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DE FRENTE - Vergüenza nacional

DE FRENTE - Vergüenza nacional
Por: Oscar Medina Gómez **

Al tiempo que escribo están reunidos en sesiones extras del Congreso de la República los “honorables” senadores y representantes padres de la patria. La Unidad Nacional santista de liberales, conservadores, verdes y de la U -los del Polo no asistieron- corrieron ante el vergonzante, angustioso y suplicante llamado de un presidente Santos asustado y víctima de su propio invento. Al ver la furia y rechazo de millones de colombianos y en un desesperado intento por salvarse, Santos objetó y pidió hundir la degradante, infame y corrupta reforma a la justicia que aprobaron 162 parlamentarios, causando la más grande desestabilización institucional por cuenta del legislativo, que recordemos los colombianos en décadas.

Cuando se publique esta columna lo más seguro es que esa reforma estará archivada. Pero no muerta. No olvidada la movilización ciudadana que produjo. No borrado el escándalo y la mancha negra de su contenido. No olvidado el descaro ilimitado y bandidaje de nuestros parlamentarios, ávidos de impunidad y corrupción. Como hienas hambrientas en busca de carroña. Si la hundieron no fue por patriotas sino para tratar de tapar su descaro y evitar males mayores para su pellejo político.

La reforma, tal como fue aprobada -los dos representantes casanareños José Rodolfo Pérez Suárez y Camilo Andrés Abril Jaimes votaron Sí y aun no han abierto su boca para explicar su proceder còmplice- era un código de la impunidad y la ignominia. Con la complicidad del gobierno santista, los magistrados de las altas cortes, el Procurador Ordoñez, entre otros, los congresistas redactaron y legislaron en causa y beneficio propio. A su antojo. Para ellos. Para ponerse a salvo, precisamente, de la justicia.

Acabar con el régimen de inhabilidades, no perder su investidura ni su curul cualquiera sea el delito cometido, doble instancia para ser juzgados, la puerta abierta para volver al congreso para muchos parlamentarios hoy procesados y otros condenados por paramilitarismo, secretarios generales de senado y cámara -que no son congresistas- con fuero e inmunidad y sueldo de 20 millones de pesos, magistrados de las altas cortes a quienes se les alargó de 8 a 12 años su periodo y se les aumentó la edad en el cargo, un Procurador General convertido en semidios, con fuero especialísimo y sin posibilidad de ser juzgado…en fin. Estas son apenas algunas de las perlitas que los “honorables” aprobaron. Cuales -también- semidioses intocables, que caminan ahíta su conciencia de impunidad y corruptela, pisoteando a 45 millones de honestos mortales ciudadanos. ¡La impunidad al galope y victoriosa en nombre de la democracia!

Con el hundimiento y archivo de la reforma a la justicia la indignación ciudadana no debe parar. Bien una Asamblea Constituyente o una revocatoria directa del congreso por la vía popular de las firmas son iniciativas constitucionales que deben seguir andando. El propósito: acabar con esa madriguera de ratas hambrientas, que se hace llamar Congreso de la República.

Enfurece el teatro montado por Santos. El presidente quiere hacerse el “yonofui” y lavar su sucia conciencia. Al igual que sus ministros de justicia Vargas Lleras y Esguerra, estaba al tanto del articulado final. Durante el tránsito de más de un año del proyecto de Acto Legislativo sus escuderos lo discutieron con los “honorables”.

Ahora sale a echar discursos bravucones contra el Congreso. Trata de cañarnos creyéndonos pendejos a todos. Tartamudeando, con ojos y cara de indignado -que si se mira a un espejo no se la cree ni él mismo- dijo: “Yo asumo la responsabilidad política y jurídica por el llamado a extras a los congresistas, por las objeciones al proyecto y por pedir que se hunda…”. Presidente: esa traición -como la que le hizo a Uribe, quien lo llevó al Palacio de Nariño- se la van a cobrar con toda los “honorables” con los proyectos que presente. La tal Unidad Nacional no existe. Usted la traicionó. Y usted sabe que el cartel más peligroso es el de la política. Más que el de los narcotraficantes. O el de vendedores de armas. Jum…si acabaron con Pablo Escobar…

Presidente: usted lo que tiene es físico culillo por lo que le puede correr y le está corriendo pierna arriba. Aunque su imagen ya era un desastre dada la inseguridad y retoma del país por las FARC, su popularidad y aceptación gubernativa se terminó de ir al piso. Gallup y Datexco informan que su aceptación y respaldo ciudadano es de apenas un 52 por ciento. Y si la constituyente sigue andando, lo mismo que el referendo revocatorio, pues sería la hecatombe. Me lo imagino, Presidente, temblando de miedo -como su muñeco de televisión de Los reencauchados- ante la inminente y segura realidad. Usted no será reelegido para otro periodo en la Casa de Nariño.

Los “honorables” -de quienes Gallup y Datexco aseguran que “gozan” de un respaldo del 16 por ciento- volvieron a mostrar lo que son: personajes a los que no les importa la ciudadanía y menos el bien del país. Los ejemplos de su esencia sobran: decenas de ellos encarcelados por paramilitarismo, -entre ellos 5 presidentes del Congreso-, borracheras de Merlano pasándose la ley por la faja, gasolina gratis defendida a rabiar por Juan Manuel Corzo, el negro Juan Carlos Martínez ofreciendo fiestas extravagantes en La Picota, la negra Piedad Córdoba destituida por vínculos con los terroristas de las FARC, la mayoría armados hasta los dientes con pistolas y subametralladoras, licitaciones multimillonarias de carros blindados importados, hoteles, restaurantes, tiquetes aéreos, recreación, médicos gratis. Sueldo mensual de 36 millones. Todo por cuenta del 99.99 por ciento de los colombianos honestos, que mantenemos la corrupción de esos miserables sinvergüenzas. ¡Podredumbre nauseabunda!

Si merecían nuestro desprecio y nos valían huevo, ahora los “honorables” nos valen triple huevo. Es que ni siquiera leen lo que aprueban. Así lo confesó Simón Gaviria, el mismísimo presidente de la Cámara de Representantes, cuando la prensa nacional le preguntó por qué firmó el texto conciliatorio de la reforma a la justicia. De los “honorables” solo debemos esperar bajezas. La ley del embudo. Lo ancho para ellos. Lo angosto para el resto.

Excelente sería que esta indignación popular colectiva se traduzca en resultados políticos. Que no se quede en meros carteles y gritos ahogados. La séptima papeleta del 90 que condujo a la Constituyente del 91 y que revocó al Congreso de la época, son un claro antecedente de la fuerza del pueblo para cambiar el estado de cosas. La revocatoria no es un objetivo lejano. La constituyente tampoco. Son un camino viable. Claro, para Santos son el monstruo fantasmal de mil cabezas que lo trasnocha.

Recuerdo una frase premonitoria del “honorable” Fabio Valencia Cossio en 1998, cuando asumió la presidencia del Congreso ante el entrante presidente Andrés Pastrana: “O cambiamos, o nos cambian” dijo. Tenía razón. Hay que cambiarlos ya. Digo yo.

**Periodista - Especialista en Gobierno Municipal y Gestión Pública Pontificia Universidad Javeriana Columnista www.prensalibrecasanare.com y El Nuevo Oriente


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