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De Frente - ¿A qué viene su santidad?

De Frente - ¿A qué viene su santidad?
Por Oscar Medina Gómez*

Si no ocurre algo imponderable que lo impida, Jorge Mario Bergoglio estará en Colombia el 6 de septiembre venidero. Entre ese día y el 10 del mismo mes, ensalzado por salaméricas ovaciones de mañosos vejetes purpurados y curas ensotanados –muchos con un prontuario sexual vergonzoso, donde “en el nombre de dios” han violado a miles de niños en decenas de países, marchitándoles sus sueños- se paseará como dios terrenal por Bogotá, Medellín, Cartagena y Villavicencio.

Autorevestido de divinidad suprema –como todos los argentinos, que se creen superiores y de mejor familia- “su santidad” Francisco I dejará ver su mentirosilla pero sonriente cara por entre las multitudes. Repartirá besos y abrazos a montones y santiguará a diestra y siniestra a cuanto fulano se le atraviese. Pondrá sus manos sobre las cabezas de bebés enfermos y ancianos desahuciados. Dirán después que fueron curados por “obra y gracia de él y del espíritu santo” …

Eso, en esta tierra colombiana sembrada de violencia desmadrada, injusticias y corrupción galopantes –nacida ésta en las mismas entrañas del alto gobierno- no es más que un sainete cuidadosamente montado para intentar rescatar al Presidente Juan Manuel Santos Calderón del putrefacto lodazal en que cada día se hunde más.

¿A qué viene “su santidad”? A convalidar el horror. Eso es el sucio e impune “acuerdo de paz” con los terroristas de las Farc, mediante el cual el Presidente diseñó para los criminales un vestido a su medida. Para que se vistan como ciudadanos de bien. Ni un día de cárcel, sueldos millonarios, no extradición por narcotráfico, partido político y 10 curúles gratis en el Congreso, no devolución de inmensas fortunas amasadas con dinero honesto de los colombianos, liberación de farianos de las prisiones. Y eso que el pueblo le dijo NO en el plebiscito.

Es decir, casa, carro, beca, placeres y lujos para los más sanguinarios verdugos del país. Estos apenas algunos de los premios santistas a quienes durante 54 años han violado miles de niños, obligado a abortar a centenares de jóvenes mujeres -de las que decenas murieron y junto a sus retoños en gestación fueron lanzadas a un hoyo en cualquier lugar de la manigua-, secuestrado y extorsionado a miles de hombres y mujeres, asesinado a miles de compatriotas, mutilado a miles de personas, destruido incontables puentes, vías terrestres, infraestructura de comunicaciones, contaminado ríos, quebradas, lagunas y matando a su paso fauna y flora invaluable.

¿A qué viene “su santidad”? A refrendar con su indiferencia la avalancha de corrupción que tiene hundido al gobierno del nobel. Isagen, Reficar, Canal UNO, Interbolsa, Odebrecht. Para estos sonados casos –son más, pero menos pantalleros- Santos acuñó una frase con una carga de cinismo infinito: “Me acabo de enterar”. Así, el “Todo fue a mis espaldas” del narco expresidente Ernesto Samper palidece. Todos los gobiernos han sido corruptos y sus presidentes tolerantes. Pero el de Santos es medallista olímpico de oro.

¿A qué viene “su santidad”? A soslayar el fraude. El mundo sabe de las toneladas de mermelada –entiéndase dinero en “cash” y contratos multimillonarios- que el candidato-presidente Juan Manuel Santos repartió cuando perdió en la primera vuelta por más de 500 mil votos. Para poder ganar la presidencia aceitó la maquinaria del “billete verde”, el cual fue a parar a los bolsillos de los ñoños, musas, amines, acuñas, aguilares, cepedas, gerleines.

¿A qué viene “su santidad”? A patrocinar el costo multimillonario de su visita. Aunque el hermetismo de la iglesia católica –y de los gobiernos- frente los gastos de las visitas papales es casi infranqueable, los cálculos más modestos estiman que diariamente desplegar tan gigantesco aparato de seguridad, adecuación de escenarios públicos y privados, restauración de iglesias y monumentos, limpieza y embellecimiento de avenidas, transportes, hoteles, alimentación, movilización de miles de personas, invitados especiales, transmisiones de medios de comunicación y más aspectos, no se baja de US$ 2.5 millones por día. Cifra muy similar a la que tuvieron que desembolsar México, Brasil, Filipinas, Ecuador, Estados Unidos, Turquía, Corea del Sur cuando el Sumo Pontífice fue a esos países. En Colombia estará 5 días. Hagamos cuentas: serán ¡12.5 millones de dólares! Mejor: ¡47 mil 500 millones de pesos!

Para Bergoglio, el ex arzobispo de Buenos Aires, es fácil comportarse así. Recordemos verdades que el mundo entero sabe de él: amigo y hasta cómplice de dictadores como Videla y Galtieri, fue acusado en tribunales de justicia de su participación en la delación de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics en 1976. Aunque no murieron, durante 6 meses fueron torturados por la temible ESMA, responsable de por lo menos la tortura y desaparición de 30 mil argentinos en los 7 años que duró la bota militar en el poder.

Francisco I también luce una letra escarlata en su pecho por su indolencia sospechosa frente al régimen de miseria y represión que Chávez, Maduro, Cabello, Tareck El Aissami y otros de esa bandola de narcotraficantes corruptos han sembrado en Venezuela. Su voz jamás se ha levantado con vehemencia sólida para reprochar a los bandidos y pedir para ese pueblo respeto por sus derechos humanos. Al contrario: las fotos lo muestran sonriente en El Vaticano con Nicolás Maduro.

A todo eso viene a Colombia “su santidad”. ¿Cómo agachar la cabeza reverencialmente y besar el anillo papal a un sujeto así? ¿Tan parecido, tan igual en lo cínico, mentiroso, calculador y traicionero como el Nobel de paz Juan Manuel Santos?

¡Que dios me coja confesado: pero jamás lo haré!

*Periodista




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