso lo hacen desde la campaña electoral! Desde luego sus predicciones y visiones proféticas alimentan el morbo popular. Dan de qué hablar en mentideros políticos, oficinas públicas, fiestas familiares, charlas ocasionales de aguardiente y cerveza, almuerzos, eventos oficiales y conversaciones entre parejas en la cama, antes de cerrar los ojos…

Gobernadores y alcaldes electos no deben dejarse presionar ni menos manosear por este o aquel factor que busque ponerlo contra las cuerdas. El nombramiento de sus más cercanos colaboradores de gobierno es algo muy serio. De la más delicada y sensata importancia. Por lo tanto, exige reposo, análisis y prudencia al momento de escoger a los subalternos de confianza plena

En ese equipo –sobre todo cuando inicia un nuevo mandato gubernamental- reposa buena parte del éxito o fracaso de un gobernante. Simplemente porque humana e intelectualmente un presidente, gobernador o alcalde no pueden solos. Necesitan trabajar en equipo. Ser la cabeza mayor de muchas cabezas que armoniosa, sincronizada y eficazmente piensan y trabajan por un país, una región, un departamento, un municipio.

Secretarios que desde las diversas áreas para las que hayan sido designados estarán representando, principalmente, el pellejo mismo de un gobierno. ¡No a ellos! De ahí que funcionario de alto nivel que se aproveche del cargo que ostenta para hacer politiquería y hacer contratos con lo público buscando corruptamente beneficios económicos personales y grupales, tiene que ser removido del cargo sin contemplaciones. O es él o es la buena imagen de una administración.

Para que merezca ser nombrado en el cargo, un secretario (a) del despacho debe reunir, por lo menos, tres condiciones “sine qua non”. Cada una tiene su peso específico, puntaje e importancia. Esos requisitos -en orden de trascendencia, ponderación y valoración- son: cumplimiento de exigencias documentales en la hoja de vida, capacidad e idoneidad profesional para el ejercicio del cargo y compromisos políticos de campaña electoral.

Aunque lo ideal para cualquier mandatario es que su equipo de secretarios cumpla a cabalidad con esas tres exigencias, inevitable y lamentablemente no es así. En la baraja de candidatos todos tienen fortalezas y debilidades. Es entonces cuando un gobernante tiene que empezar a jugar con variables y movimientos de avezado ajedrecista que lo lleven a tomar la mejor decisión. ¡A equivocarse lo menos posible…a no empezar a caminar con el pie izquierdo!

Es muy común el caso de que un mandatario tenga compromisos políticos de campaña electoral con un aspirante a secretario (a). Y que reúna los requisitos de ley que exige la Función Pública. Pero resulta que ese candidato es un real inepto en cuanto a sus capacidades para el ejercicio de los asuntos de gobierno. ¡Yo como gobernante no lo nombraría! Buscaría, eso sí, la forma de saldar las cuentas políticas pendientes con el malogrado aspirante!

O puede darse también el caso de que un aspirante sea súper-eficiente en el manejo y ejercicio de lo público y que a la vez el gobernante tenga pactos serios de campaña con él o con el grupo político o zona geográfica que representa. Pero que su hoja de vida esté incompleta y no surta plenamente el lleno de las exigencias. ¡Yo nunca, ni en sueños lo nombraría ¡

Como pérfida y delincuencialmente sugieren algunos cortesanos, ni más faltaba que en este caso, mal aconsejado y alegremente un gobernador o un alcalde tenga que dar la orden de alterar los requisitos contemplados en el llamado Manual de Funciones. Ese Manual lo revisa con lupa el Departamento Administrativo de la Función Pública, donde se encuentra registrado. Y es que así se haga una modificación para complacer a los politiqueros, el nuevo perfil hecho a la medida del aspirante, tiene que ser presentado de nuevo a la Función Pública para su revisión. Es allí aquí donde empiezan los los procesos disciplinarios y dolores de cabeza para los gobernantes.

Así mismo está el caso de que los aspirantes a secretarios sean capaces y talentosos administrativamente en lo público. Y que a la vez cumplan con el perfil ordenado en la hoja de vida. Pero que políticamente no exista un compromiso serio o importante entre el gobernante y ellos. ¡En este caso yo sí lo nombraría ¡Indiscutiblemente el mandatario tiene actuar por el bien del de departamento y del municipio. No por el bien de un grupúsculo político.

También está el caso –muy común, lamentablemente- de que el gobernante sólo tiene compromisos políticos con el aspirante. A sabiendas de que no cumple con el perfil administrativo de la hoja de vida. Y que en el ejercicio de lo público es demostrado incapaz. Un mediocre de dudosa procedencia, que apenas hace caso a sus jefes politiqueros de turno. ¡Cuidado gobernador…cuidado alcaldes¡ Es en este escenario donde ustedes más cometen errores. Errores de los que no terminan de arrepentirse nunca.

Por compromisos meramente políticos ¡yo jamás nombraría un Secretario! Eso es ser altamente irresponsable no solo con mis electores y la comunidad en general, sino con la Patria y consigo mismo-

En este caso es cuando los áulicos, sobanderos y pillos le susurran al oído del gobernante toda suerte de razones, que no son más que cantos de sirena. Motivados, repito, por sus mezquinos y sucios intereses. Que generalmente son económicos. Con la excusa mentirosa de que aún no han sido fallados ni condenados, le recomiendan, por ejemplo, personas inmersas en procesos e investigaciones fiscales, disciplinarias y hasta penales. ¡Los consejeros jamás pierden!

Un gobernante no puede complacer burocráticamente a todo el mundo. Menos cuando de asuntos políticos se trata. Ideal sería, claro, que por ejemplo geográficamente se asignen las secretarías. Que, en el caso de la gobernación de Casanare, haya representación numérica de Yopal, Paz de Ariporo, Aguazul, Tauramena, Monterrey, Villanueva.

Además de las tres razones que doy para escoger un buen gabinete secretarial, los gobernantes que arrancan su mandato el primero de enero de 2020, deben escoger caras nuevas. No repetir funcionarios de pasados gobiernos. La gente quiere ver nuevos personajes en los carros oficiales. Y eso de que fulano (a) o sutano no cae bien en el sentir popular es lo menos importante. Es insustancial. Soso… fútil. No amerita quemar neuronas ni detenerse a pensar en esas liviandades. Todos, en mayor o menor proporción, caemos bien o mal. Ahí sí, como reza el adagio popular “no somos moneditas de oro para caerle bien a todo el mundo”.

Esto va para Usted, gobernador electo Salomón Sanabria: tenga cuidado con la politiquería y el amiguismo para nombrar su gabinete. No cometa los errores de sus antecesores. Rodéese de los mejores. De los más capaces e idóneos. De los que no infrinjan la Ley. Así le lluevan rayos y centellas bíblicas, no ceda ante las presiones. Marque la diferencia. La responsabilidad y compromiso histórico que Dios y el pueblo le han dado exigen cabeza fría. Usted es quien tiene que tomar las decisiones. Usted el gobernador. Digo yo.

*Periodista


La sección de OPINIÓN es un espacio generado por Editorialistas y no refleja o compromete el pensamiento, ni la opinión de www.prensalibrecasanare.com



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