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NO ES UN MAPURO; NO SEÑORES!, ES UN RUNCHO.

NO ES UN MAPURO; NO SEÑORES!, ES UN RUNCHO.
Por Héctor Orlando Piragauta Rodríguez

Con varios amigos con quienes cruzamos y comentamos el devenir de nuestra tierra, estuvimos haciendo la reflexión sobre algunas personas que se jactan de especialistas y de ser oráculos y poseedores de la verdad (dicen ellos) y que con el facilismo e irresponsabilidad de bandidos, buscan destruir a quienes hemos hecho algo por esta Orinoquia o al menos lo hemos intentado. A ellos en cambio, nada se les ve porque nunca fueron formados para construir sociedad; ellos viven de las cosas que les puede dejar la utilización de la infamia, el chantaje y en muchos casos, el poder que llegaron a tener en el 2002 y 2003 cuando fungían de vocero de una cooperativa especial.

Muchos de ellos han trepado en todos los árboles y han copado espacios con políticos o con empresas a quienes más tarde atacan cuando no pueden llenar sus apetitos; se lagartean premios, espacios, trabajos y con una facilidad y cinismo sin igual, filtran información para chantajear.

En medio de la tertulia nos pusimos a buscar un igual de estos personajes con alguna especie que no por culpa de ellas, pero por aquellas razones naturales y no por su formación, tienen que jugar un papel que nadie envidia.

Entonces vino a nuestra mente el mapuro; un insecto parasito que toda su actividad de vida tiene que hacerla en la oscuridad; chupa la sangre y cuando se toca hiede; cuando su víctima prende la luz para repelerlo, huye porque él está acostumbrado a vivir, acechar en la oscuridad, y perderse en las rendijas y en la suciedad.

Pero nos pareció que este bichito no era tan peligroso y está muy lejos de identificar a los personajes que queríamos reflejar. Alguno de los allí reunidos dijo mapuro No! Lo más cercano a estos personajes, son los runchos…!

Y nos sugirió que buscáramos un artículo escrito por el Doctor Carlos Lemos Simmonds con el cual se había defendido de algún ataque aleve y que definía claramente a los personajes en referencia y que tituló el Runcho.

Para que sean los lectores los que califiquen, hoy transcribo esa descripción echa el ocho de mayo del 2000 con algunos resaltados para el caso, pero que no rompen con el fondo. Él también tenía su runcho…

“…En mi tierra le decimos chucha. En otras partes lo bautizan rabipelao. Runcho lo llaman por acá. Se trata de un bicho huidizo y maloliente, que se caracteriza por su oportunismo y por su habilidosa capacidad para medrar. Tiene el aspecto de una gran rata y su largo hocico puntiagudo, mal adornado con unos bigotillos ralos e impacientes, da fe de su voracidad.

El runcho es un marsupial. Posee una gran bolsa en la panza y allí acomoda a su golosa familia (incluyendo a la política, claro está), para que cada uno de sus miembros se alimente hasta el hartazgo, aferrado a un secreto y generoso pezón. El mismo ha sido beneficiario de la tibia ubre familiar. Antes de encontrarse en condiciones de pelechar se ha nutrido también en esa vejiga providente, a la cual después, reconocido y ahíto, le retribuye el favor.

El runcho mira a través de unos ojuelos oblicuos, encapotando los párpados, pero siempre de costado o desde atrás. Medroso y taimado, es incapaz de sostenerle la mirada a quien lo ve. No le falta razón. En las pupilas se le puede reflejar la emboscada que urde o el ataque matrero que se dispone a ejecutar. Sin embargo, nada pasa inadvertido a la vivacidad de esas rendijas inquisitivas que todo lo observan para que al runcho no se le escape la menor oportunidad.

Los manuales de zoología dicen que el runcho tiene uñas largas, garras poderosas y una robusta cola prensil. Está bien dotado para agarrar y no soltar. Es un experto en trepar. Y con el rabo aprehensor sabe aferrarse de las ramas más altas para ampliar su predatorio campo de acción. Balanceándose en las cumbres, espera y acecha la ocasión o la presa que han de satisfacer su apetito fenomenal.

El runcho come de todo. Y es asombrosa la velocidad con que hace la digestión. Lo que engulle pasa de las fauces a las heces a través del esófago complaciente, sin solución de continuidad. Devora alimañas, se festina cualquier fruto por podrido que esté y explora garosamente las canecas y los albañales en donde la gente deposita las sobras y la suciedad. Es otra de sus maneras de sobrevivir. A las semillas que no tritura las expele para que vuelvan a fructificar. Y eso es porque tiene un sentido muy práctico y muy agudo de la reciprocidad. Canjea favor por favor, privanza por privanza y favoritismo por predilección para que no se le agote la despensa que lo ha de mantener. Hoy por ti, mañana por mí, es la divisa que distingue su calculadora existencia de cambalachero profesional.

Pero lo más peculiar y repugnante del runcho es la manera como se suele defender. Cuando se siente acorralado se hace el muerto (o el amenazado) para que no se ocupen ya más de él. Cree que si lo ven reducido a la calidad de mortecina pestilente, lo van a ignorar. Al fingirse inerte y descompuesto, si no produce lástima, provoca repulsión y lo dejan en paz.

Cuando la treta no le funciona, acude a otra más asquerosa aún.

Sorprendido en flagrante acto de rapiña y temeroso de que lo vayan a atrapar, se voltea, arquea el lomo, empina el rabo y desde la cloaca en la que se fermenta toda la miscelánea que se deleita en devorar, expele un chisguete hediondo que salpica con su miasma a los demás. Es que el runcho no se defiende con la cabeza sino con los esfínteres, y su arma no es la lógica o la dialéctica sino la fetidez. Lo que escupe es lo que es.

La semana pasada, unos runchos intentaron embadurnarnos…. con su chorros pestilentes. La calumnia fue la deyección que utilizaron esta vez. Es natural. Resulta muy de su escuela eso de echar mano del embuste, la mendacidad y la difamación. Que de la calumnia algo queda, es la lección que aprendió de la vilipendiosa academia política en donde se formó.

Pero es claro que el esputo apestoso del runcho no tiene importancia en sí. Uno se lava y se evapora el hedor. El, en cambio, no puede decir lo mismo de su propia condición y tiene que quedarse para siempre tal como nació. Lo malo, sin embargo, no está en el agravio individual, que es cosa despreciable y pasajera, insignificante y trivial. Lo que en realidad preocupa es que el runchismo haya llegado a asesorar al poder. Y administrado por runchos y por chuchas, está, como lo vemos… perdida la región…”

Ustedes lectores después de leer esta pieza escrita hace 12 años, pueden sacar sus conclusiones y a lo mejor con lastima saber que hay muchos runchos, los hubo y los habrá. La naturaleza humana es así…no hace selección.


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